Una ficción sobre la justicia
En su primera novela, Verónica Boix (Buenos Aires, 1973) cuenta en dos tiempos la historia de una defensora oficial penal inmersa en el sistema judicial de la provincia de Buenos Aires. En el presente, se narra un sinuoso recorrido por despachos judiciales, comisarías, tribunales y cárceles bonaerenses, regidos por un curioso principio de desobediencia que suele favorecer a los más poderosos. Versión femenina de Hamlet en el conurbano, la protagonista se interroga por el sentido de sus acciones mientras devela los intereses que oculta el proceder de los demás y, en especial, el lenguaje. Aunque recién fue nombrada en el cargo, está entrenada en medir la distancia entre los ideales y la realidad.
Mediante una segunda línea narrativa que se remonta a su infancia en Quilmes, asoma en la novela el germen del ideal de justicia que late en la protagonista. Identificada con el mundo de alianzas entre mujeres, descubre que en el reino de la ley esta se aplica de modo desigual según la clase de pertenencia. “Les ponemos una etiqueta: negros, corruptos, villeros, cabeza, malandras, cacos, marginales, reincidentes, zurditos, motochorros, subversivos, rebeldes, drogadictos, borrachos”, enumera ante Ana, la fiscal para la que trabaja. Junto con Emilia, integran un trío de justicieras que enfrentan de manera tan tenaz como desesperanzada la indiferencia del mundo. Original acceso a un universo poco frecuentado por la ficción local, de la mano de una escritora que sabe de lo que habla: a los 40 años, Boix abandonó la carrera judicial para dedicarse al periodismo cultural y la literatura.