Un potente biodrama que rockea la diversidad
Marina Otero es una performer sumamente singular. Hace unos años presentó un trabajo que terminó dando vueltas por varios festivales del mundo que llamó Recordar 30 años para
vivir 65 minutos. Aquel recorrido por sus propios pasos de vida era tan caótico en su estructura como de una extremo orden interno en lo que hace a su honestidad. Indudablemente aquella experiencia que volverá a Timbre 4 dejó sus huellas o forma parte, quizás haya que entenderlo de esta manera, de su propia búsqueda como creadora.
En estos momentos Marina Otero está presentando 200 Golpes de
Jamón Serrano, obra en la que comparte escena con Gustavo Garzón (“esto es más que un biodrama, es un egodrama”, confiese ella en la obra), y Hogar, performance que es el resultado del taller El Cuerpo como Obra y Destino, que coordinó quien supo trabajar con Pablo Rotemberg y Emilio García Whebi. En Hogar
son cuatro intérpretes (Agustina Barzola Würth, Candelaria Gauffin, Paloma Roldán y Rosario Ruete) de historias absolutamente disímiles que cuentan sus vidas en medio de un furioso tono punk/rock escénico. También hay un actor que hace de cheto (Tomas Ruiz Guiñazú) y otro que reemplaza a otro actor que dice ser médico (Julián Rodríguez Rona, el de más trayectoria del elenco). Las historias de ellos dos se entrelazan con las de ellas en un recorrido compuesto por solos, momentos grupales, escenas radicalmente definidas por la acción coreográfica, melodías descarnadas, cierto aire pop y una permanente reflexión sobre los estereotipos, lo diverso y el papel de la mujer. Todo dentro de un cuerpo escénico en el que conviven y articulan distintos lenguajes artísticos.
Hogar es una inquietante propuesta que rockea expresión en estado puro. De ahí la potencia y aun su propio caos como hecho constitutivo de este hogar habitado por intérpretes con “hambre escénico” que, tal vez, podría tener un trabajo dramatúrgico más afinado que potencie aún más su personal naturaleza.