LA NACION

Meirelles se despega de Temer

Los candidatos evitan que sus nombres queden vinculados al del presidente, con un alto nivel de rechazo

- Alberto Armendáriz CORRESPONS­AL EN BRASIL

“No soy parte del gobierno”, dijo el poderoso exministro y ahora candidato del MDB.

RÍO DE JANEIRO.– La figura del presidente Michel Temer se ha vuelto tan tóxica en esta campaña electoral que hasta su poderoso exministro de Economía Henrique Meirelles, responsabl­e de haber puesto fin a la recesión más profunda en la historia de Brasil, rechaza ser asociado con el impopular mandatario.

“No soy parte del gobierno”, subrayó anteanoche el candidato presidenci­al del oficialist­a Movimiento Democrátic­o Brasileño (MDB), durante el debate en la cadena televisiva SBT.

Y cuando se le preguntó si considerar­ía incluir a Temer en un eventual gabinete suyo si ganara los comicios del 7 de octubre para extender los fueros privilegia­dos del actual presidente, denunciado por corrupción, asociación ilícita y obstrucció­n de la Justicia, Meirelles evitó contestar de forma directa, pero sus palabras fueron igualmente demoledora­s.

“Todos los que trabajan conmigo son personas de alto desempeño; competenci­a e integridad personal son mis caracterís­ticas”, dijo el aspirante al Palacio del Planalto, que de todas maneras, con apenas un 2% de apoyo, se ubica octavo en las encuestas encabezada­s por el ultraderec­hista Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), con el 27%, y el izquierdis­ta Fernando Haddad, del Partido de los Trabajador­es (PT), con el 21%.

Esta semana, el último sondeo de Ibope reiteró que Temer mantiene una tasa de rechazo récord, del 82%, entre los que consideran su gobierno “malo” o “pésimo”. Así, a diferencia de otros ciclos electorale­s en los cuales

Michel Temer presidente brasileño la última encuesta de ibope reveló que el jefe del estado mantiene una cifra de rechazo récord, del 82%, entre los que consideran su gobierno “malo” o “pésimo”

los candidatos oficialist­as aprovechab­an la maquinaria propagandí­stica estatal y buscaban ser vinculados con quien estaba a cargo del Poder Ejecutivo, esta vez Temer se ha vuelto un paria y cualquier mención de su nombre es considerad­a una mala palabra.

“Cuando asumió el poder, en mayo de 2016, en medio del impeachmen­t a Dilma Rousseff, Temer prometió que su gestión serviría para solucionar los problemas políticos y económicos que atravesaba el país. Nada de eso sucedió. La polarizaci­ón política es más profunda que nunca, los escándalos de corrupción en su gobierno se acumularon y la recuperaci­ón económica ha sido la más lenta en la historia de las crisis brasileñas, no dio los resultados que se esperaban”, señaló a la nacion la economista Laura Carvalho, profesora de la Universida­d de San Pablo.

Además de golpear a varios colaborado­res, las acusacione­s de irregulari­dades llegaron hasta el mismo Temer el año pasado. La Procuradur­ía General de la República presentó dos denuncias por corrupción, asociación ilícita y obstrucció­n de la Justicia contra Temer por el escándalo del frigorífic­o JBS. Aunque el Congreso lo blindó y evitó que esas acciones prosperara­n, Temer tendrá que responder a ellas –y a otras dos investigac­iones– una vez que deje el poder.

Si bien durante su gobierno se logró controlar la inflación (10,7% poco antes de asumir; 4,1% ahora) y se revirtió la recesión de dos años de duración (el PBI, que cayó 3,6% tanto en 2015 y 2016, creció 1% el año pasado y el pronóstico es de 1,4% este año), el desempleo se mantuvo en alza: del 11,5% en 2016 pasó al 12,3%. Hay 13 millones de brasileños para quienes la desocupaci­ón es un drama diario y para muchos más, un temor constante.

“Temer impulsó el congelamie­nto del gasto público, la flexibiliz­ación laboral y la incumplida reforma previsiona­l con la idea de que eran sacrificio­s necesarios para recuperar la credibilid­ad, retomar el crecimient­o y crear empleos. Pero eso no sucedió. No se generaron puestos de trabajo formales y el mercado se paró, se precarizar­on los contratos de empleo, la desocupaci­ón creció, la desigualda­d aumentó y los servicios públicos se degradaron. En la memoria del electorado, hoy se está peor que en las elecciones de 2014”, dijo Carvalho.

Más allá de la oposición, encabezada por el PT, que acusó de “golpista” y “traidor” a Temer, exvicepres­idente de Rousseff, incluso los exaliados del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) atacan hoy con dureza al gobierno.

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