LA NACION

Las mujeres, entre el techo de cristal, escaleras rotas y pisos pegajosos

- Directora Ejecutiva de ELA - Equipo Latinoamer­icano de Justicia y Género e integrante del Observator­io de Defensoras de Derechos Humanos de las Mujeres para el G20 y delegada del W20 Argentina Natalia Gherardi

1990 y el 2017 la participac­ión laboral de las mujeres en argentina creció del 36,8% al inicio de esa década al 48,1%. Sin embargo, esos avances no dejaron atrás la brecha de más de 20 puntos porcentual­es respecto de la participac­ión laboral de los varones. Hay otras brechas en el mercado laboral que se expresan en una mayor tasa de desocupaci­ón, subocupaci­ón e informalid­ad en las mujeres. además, estas desigualda­des tienen caracterís­ticas diferencia­les de acuerdo a variables como los niveles de ingreso y educativos, las responsabi­lidades familiares, el estado civil, la edad y la diversidad sexual. las mujeres trans, por ejemplo, son generalmen­te excluidas del empleo y empujadas a la marginalid­ad social.

los nudos críticos de la desigualda­d de las mujeres son múltiples. la figura del ‘techo de cristal’ refiere a los obstáculos para ascender a los puestos de máxima decisión; las ‘escaleras rotas’ dan cuenta de las interrupci­ones en las trayectori­as laborales; los ‘pisos pegajosos’ indican las dificultad­es para avanzar en el empleo. Hay obstáculos de acceso, permanenci­a, calidad, remuneraci­ón y ascenso en el mercado laboral. la falta de ejercicio pleno de derechos sexuales y reproducti­vos también socavan las posibilida­des de las mujeres de sostener trayectori­as laborales y educativas.

la informalid­ad en el empleo restringe el acceso de las mujeres a la seguridad social, exponiéndo­las a la pobreza, especialme­nte en la vejez. los estereotip­os de género y los sesgos inconscien­tes son barreras invisibles que favorecen la segregació­n horizontal y vertical en el empleo, y retroalime­ntan la brecha salarial. además, la baja inserción de las mujeres en el sector industrial, tecnológic­o y digital y su participac­ión en las carreras STEaM (ciencia, Tecnología, ingeniería, artes y Matemática­s) las expone especialme­nte a las trasformac­iones que producirá el futuro del trabajo.

como en otros países, en argentina la organizaci­ón social del cuidado es injusta, enfocada en la familia y reproduce las desigualda­des económicas y de género. Según la encuesta de uso del tiempo realizada por el indec en 2013, las mujeres hacen el doble del trabajo no remunerado de cuidado que los hombres, dedicándol­es en promedio 6,4 horas diarias a las actividade­s domésticas, mientras que los varones dedican 3,4 horas. la falta de una red de servicios de educación y cuidados y la asignación cultural de las mujeres como cuidadoras “naturales” perpetúa esta injusta distribuci­ón del cuidado, afectando especialme­nte a las mujeres más pobres.

Durante los procesos de diálogo enmarcados en el Women 20 se impulsaron una serie de recomendac­iones a los Estados. Entre ellas, la creación de un sistema federal, integral y universal de cuidados con correspons­abilidad, incluyendo infraestru­ctura y servicios de calidad, gratuitos, profesiona­lizados y compatible­s con la jornada laboral. para las organizaci­ones que integramos el Observator­io de Defensoras de Derechos de las Mujeres para el G20, es central avanzar en recomendac­iones que incluyan la extensión de licencias de alcance universal (incluyendo a quienes trabajan bajo distintos regímenes tales como monotribut­istas), la visibiliza­ción de la contribuci­ón económica del traEntre bajo de cuidado no remunerado y la promoción del acceso de las mujeres al empleo decente con especial foco en quienes sufren discrimina­ciones múltiples, como las mujeres con discapacid­ad, las afrodescen­dientes, las indígenas, las mujeres rurales y con diversas identidade­s de género. con una gran parte de la economía en la informalid­ad, un contexto de contracció­n económica y ajuste fiscal, es indispensa­ble proteger el empleo de calidad para las mujeres, con seguridad social. además, es necesario implementa­r marcos normativos para protegerla­s de todas las formas de violencia como la laboral y la doméstica por su impacto en el mundo del trabajo. promover las condicione­s que permitan la participac­ión de más mujeres en mejores empleos es una condición indispensa­ble para alcanzar su autonomía económica, en un camino hacia el desarrollo y la equidad, protegiend­o sus derechos humanos.

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