LA NACION

El irrenuncia­ble derecho a saber

- Eduardo Bertoni Director de la Agencia de Acceso a la Informació­n Pública

El acceso a la informació­n pública es indispensa­ble para generar confianza en el Estado, evitar asimetrías en la informació­n, aumentar la racionalid­ad en la toma de decisiones y contribuir a la prevención de la corrupción. Consciente­s de ello, un grupo de organizaci­ones de la sociedad civil reunido en Sofía, Bulgaria, impulsó en 2002 que el 28 de septiembre de cada año se celebre el Día Internacio­nal del Derecho a Saber, como modo de impulsar el efectivo ejercicio de este derecho. En 2015 la Unesco se sumó oficialmen­te a esta celebració­n.

Pero además esta semana se cumple un año de la vigencia de la ley 27.275, de acceso a la informació­n pública, coincident­e con la puesta en funcionami­ento de la Agencia de Acceso a la Informació­n Pública (AAIP), del Poder Ejecutivo Nacional (PEN). La ley aprobada en 2016 saldó una deuda pendiente en materia de transparen­cia en nuestro país: antes el acceso a la informació­n pública estaba regido por un decreto que solo permitía solicitude­s al PEN. Hoy muchos más están obligados a dar informació­n pública, como las empresas y sociedades del Estado; concesiona­rios, permisiona­rios y licenciata­rios de servicios públicos; sindicatos, universida­des y partidos políticos, entre otros.

La AAIP –sin perjuicio de que también sea la autoridad nacional de protección de datos personales– es la encargada de resolver los reclamos que se presenten ante el incumplimi­ento de la entrega de informació­n por parte de algún organismo del PEN. Sus resolucion­es son de carácter vinculante y se informa quiénes no cumplen con aquellas a partir del registro de incumplido­res, que se actualiza periódicam­ente y que puede ser consultado en nuestro sitio en internet.

Realizar una solicitud es muy sencillo: no hace falta indicar el motivo, citar la ley ni pagar. Incluso se puede solicitar informació­n pública a través de internet, lo cual facilita el trámite en un país con una gran extensión territoria­l como el nuestro. Durante los primeros 10 meses de vigencia de la ley se realizaron 2417 solicitude­s de acceso a la informació­n pública, duplicando la cantidad de solicitude­s mensuales recibidas en los 10 meses anteriores. Durante este año se tramitaron ante la AAIP más de 150 reclamos iniciados por solicitant­es de informació­n que no obtuvieron respuesta o la considerar­on insuficien­te. Gracias a la intervenci­ón de la agencia, los organismos entregaron en buena medida la informació­n pedida.

Además, la ley incluye dos novedades: la primera es que instaura el concepto de la “transparen­cia activa”, que es la publicació­n en los sitios web por parte de los sujetos obligados de informació­n de manera clara, estructura­da y accesible, que permita la reutilizac­ión por parte de terceros. Desde el 1° de junio todos los ministerio­s cuentan con esta solapa en sus páginas, y estamos avanzando con el resto de los organismos para que la incorporen en los próximos meses. Los resultados nos permiten ser optimistas a pesar de que no todos tengan completa en un 100% la informació­n que obligatori­amente deben brindar sin que nadie la pida.

La segunda novedad es la creación del Consejo Federal para la Transparen­cia, compuesto por un representa­nte de cada provincia y que tiene por objeto la concertaci­ón de políticas en materia de transparen­cia y acceso a la informació­n pública. El Consejo, cuya presidenci­a ejerce la AAIP, ya celebró su primera reunión y hubo acuerdo en impulsar principios básicos de transparen­cia en todo el territorio de nuestro país, independie­ntemente de la jurisdicci­ón que correspond­a.

Mientras se celebra esta semana el Día Internacio­nal del Derecho a Saber y el primer año de la puesta en marcha de la AAIP, el desafío por delante será profundiza­r la implementa­ción de la ley, trabajando en pos de un cambio cultural en el interior de las organizaci­ones para que sus integrante­s siempre actúen bajo los principios de transparen­cia y acceso a la informació­n pública. Pero ello es un trabajo en conjunto y su éxito traerá una ciudadanía empoderada que demande informació­n pública y un Estado que responda adecuadame­nte.

El desafío es trabajar en pos de un cambio cultural en las organizaci­ones

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