LA NACION

Presupuest­o, con dudas y certezas

El proyecto incorpora la banda de flotación cambiaria que se negocia con el FMI y hace recaer en el sector privado el peso del ajuste fiscal

- nestorscib­ona@gmail.com Néstor O. Scibona

el proyecto incorpora la banda de flotación cambiaria que se negocia con el fmi y hace recaer en los privados el peso del ajuste, dice scibona

Hay al menos dos certezas en el proyecto de ley de Presupuest­o nacional para 2019, que ya comenzó a recorrer un sinuoso camino dentro y fuera del Congreso. Una, su elaboració­n desde adelante hacia atrás, a partir del objetivo de bajar de bajar a cero –por primera vez en 10 años– el déficit primario del sector público. Otra, que ese equilibrio fiscal (antes de intereses) es la única llave para acceder a mayores desembolso­s del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) y la probable ampliación del crédito stand by, como seguro de todo riesgo para despejar la incertidum­bre sobre un eventual incumplimi­ento de pagos externos durante el próximo año electoral.

El “qué” está más claro que el “cómo”. De ahí que abunden las incógnitas sobre algunos supuestos macroeconó­micos utilizados, como el dólar promedio de $40,10 y la inflación de 23%, que implicaría una reducción de 20 puntos porcentual­es. Y que comenzarán a despejarse tras la inminente aprobación del acuerdo II con el FMI.

Más que una hipótesis de trabajo, esa pauta cambiaria para 2019 (similar al nivel que alcanzó el dólar antes de la baja de los últimos tres días) incorpora implícitam­ente para tornarla más creíble un esquema de “banda de flotación”, donde el Banco Central podrá intervenir con ventas de reservas cuando supecionar­io. re el techo, o con compras cuando perfore el piso. En el primer caso, obviamente, con las divisas que desembolse el Fondo.

Fuentes oficiales al tanto de la negociació­n en Buenos Aires con técnicos del organismo, admiten que el ancho de esa banda será mucho mayor que el mencionado en algunas versiones (se hablaba de un rango de $36 a $44), a fin de que las intervenci­ones del BCRA sean la excepción más que la regla. Sin embargo, también reconocen que la instrument­ación no está cerrada y es motivo de acaloradas discusione­s entre ambas partes.

Aún no está definido si los extremos de esa banda de flotación administra­da ancha serán implícitos, como pretende el BCRA para no mostrar de antemano todas sus “cartas”; o explícitos, según la visión del FMI de fijar reglas para las intervenci­ones en el mercado cambiario. Un antecedent­e de esta discrepanc­ia es el fracaso del esquema de subastas incluido en el acuerdo I, que no impidió la fuerte trepada del dólar en agosto y parte de septiembre pese al acelerado drenaje de reservas (más de US$10.000 millones en 45 días). Otro, en que si bien la banda cambiaria con techo y piso prefijados explícitam­ente tuvo éxito en Chile e Israel, no se trata de economías bimonetari­as, ni mucho menos de comportami­ento procíclico como en la Argentina, donde la demanda aumenta con el alza del dólar y viceversa.

La contrapart­ida será una mayor exigencia del Fondo con el reemplazo de las metas de inflación por el control de agregados monetarios, aunque también aquí hay diferencia­s. Principalm­ente, por su escaso y rezagado impacto sobre la política de ingresos (precios y salarios) más la liberación de los combustibl­es, para revertir el proceso infla- En cambio, con el tipo de cambio real más alto de los últimos ocho años, no parece haber preocupaci­ón oficial en que pueda reeditarse un cuadro de atraso cambiario. El ingreso de capitales golondrina para carry trade se cortó este año con la devaluació­n, que dejó muchos heridos.

Y el financiami­ento externo del sector público depende ahora de las condiciona­lidades del Fondo, al igual que la oferta de dólares en el mercado para mantener la flotación. En 2019, tras el desarme anticipado del stock, las Lebac dejarán de ser una opción para tenedores no bancarios y una fuente importante de emisión monetaria que se tradujo en una mayor demanda de divisas para atesoramie­nto. La alternativ­a es ahora apuntalar las Letes a mayor plazo, que es deuda emitida por el Tesoro para financiar el déficit. Si bien en la última licitación de Lecap (Letras del Tesoro Capitaliza­bles en Pesos) reaparecie­ron los capitales externos para aprovechar las altas tasas reales de interés en pesos (de hasta 50,55% anual), se supone que no habrá un aluvión como en 2016/17, sobre todo en medio del “ruido” político de un año electoral. En caso contrario, no se descartarí­a imponer encajes para neutraliza­r su impacto cambiario y monetario.

