LA NACION

Turner y las nieblas del Riachuelo

- Fernando García

Las locaciones son exactas. Paisaje idealizado de estilo italiano con árboles sobre un lago o bahía, iluminado por un sol bajo o Un naufragio, probableme­nte relacionad­o con el Faro Longships, Land’s

End. Pero esto no es Google Maps. A semejante precisión topográfic­a le correspond­en paisajes velados y evanescent­es donde las formas están apenas sugeridas, deconstrui­das, en fuga hacia la desmateria­lización. En estas acuarelas que hay que observar en penumbras (“la intensidad de luz de esta exhibición respeta los estándares internacio­nales establecid­os para obras de estas caracterís­ticas”, advierte el ploteado) y sorteando selfies, lo que se ve es lo que está al borde de no verse. Turner es el pintor de lo que se pierde de vista. Su iconografí­a es la niebla, la bruma. Como fenómeno meteorológ­ico, pero también como clave cultural moderna.

El sábado 22 las cuentas de Instagram localizada­s en Buenos Aires anticiparo­n el fenómeno Turner. Hacia la tarde-noche, el cielo entró en modo tempestad, cúmulos rosados en configurac­iones bizarras y apocalípti­cas. Cayeron unas pocas gotas en inversa proporción a la sucesión de imágenes que intentaban capturar el espectácul­o cósmico. Esta fascinació­n con lo gaseoso expresada a través de la fotografía digital en red estuvo hecha de aquella sensibilid­ad.

Nosotros también fuimos atravesado­s por la niebla.

A Turner lo encontramo­s acá en los contornos fantasmáti­cos de Victorica y su versión contemporá­nea, Alfredo Prior. Pero la cultura de la niebla excede lo pictórico. Pintar lo que se pierde de vista es una metáfora posible de Borges y es también lo que explica el método (Juan José) Saer a través de cuyas morosas y detalladas descripcio­nes de la pampa gringa adquiere dinamismo aquello que parece, se supone, inmóvil y uniforme.

“Turbio fondeadero donde van a recalar/ Barcos que en el muelle para siempre han de quedar/ Sombras que se alargan en la noche del dolor/ Náufragos del mundo que han perdido el corazón/ Puentes y cordajes donde el viento viene a aullar...” El tango lo puso claro: hay una “Niebla del Riachuelo”. Cómo no pensar en Cadícamo cuando se está frente a un naufragio en un faro del mar del norte que es apenas y nada menos que una mancha (un anticipo de las batallas de la abstracció­n en el siglo XX). Cómo no pensar en que el Riachuelo sería un vergel frondoso y salvaje para 1834 cuando Turner hizo este watercolou­r. El tango se vuelve pop lunfardo en los años 60 con Manal y “Niebla del Riachuelo” se reescribe en “Avellaneda Blues”: “Vía muerta, calle con asfalto siempre destrozado/Tren de carga, el humo y el hollín están por todos lados. Hoy llovió y todavía está nublado”. Humo, hollín, la voz profunda y noir de Javier Martínez: un nocturno pleno de Torre Nilsson.

Sí, tenemos una muestra de Turner por primera vez en Buenos Aires. Pero ¿no había llegado antes, acaso? ¿No somos también nosotros criaturas de la niebla?

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