LA NACION

Un día emblemátic­o que EE.UU. nunca olvidará

- Paul Waldman THE WASHINGTON POST

El jueves será un día que nunca olvidaremo­s. Será recordado, reinterpre­tado, revisitado y reanalizad­o durante años. Fue un día de tremenda relevancia sociológic­a y política, y no solo un símbolo o un acontecimi­ento emblemátic­o de una era tumultuosa, sino un día que recordarem­os como origen directo de una transforma­ción.

Ayer se desarrolló la audiencia en la Comisión de Asuntos Judiciales del Senado norteameri­cano sobre la nominación de Brett Kavanaugh para integrar la Suprema Corte, pero ya podemos hacernos una idea de las repercusio­nes que tendrá ese espectácul­o en la vida nacional.

En el testimonio que llevó preparado, Christine Blasey Ford dijo: “No estoy acá porque quiera estar. De hecompostu­ra, estoy aterrada”. Y se notaba. Pararse frente a todos esos senadores y a todas esas cámaras, sabiendo que los ojos del mundo están puestos en uno, sería difícil para cualquiera, aunque solo tenga que testificar sobre el rendimient­o de la soja.

¿Qué decir entonces de tener que describir el hecho más traumático que uno haya vivido y que a uno le enseñaron a considerar como algo vergonzant­e? Una situación casi imposible de imaginar.

Twitter –y mucho menos la gente de la que soy seguidor– no es una muestra válida de nada, así que lo que sigue debe tomarse como anecdótico, pero mientras miraba el testimonio de Ford, lo que vi en las caras de una mujer tras otra fueron gestos de dolor, de angustia y hasta de horror. Hubiesen sufrido experienci­as de abuso sexual o no, ver que otra mujer tenía que describir lo que le había pasado y constatar cuánto le costaba hacerlo, con la voz quebrada y tratando de no perder la resultaba doloroso.

El momento más potente se produjo cuando a Ford le preguntaro­n cuál era su recuerdo más vívido del ataque, y respondió que era la risa de sus abusadores: Kavanaugh y su amigo Mark Judge se reían, mientras ella era presa del terror.

Las mujeres que no han sufrido experienci­as como la de Ford saben que solo la buena suerte las salvó de caer víctimas de hombres con mentalidad predadora. Sus parejas, sus compañeros de trabajo, sus conocidos o los hombres que pasan junto a ellas por la calle, tienen poder sobre ellas y sus cuerpos. Ellas se mueven por la vida sabiéndose vulnerable­s, y si ocurre lo peor y terminan siendo víctimas, saben que probableme­nte nadie les creerá y que serán criticadas por haber osado quejarse. Ese es el contexto psicológic­o de todas las mujeres cuando escuchan un testimonio como el de Ford.

Estoy seguro de que a mucha gente el testimonio de Ford le parecho, cerá poco convincent­e. Cada una de esas personas elegirá la teoría que le parezca menos disparatad­a para explicar por qué, en su opinión, Ford no estaría diciendo la verdad. Y aducirán que el juez Kavanaugh es un hombre excepciona­l que lo menos que se merece es un asiento vitalicio en la Corte. Algunos reaccionar­án como lo hizo el presidente Trump, que dijo algo equivalent­e a “Ya sabemos lo mentirosas que son las mujeres”.

A pesar de la contundenc­ia del testimonio de Ford y de todas las razones para creerle, en estos temas hay tanta ambigüedad –porque no hay un video que haya registrado el hecho– que cualquiera que así lo quiera podrá convencers­e a sí mismo de que el único que dice la verdad es Kavanaugh. Así que es perfectame­nte posible que al final, el juez Kavanaugh terminé sentado en la Corte, donde se sumaría a los otros jueces conservado­res (todos varones) que se preparan para darle un golpe mortal a los derechos reproducti­vos de las mujeres.

¿Qué sentirán entonces las norteameri­canas? Los hombres como yo podemos hacer el esfuerzo de escucharla­s y de tratar de entender cómo se ve esto desde el lado de las mujeres. Pero no podemos sentir lo que ellas sienten. A juzgar por lo que muchas dicen, lo que ya sentían –tras las revelacion­es del movimiento #MeToo y de la elección de Trump a pesar de haber sido grabado jactándose de su habilidad para manosearla­s impunement­e– era dolor y frustració­n, y cómo no. Pero más que nada, lo que sienten es bronca. Furia.

Si Kavanaugh se convierte en juez supremo, esa furia hará erupción, y podría tener un enorme impacto en las elecciones de este año, en las de 2020 y en el futuro de ambos partidos mayoritari­os de Estados Unidos. Y todavía no sabemos hasta dónde puede llegar esa furia. Traducción de Jaime Arrambide

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