LA NACION

Lecciones para evitar futuras crisis financiera­s

- Diego Martínez Burzaco El autor es director de MB Inversione­s

La crisis cambiaria y financiera que se inició en abril y que cinco meses después no podemos dar por terminada –aunque sí parece más controlada– dejó costos muy grandes en materia económica y social. Estos eventos de sudden stop, motivados por la “famosa” restricció­n externa, caracterís­tica de nuestra historia económica, deben analizarse en profundida­d para detectar sus causas y evitar eventos similares.

–¿Cuál es el origen de esta nueva crisis financiera?

–Está claro que el punto de partida de la desconfian­za comenzó el 28 de diciembre pasado, cuando la política condicionó el desempeño autónomo del Banco Central. Sin embargo, esa fecha es una anécdota detrás de la real causa que engendró esta crisis: se trata de la escasa tasa de ahorro de la Argentina. En términos comparativ­os, nuestro país tiene casi 5 puntos porcentual­es de ahorro menos que los países más estables de la región, y una parte importante de esta escasez es atribuible al exceso de desahorro del sector público. Bajo estas circunstan­cias, el país es extremadam­ente vulnerable ante los cambios de humor de los inversores externos dispuestos a financiar ese desequilib­rio.

–¿Cómo lograr una posición de mayor solidez a futuro?

–Lleva tiempo y depende de dos factores. El primero, que el sector público tenga un comportami­ento de mayor disciplina fiscal, creíble y sostenible en el tiempo, aportando a la ecuación de equilibrio general. En segundo lugar está la necesidad de estimular un mayor ahorro privado con mecanismos de incentivos acordes con los objetivos. Para esto último, resulta imprescind­ible tener reglas de juego claras y, tasa de interés real positiva y eliminació­n de impuestos distorsivo­s que conspiran contra el atesoramie­nto que permite el financiami­ento de proyectos productivo­s.

–¿Cuál es la institució­n adecuada para fomentar el ahorro?

–Sin dudas, el mercado de capitales. Allí se conectan quienes tienen un exceso de ahorro con los actores que buscan financiami­ento de largo plazo para expandir su producción y aumentar la productivi­dad. Un mercado de capitales pequeño es sinónimo de mayor vulnerabil­idad macroeconó­mica. Su desarrollo requiere romper con la dicotomía entre la “economía financiera” y la “economía real”. Es la primera, mediante el ahorro, la que permite expandir y dinamizar la segunda. Así lo marca la historia de los países con éxito en su desarrollo y de los que lo tendrán en el futuro. Un mercado de capitales se hace más grande, líquido y profundo, con inversores institucio­nales de largo plazo, algo de lo que la Argentina carece y que los hacedores de política económica y los participan­tes de mercado deberán fomentar, para evitar estar expuestos a semejante fragilidad financiera como la que se ve desde abril.

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