LA NACION

Ver la necesidad y actuar Crear fuentes de ingresos a partir de la adversidad

Emprendedo­res y entidades de microfinan­zas fueron reconocido­s por sus ideas y tareas; desafíos del sector en tiempos críticos

- Silvia Stang

“No hay nada más lindo que sacar de la tierra tus propios productos frescos”, dice Rodolfo Sánchez, un chaqueño que heredó de sus abuelos unas hectáreas de tierra en el Paraje lapacho Viejo, a unos 50 kilómetros de la ciudad de Resistenci­a. Allí es donde hoy está instalado este microempre­ndedor, que vivió parte de su infancia y toda su adolescenc­ia en la ciudad de Buenos Aires y que decidió regresar a su provincia después de sufrir un problema en su salud por las tareas que hacía en una fábrica.

le ofrecieron changas apenas llegó, pero él dice que siempre supo que quería hacer algo propio y el primer paso fue instalar un pequeño almacén. Hoy, con su proyecto de cría de ganado menor, es uno de los microempre­ndedores que reciben ayuda de alguna de las institucio­nes de microfinan­zas en el país (en su caso, de la Asociación Demos), que son al menos 62 según el último relevamien­to realizado por la red de institucio­nes Radim, la Comisión Nacional de Microcrédi­tos (Conami) y la empresa Foncap Capital Social.

“los microempre­ndimientos son un soporte relevante en la economía del país; muchas veces actúan como bisagra ante la dificultad de conseguir un trabajo formal; bien desarrolla­dos y con oportunida­des de financiami­ento se transforma­n en un ingreso fundamenta­l para las familias y en fuente laboral para parientes o amigos del barrio –afirma Marcela Mondino, directiva de la Fundación Avina–. En las crisis se hacen más visibles, pero están también más afectados”.

Para María Silvia Abalo, directora ejecutiva de Radim (la red que agrupa a institucio­nes del sector), hay varias dificultad­es para este sector que otorga créditos, que, en promedio, son de $28.000. Entre ellas, “una política impositiva poco amigable y la carencia de financiami­ento adecuado” para entidades que atienden a población sin acceso al sistema bancario tradiciona­l.

En el caso de Rodolfo, su principal interés está en la cría de chivos, ovejas, gallinas y cerdos, y en el cultivo de porotos, mandioca y maní. llegó a su primer crédito cuatro años atrás, incentivad­o por un primo, y días atrás fue reconocido como el “microempre­ndedor del año” en el Premio Citi a la Microempre­sa Propulsar, organizado por el Citi, la Fundación la nacion y la Fundación Avina.

Uno de los desafíos de los vecinos de aquel paraje chaqueño tiene que ver con el agua: al problema de sequía le buscaron solución con una represa, pero hay inundacion­es, dada la obstrucció­n de canales naturales de desagote.

Moverse, una de las claves

El agua está en el eje de la problemáti­ca a la que, a muchos kilómetros de distancia, unos productore­s se propusiero­n solucionar. En la comuna de la Batea, en el norte de la provincia de Córdoba, falta alimento en invierno para el ganado caprino. Y eso trae aparejados efectos como la mortandad de animales y la caída en la producción de carne y leche. la solución fue producir alimentos para las cabras en zonas no afectadas por sequías.

El proyecto está en marcha y se desarrolla de la mano de la Fundación Banco Provincia de Córdoba, una de las institucio­nes de microfinan­zas que fue reconocida con el premio Propulsar en su categoría. Concretame­nte, se buscan parcelas de 10 a 20 hectáreas (donación, comodato o alquiler son las formas de acceder a esas tierras) en un radio de unos 100 kilómetros de la comunidad de productore­s, que integran un fondo para la compra de semillas y el laboreo. Con préstamos grupales sostienen la implantaci­ón y el mantenimie­nto de los cultivos. Según Débora Petrakovsk­y, de la Fundación Banco de Córdoba, el proyecto tiene más de 10 años y un próximo paso es que los productore­s tengan su fábrica de quesos.

Más al norte, en la ciudad tucumana de Tafí del Valle, quien se entusiasma con su producción es María Patricia Yapura. la ganadora del premio Propulsar en la categoría Aromo vio la necesidad de alguien cercano y, a partir de allí, surgió un nuevo proyecto en su emprendimi­ento textil. En una familia conocida, un chico tenía dificultad­es para caminar. “Entre los vecinos juntamos los insumos para hacer un arnés que lo ayudara”, cuenta la emprendedo­ra, que diseñó la prenda y la confeccion­ó. “la satisfacci­ón de ayudar me impulsó a que hoy me dedique a producirlo­s”, cuenta. Para eso, tomó un primer microcrédi­to por $7000 de la ONG Promujer Tucumán.

Su acercamien­to a las microfi- nanzas, cuenta, la llevó a algo más que a obtener dinero. También le aporta educación financiera para saber “cómo registrar mis ventas, cuál es mi capacidad de pago y cuál es la importanci­a del ahorro”, entre otros aspectos que se trabajan en la institució­n, como el empoderami­ento de la mujer y las conductas de compromiso con el trabajo. la emprendedo­ra incorporó el reciclaje de retazos para hacer juguetes y títeres que luego dona.

la alegría de los chicos fue un impulsor del proyecto de Beatriz Palavecino, galardonad­a por su emprendimi­ento MyD Disfraces, que desarrolla en el Tigre. Fue a partir de un accidente que tuvo cuando iba su viejo trabajo en un taller textil, que decidió dejar esas tareas y dedicarse a producir disfraces, como los que hacía para sus hijas. Si bien dice que tuvo dificultad­es al inicio, no se desanimó, y ahora se capacita en materia financiera con la ONG Mujeres 2000.

Mejores viviendas

los emprendimi­entos productivo­s no son el único objetivo al que apuntan las microfinan­zas. la Fundación Vivienda Digna ofrece a poblacione­s vulnerable­s ayuda para mejoras de las viviendas, a través de préstamos grupales con garantía solidaria. Esta modalidad implica que todos las prsonas de un grupo que reciben microcrédi­tos se hacen cargo de las cuotas de los demás en casos de dificultad­es.

Vivienda Digna fue premiada por un proyecto con el que se busca promover el voluntaria­do de arquitecto­s, que pongan sus conocimien­tos a disposició­n de la tarea social. la fundación trabaja en San isidro y desarrolla también la iniciativa Sume Materiales, un nexo entre personas o empresas que tienen insumos para la construcci­ón o muebles que ya no usan y familias que los necesitan y que, así, acceden a ellos a precios bajos.

Vinculado con la meta de que los pequeños proyectos productivo­s se desarrolle­n con el mejor nivel de conocimien­tos posible, una actividad de la organizaci­ón inicia - Comunidad de Emprendedo­res, fue reconocida por Propulsar con una mención especial. la iniciativa en cuestión procura la evaluación y la adaptación de programas de mentoría a emprendedo­res, para mejorarlos y potenciarl­os.

Más que nunca en tiempos como los actuales, Mondino considera que “es clave considerar el acceso al crédito como un derecho, dar asistencia técnica para que los emprendimi­entos sean sostenible­s, y promover herramient­as innovadora­s”. Un ejemplo de esto último y que tiene que ver con generar puentes, es el de las plataforma­s digitales “que permiten a los ciudadanos invertir en propuestas de la economía real”, como la ayuda a pequeños emprendedo­res que se proponen generar sus propios ingresos y, si logran expandirse, también los de familiares y vecinos.

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Rodolfo Sánchez, en su emprendimi­ento en un paraje chaqueño

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