Intenso thriller psicológico
Si el clima que se siente de entrada es de profunda desesperación, esto se irá acrecentando conforme avance la acción. Porque los personajes están en una sala de espera de un hospital, porque sucedió un accidente automovilístico, porque no se sabe cómo están las personas involucradas, pero, y por sobre todas las cosas, porque se desconoce gran parte de lo ocurrido y ese será el principal punto de suspenso que transitará esta obra.
Las niñas no deberían jugar al futbol es, sin dudas, un thriller, pero lo que la hace más intrigante es que la historia que se desarrolla en escena podría verse como el lado B de los hechos. Existió un suceso que involucró a tres personas que nada parecen tener en común. Ellas saben, claro, qué las une, pero están en terapia intensiva y no pueden narrarlo. En cambio, la obra de la española Marta Buchaca, que aquí dirige Adriana Roffi, decide concentrarse en la historia de quienes esperan con angustia conocer el estado de salud de sus seres queridos, y con profunda preocupación, porque no saben lo que sus personas más cercanas estaban haciendo. Esto le otorga un carácter oscuro y pesado. Ni que hablar cuando además se precisa que una de las pasajeras accidentadas tiene solo 12 años y su mamá desconocía aquel viaje. Roffi administra bien los detalles, los hace emerger de a poco para que se sienta en la pla- tea el peso de la incertidumbre.
Julia espera impaciente noticias del estado de su hija. A su lado, pero solo por cuestiones de proximidad, está Sara, que espera de la misma manera noticias sobre su padre, José, de 62 años. En esta pequeña, desértica y fría sala de espera el grado de intimidad entre desconocidos apabulla. A estas dos mujeres se les suma un tercero: Tony, un personaje sórdido que espera noticias de su novia, Lidia, también involucrada en este fatídico accidente. ¿Qué hacían tres personas desconocidas rumbo a Pilar? ¿Qué hacía una niña de apenas 12 años viajando con dos supuestos desconocidos sin permiso de su madre?
De qué trata esta obra es difícil de precisar porque los temas que aborda son muchos y profundos. El tono claramente es de suspenso, un suspenso psicológico que cala hondo en estos personajes que se van descubriendo de a poco. Lo que sí es seguro es que la pieza indaga en las relaciones humanas, los secretos y las incomunicaciones que anidan en los entramados familiares y hasta en qué medida se desconoce al que se tiene al lado. Ni que hablar de la problemática de los hijos incomprendidos por los padres, para quienes se convierten en verdaderos extraños. Pero hay más, Las niñas no deberían jugar al fútbol muestra el azar como principio constructivo. Así como en su momento la película de González Iñárritu Amores perros mostraba de qué feroz manera los accidentes de tránsito se convierten en un punto de unión de historias completamente distantes, esta obra, en una puesta sencilla pero eficaz, parece retomar este tópico y mostrar su potencia.