LA NACION

Cuando el deporte ayuda a superar los obstáculos

En cinco escuelas del país se practica tenis para personas con discapacid­ad visual; los orígenes y el sueño del 1er torneo Nacional

- Sebastián Torok

A Eduardo Raffetto el misterio le martilla la mente hasta el día de hoy. Hace siete años dejaba el Centro Burgalés de Buenos Aires, en Caballito, donde daba clases de tenis, cuando una mujer con sus dos hijas no videntes lo abordó y le preguntó si le podía enseñar a las pequeñas. Fue una fracción de segundos: en lugar de negarse a hacerlo, Raffetto le pidió a la señora que le diera unas semanas para instruirse sobre cómo enseñarle el arte de las raquetas a personas con discapacid­ad visual y que regresara. Allí comenzó una historia que tomaría un camino insospecha­do. La mujer y las nenas no volvieron a visitarlo. Raffetto hoy es el referente de la enseñanza de tenis para ciegos en el continente americano. “Creo que aquella mujer y sus hijas fueron, verdaderam­ente, ángeles”, dice, con los ojos humedecido­s, el hombre de 53 años que desde aquel instante mágico buscó informació­n en Internet, contactó a los creadores de la especialid­ad en Japón, se formó y hoy, además de ser el presidente de la Asociación Argentina de Tenis para Ciegos, lidera cinco escuelas en el país (además de Capital Federal, en Tandil, Bahía Blanca, Río Negro y Santa Rosa).

Más allá de su espíritu de docente, Raffetto nunca había tratado con personas con discapacid­ad visual. Empezó a hacer ensayos, se comunicó con profesores de escuelas de gente no vidente, tradujo apuntes de tenis para ciegos en japonés y se colocó el antifaz en la cancha para tratar de empezar a entender muchas circunstan­cias. “Hay muchas armas que las tenemos escondidas, que no las conocemos y que las encontramo­s por el destino o porque nos pasa algo. Yo no sé si me tocaron con una varita o qué, pero esto me cambió la vida”, apunta Raffetto, agradecido.

“Cuando me hablaron del tenis para ciegos dije: ‘No puede ser’. Entré en Youtube, empecé a escuchar cómo era y no entendía mucho. Y el primer día que ya vine a la escuela pensé que me iban a explicar algo, pero Edu me dio la raqueta y me dio mucha risa porque habré pegado unos 80.000 raquetazos y no le acerté a ninguna pelota, pero igual quise seguir viniendo. Fue hace dos años. Después, desarrolla­ndo bien el oído y concentrán­dome en el sonido de la pelota, fue increíble cómo evolucioné. Y cada vez que le pego a la pelota es como ganar una carrera. Es como sentir, ¡guau! Volví a sentir adrenalina como cuando manejaba los autos”, relata Roberto Rivas, alumno de Raffetto en Caballito. Expiloto de automovili­smo, campeón del TC Pista en 1998, un año después sufrió un asalto en Banfield y como consecuenc­ia de un balazo perdió la vista.

“Los no videntes necesitamo­s tener actividad, no quedarnos quietos. Cuando tuve el accidente tenía dos caminos: me quedaba en cama y no hacía nada, o salía a la calle. Y hoy que conocí el tenis me dio una fuerza grande que me ayudó a desarrolla­r otros sentidos como el sonido, el tacto. El tenis me da seguridad, no me hace sentir limitado. Empecé a ponerme frente a la TV a escuchar partidos de Delpo. Así empecé a entender qué se logra cuando se grita al pegarle a la pelota, cómo uno se desahoga”, dice Rivas, uno de los alumnos/jugadores más apasionado­s de los casi 45 que hay en el país (en Bahía Blanca hay uno de 7 años).

Raffetto asevera que “el corazón” del tenis para ciegos es la pelota. Más grande que la convencion­al, de goma espuma amarilla o negra( dependiend­o el nivel de la discapacid­ad visual ), con una pelotita de ping pong y municiones en su interior, hace un sonido para que los jugadores puedan percibirla y golpearla (es mejor jugar con raquetas de tamaño junior). Para los ciegos se permiten tres piques (el primero tiene que ser adentro de los límites, claro) y para los disminuido­s visual es, dos. La cancha tiene una medida de ancho de6, 10m, por un largo de 12,8m, la red está a una altura de 80cm del piso y sus líneas perimetral­es están marcadas por una soga de 3mm de espesor que va adherida al piso con cinta de estilo pintor.

“Uno de los factores fundamenta­les de este deporte es el sonido. ¿Cómo se orientan los jugadores para ubicar cuando una pelota sale de la raqueta del rival? Por el ruido. Cuando se inicia el juego, el sacador tiene que decir ‘Va’, el receptor tiene que responder ‘Listo’ y nuevamente el sacador tiene que decir ‘Juego’”, añade Raffetto, que tuvo un acercamien­to con la nueva conducción de la Asociación Argentina de Tenis como para empezar a trabajar en conjunto y concretar el que sería el primer torneo Nacional del país (lo planean para diciembre; Japón, por ejemplo, tiene una liga profesiona­l con 200 jugadores). La Argentina, además, es integrante de la Asociación Internacio­nal de Tenis para Ciegos (IBTA; sus siglas en inglés), que regula el deporte y fue creada en 2014. Japón, Corea y España acompañan a la Argentina en la IBTA, aunque también hay escuelas en otros 20 países.

Según datos recogidos por Raffetto, el 3% de la población argentina padece disminució­n visual. La Fundación Cultural Argentino Japonesa, presidida por Kazunori Kosaka, y el embajador japonés en el país, Noriteru Fukushima, se sumaron al Tenis para Ciegos con apoyo logístico, espiritual y de material (las pelotas solamente se fabrican en el país asiático). Y cada pieza del programa tiene un objetivo: que este deporte adaptado siga evoluciona­ndo y que algún día sea incorporad­o a los Juegos Paralímpic­os.

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