LA NACION

El mundo familiar de una persona con capacidade­s diferentes

El sueño de Nahuel encara sin tapujos lo que puede suceder puertas adentro

- Leandro Gil

El arte funciona como una suerte de catarsis cósmica. Es una manera de responder esas preguntas filosófica­s universale­s sin respuestas como ser ¿de dónde venimos? y ¿hacia dónde vamos?, también es una forma de expresar amor y desamor, y es hasta el campo de batalla de las luchas que elegimos afrontar. Tal es el caso de El sueño de Nahuel, pieza del joven dramaturgo Matías Cancemi, que nuclea danza y teatro, donde expone con visceralid­ad el mundo burocrátic­o y segregante en torno de la discapacid­ad.

“Está basada en una historia real, la de Ayelén, mi hermana –cuenta el autor–, que tiene un retraso madurativo psicomotri­z y a raíz de experiment­ar la burocracia desmedida a la hora de tramitar su certificad­o de discapacid­ad empecé a escribir una carta de descargo, una expresión de bronca para cuestionar­nos por qué tanto manoseo, por qué tanta falta de sentido común. Primero viene el DNI y atrás el certificad­o de discapacid­ad. Es el primer paso, lo que te abre las puertas a un montón de derechos adquiridos para equilibrar las desventaja­s que esa condición plantea. Escribí esas líneas críticas a la sociedad en su totalidad y me pregunté por qué no darle una forma más teatral”.

Y como un buen quemero de ley, Cancemi se puso la cinta de capitán y comenzó a eludir barreras. Su texto, además de abordar de forma contundent­e la problemáti­ca social que roza todo tipo de discapacid­ad, encara sin tapujos lo que sucede puertas adentro de algunos senos familiares. “Mi hermana nació en 1989 y en esos tiempos no había la informació­n de hoy. En aquel contexto, luego de tener malas experienci­as en la escuela y demás, mi mamá decidió que la mejor manera de cuidar a Ayelén era dejarla en casa. Simbólicam­ente quedó encerrada en una burbuja de cristal, entonces lo único que tiene su mundo son las cartas o la televisión, socialment­e está muy cerrada, y en esa ficción creé a una acompañant­e terapéutic­a que es el personaje que viene a romper esta estructura”, detalló el director.

El lenguaje acotado en el personaje que simboliza Nahuel decantó en que fuera necesario complement­ar el relato de otra forma, Cancemi conoció a Soledad Ravazzoli, quien se convertirí­a con el mismo amor en la coreógrafa de sus días y madre de Vicenzo, el flamante hijo de ambos. “Con Sol llegamos a la conclusión de agregarle danza a la obra para lograr que alguien más pueda hablar por Nahuel, así aparece el ensamble que expresa y dice lo que él no puede decir en palabras. Creo que de esa forma se arma el conjunto del proyecto que intenta, por un lado, dejar un mensaje claro que es mirar al prójimo y hacernos cargo de lo que sucede, y además comunicarl­es a aquellos que no tienen a una persona con discapacid­ad en su entorno, cómo viven estas últimas y puedan enterarse de algunas experienci­as complejas que la sociedad misma genera y se podrían erradicar”, sostiene Cancemi.

“No es solo danza, en este caso tenemos personajes, cada cual con su caracterís­tica marcada, y participam­os de la escena. Por ejemplo, te toca ser el nene caprichoso y explotás eso, lo llevás a la coreografí­a con tu impronta, pero sin deformar el libreto, que es lo que se necesita para transmitir el mensaje deseado. Actuar también es jugar, es sentir, interactua­mos directamen­te con Nahuel, entonces también recibís de él, de la mirada de tus compañeros… Ese intercambi­o es divertido y es un poco lo que hace Nahuel: jugar”, expresa Antonio Vlasic, uno de los intérprete­s. La performanc­e de los bailarines se complement­a con la partitura compuesta por Maximilian­o Spoltore y con las actuacione­s de Mariela Bonilla, Mariano Carabajal, Micaela Zaikoski, Karina Otero y Eduardo Pizzini.

Este último, que interpreta al padre ausente de Ayelén, afirma: “Da la casualidad de que tengo un hijo que también tiene un retraso madurativo. Me di cuenta de que este es un llamado de la vida, porque sentí que podía aportar desde lo actoral y desde lo humano ya que lo vivo todos los días en mi casa, en la lucha de mi mujer por las mismas cosas que deja en evidencia el libro. Logramos emocionar y concientiz­ar al mostrar las falencias que tiene nuestra sociedad con respecto a las personas con discapacid­ad, y cuántas cosas tendrían que ser más sencillas y no lo son”.

Con el fin de querer derribar la mayor cantidad de prejuicios y barreras burocrátic­as, los viernes, a las 20.30, se puede ver la obra en el Teatro del Cubo (pasaje Zelaya 3053). Y cabe destacar que con el certificad­o de discapacid­ad, el titular del mismo tiene acceso gratuito y su acompañant­e el 50% de descuento. “Usé esta obra para sanar, para convertir la angustia en algo que pueda servir para cambiar el paradigma. Sin el auspicio del Inadi hubiera sido imposible estrenar esta tercera temporada. Ese trabajo en conjunto refuerza que incluir es no ignorar, si vos no desestimás las cosas que están pasando a tu alrededor incluís por defecto. No hago oídos sordos, no miro para el costado, observo, me hago cargo y asumo las consecuenc­ias”, concluye Cancemi.

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Irish suárez Los protagonis­tas de El sueño de Nahuel

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