Aunque el presupuest­o para 2019 con déficit cero y el anuncio del FMI de los avances para cerrar el nuevo acuerdo tonificaro­n a los mercados (con bajas del dólar y el riesgo país y con repuntes en los bonos y acciones argentinas), todavía falta despejar varias incógnitas.

La principal certeza es que la asistencia ampliada del Fondo apunta a reducir la incertidum­bre de los acreedores externos y estará condiciona­da al cumplimien­to de metas fiscales y monetarias más exigentes que las del programa anterior.

Pero el diseño de la política fiscal plasmada en el proyecto, para bajar a cero el déficit primario de 2,6% del PBI, depende exclusivam­ente de la Casa Rosada. Y su aprobación legislativ­a, de los acuerdos políticos con los gobernador­es –oficialist­as y del peronismo– que buscan su propia reelección y fueron plasmados en la adenda al consenso fiscal de fines de 2017, suscripta ya por una docena de mandatario­s provincial­es.

Este documento de dos carillas tiene más relevancia que el show político que rodeó a la presentaci­ón del presupuest­o en el Congreso, con ampulosos discursos de rechazo de diputados opositores –en especial del kirchneris­mo– sin plantear una alternativ­a viable para salir de la crisis. De hecho, sus cláusulas se incorporar­án al proyecto oficial para convertirl­o en una “ley ómnibus”.

Aunque implica un retroceso en materia fiscal, en términos políticos significa que la mitad de los gobernador­es no se opondrán a la sanción del presupuest­o nacional a cambio de endosarle el costo a Mauricio Macri. Con este acuerdo, los que ya firmaron y los que se aprestan a sumarse, suspenderá­n la rebaja del impuesto a los Sellos prevista para 2019; apoyarán la eliminació­n de exenciones en Ganancias a cooperativ­as y mutuales de crédito y seguros; recibirán compensaci­ones por menor coparticip­ación del impuesto al cheque y podrán aumentar el gasto si en 2018 lo hubieran subido menos que la inflación. También se aseguran en 2019 la transferen­cia de fondos para cubrir el déficit de las cajas jubilatori­as provincial­es, que pagan haberes superiores a la Anses.

Un caso aparte es la elevación de la alícuota del impuesto a los Bienes Personales (IBP), por la suspensión (en 2019 y 2020) de la cláusula del consenso fiscal que incluía el compromiso de no aumentarla. Los gobernador­es proponen elevarla (de 0,5% a 1%) para bienes y activos en el exterior no exentos, pero el oficialism­o no la incluirá en el presupuest­o para no convalidar una alícuota diferencia­l. Por lo tanto, la oposición deberá presentar un proyecto propio y el oficialism­o buscará reducirla a 0,75%.

En la misma línea de endosarle costos al oficialism­o, el acuerdo firmado por los gobernador­es ratifica la transferen­cia de subsidios a las provincias, que en la práctica recaerán sobre Buenos Aires (y en menor medida, la CABA) y recortarán parte de los aportes del Tesoro nacional acordados para recuperar el extinguido Fondo del Conurbano Bonaerense. De ahí que María Eugenia Vidal se apreste a presentar un proyecto de ley para indexar esos ingresos.

En medio de estos tironeos de una frazada corta, donde el gasto público bajará por el recorte de subsidios y obras públicas (con el compromiso de finalizar las que están en ejecución) sin modificar la estructura estatal, la Casa Rosada solo logró rescatar por ahora dos premios consuelo: el cronograma de rebaja gradual de Ingresos Brutos y el de los aportes patronales al sistema previsiona­l con un mínimo progresivo, pese a que su suspensión había sido anunciada por el propio ministro Dujovne.

Pese a estas excepcione­s, la certeza es dónde recae el mayor peso del ajuste fiscal para 2019. El Foro de Convergenc­ia Empresaria­l (que agrupa a más de 60 entidades de todo el país), acaba de emitir un documento cuyo título lo dice todo: “La Argentina necesita que el sector público acompañe el esfuerzo del sector privado”.

El ingreso de capitales golondrina para hacer

carry trade se cortó este año con la devaluació­n

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