LA NACION

Plegarias para un dios dormido

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Estimulant­e, con carácter, filosófico y sumamente crítico con el estado actual de las cosas. Hay un nuevo Lenny y hay un Kravitz de siempre, y en el medio, una obra, la undécima de su discografí­a de estudio, que conversa con su tiempo. Cuatro años después de Strut, la semilla que plantó en 2011 cuando dio a conocer Black & White America termina de germinar en este disco urgente y a caballo de su groove.

Si hay algo que tiene Lenny es groove, onda, una manera sensual de decir las cosas. Si bien ese sello permanece y es lo que lo hace reconocibl­e, también hay un paso mas allá en lo discursivo y en lo musical. Tanto en lo que se dice como en lo que se canta y toca, la variedad de climas y estados de ánimo hacen de Raise Vibration un álbum de largo aliento, de esos que proyectan nuevas lecturas y sensacione­s en cada escucha.

En el comienzo Lenny se deja ver “envuelto en tristeza” y “atrapado en la nada”. Mira al cielo, eleva una plegaria y le pide a su dios que lo libere de la soledad y el egoísmo. De “We Can Get It All Together” se trata, que se inicia claustrofó­bica hasta la irrupción de una batería luminosa, vibrante. De esa desesperan­za inicial Kravitz sale con mucho soul. En la irresistib­le “Low” se conecta con Michael Jackson y con la música disco y se permite decir trivialida­des (“solo quiero una amante”) que en otro tiempo eran moneda corriente en él. De allí sale latoso, maquinoso y futurista. La angustia lo (nos) invade y su reacción es lanzar un pedido desesperad­o de que empecemos a comunicarn­os. “Who Really Are The Monsters?” (“Tal vez sea hora de mirar directo al espejo... ¿hay alguien ahí?) bien podría ser una canción de Muse, aunque para ponerle su firma Kravitz la acerca al sonido de Curtis Mayfield, algo que hará una y otra vez a lo largo del álbum y que solo es decididame­nte obvio en ese himno antibélico que es “It’s Enough!”, el tema que eligió meses atrás como anticipo de Raise Vibration.

Si algo supo hacer Lenny Kravitz en su undécimo álbum de estudio fue elegir muy bien los colores. Su paleta aquí va de atardecere­s rojizos, como los que ilustran el booklet, a tonalidade­s bien cristalina­s. La furia que desata en “It’s Enough” (“Es suficiente... en el sistema no podés confiar. Es suficiente... cuando todo el mundo está corrupto”) contrasta (y se agradece que lo haga) con “Johnny Cash”, una balada que viaja al pop de los años 80 desde una perspectiv­a pinkfloydi­ana. “Solo abrázame como Johnny Cash cuando perdí a mi madre... solo abrazame fuerte por el resto de mi vida”, suplica para que sus fans de ayer, hoy y siempre se derritan a la primera escucha.

Antes de una segunda mitad del disco que se revela más funky y caliente, este gran conocedor de la historia del rock se despacha con otra balada, pero al piano y del estilo de sir Elton John. “Nuestro reloj corre rápido”, nos canta en “Here to Love”, y antes que logremos despegarno­s de cierta atmósfera empalagosa nos da la estocada final: un coro góspel que nos canta desde el cielo que no estamos aquí para juzgar, sino para amar.

Casi sin que podamos recuperarn­os, la extensa “It’s Enough” se conecta al instante con la vieja escuela de la música soul, Mayfield, Otis Redding, la lucha por los derechos civiles, el medio ambiente, los problemas de hoy y los de cuarenta años atrás unidos en un loop incesante que, como la más recurrente de las pesadillas, no podemos detener. “Estamos jodidos”, nos recuerda Kravitz y, por suerte, lo hace con ese groove que nos invita a despabilar cuerpo y mente.

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