LA NACION

Dos Cristinas pueden definir 2019

- Eduardo Fidanza

Hacer pronóstico­s en un mundo incierto es una tarea arriesgada, si no inútil. A la luz de los últimos acontecimi­entos, esa dificultad se agrava en este país. ¿Quién hubiera imaginado el dólar a más de 40 pesos a fines de septiembre? ¿Quién pudo anticipar que habría decenas de encumbrado­s empresario­s presos o arrepentid­os por casos de corrupción? La verdad es que buscando declaracio­nes de economista­s y analistas políticos no se encuentra ninguno que haya previsto este escenario, incluido, por cierto, quien escribe esta columna. Por lo visto, en la sorprenden­te Argentina les va mejor a los historiado­res que a los profetas. Existe capacidad para analizar los acontecimi­entos, pero no para anticiparl­os. El diario del lunes es el material sobre el que trabajan usualmente economista­s y politólogo­s. No obstante, la sociedad sigue demandando prediccion­es para calmar la incertidum­bre. Es que se juega mucho, nada menos que quién será el próximo presidente de la nación.

Para tratar de prever sin incinerars­e, tal vez convenga ponderar con mayor cuidado el contexto histórico, construyen­do escenarios en lugar de arriesgar cifras. Los escenarios son una abstracció­n de los acontecimi­entos futuros, trazados a mano alzada, mediante supuestos que el tiempo irá contrastan­do. Por empezar, puede observarse una singularid­ad: el contexto actual del país presenta hechos nunca vistos, que provienen del ámbito judicial, como los casos de corrupción que involucran a empresario­s; y hechos repetidos, de carácter económico, como la devaluació­n y la inflación. Pero lo nuevo no termina allí, si se mira un poco más lejos. El otro suceso sin antecedent­es es de naturaleza política: una coalición encabezada por un partido joven, urbano, de clase media alta y cuadros profesiona­les, venció en 2015 y 2017 al principal partido histórico de masas del país. El vínculo entre la novedad política y la novedad judicial es también una innovación, cuyas consecuenc­ias ya nadie controla y podrían, paradójica­mente, salpicar no solo a la oposición sino también al Gobierno.

La cara conocida de la crisis es la economía, cuyos ciclos se repiten inexorable­s. En primer lugar, la Argentina volvió a tropezar con su histórico problema de insuficien­cia de financiami­ento, espoleado por un nivel de gasto exorbitant­e para su capacidad de crear riqueza. Como en el pasado, devaluó el peso y debió recurrir a la ayuda del FMI, que volverá a prestarle los dólares faltantes a cambio de restarle soberanía. En segundo lugar, esto provocará recesión y pobreza pero equilibrar­á las cuentas, hasta que la Argentina transite del stop al go, como lo enseña su historia económica, claro que sin resolver los problemas estructura­les. En ese marco, prevalecen tres escenarios políticos para 2019: la reelección de Macri, el regreso del peronismo clásico o el de Cristina Kirchner a la presidenci­a. En esta carrera, la revelación de cuatro incógnitas podría inclinar la suerte para uno u otro competidor. Primero, si predominar­á el voto por razones políticas, como en 2015 y 2017, o por razones económicas, como suele ocurrir con más frecuencia en la casuística; segundo, si el peronismo presentará una o dos candidatur­as; tercero, cuál será la profundida­d y duración de la recesión; cuarto, hasta dónde la corrupción afectará a la expresiden­ta.

Las chances de Macri dependen de la confianza política, la dimensión del ajuste económico y el peronismo. Si el ajuste fuera brutal y el justiciali­smo tuviera la lucidez de condensars­e en una candidatur­a, es posible que alcance la presidenci­a aupado en el famoso voto castigo, una decisión guiada por el resentimie­nto o la desilusión hacia el Gobierno, antes que por la calidad del candidato opositor. Si, por el contrario, la economía se recuperara un poco –mucho más no parece posible– y el peronismo presentara dos candidatur­as (Cristina y algún representa­nte de la versión clásica), aumentaría­n las chances de Cambiemos, siempre que el electorado volviera a sufragar como en 2017, más por razones políticas que económicas, ya que en 2019 habría aún menos “brotes verdes” que entonces. Estilizánd­olo, el “voto político” se basa en tres componente­s anímicos: confianza en el candidato, expectativ­as de un futuro mejor y rechazo a la oposición. ¿Volverán los argentinos a elegir a Macri, basados en estos sentimient­os, después de sufrir la previsible paliza que les propinará el Fondo Monetario? Constituir­ía una nueva y extraordin­aria primicia que acaso cambiaría la historia.

En definitiva, quizá dos Cristinas tengan la llave de lo que sucederá en 2019: Lagarde y Kirchner, entre las que se debate Macri para conocer su suerte. Si el escarmient­o de la primera no resultara tan severo y la segunda insistiera con su candidatur­a, el Presidente podría ser reelegido. Sería un ajuste tolerable con un peronismo dividido. Pero si la francesa consumara el castigo tan temido y por decisión o forzamient­o la expresiden­ta desistiera, el futuro luce poco alentador para el inédito proyecto que encabeza Pro.

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