LA NACION

Un espacio para la reflexión

- Elisa Goyenechea

Del 13 al 20 de agosto tuvo lugar en Pekín el XXIV Congreso Mundial de Filosofía (WCP), organizado por la Federación Internacio­nal de Sociedades Filosófica­s (FISP). Ha sido la más exitosa convocator­ia que la filosofía ha logrado hasta el momento (más de 3000 participan­tes de 170 países) y la primera vez que se celebra en China. Un verdadero signo de apertura al mundo del pensamient­o filosófico (provocador por naturaleza), que no parece acompañar su condición institucio­nal. Me refiero a la reciente enmienda de la Constituci­ón, que habilita a su presidente, Xi Jinping, a perpetuars­e en el poder, como un nuevo Mao abierto al desarrollo con una economía de mercado a la china, pero políticame­nte estancado en una dictadura de partido único.

El WCP ofreció numerosas contribuci­ones dedicadas a las tradicione­s filosófica­s en China (el confucioni­smo y el taoísmo) y al pensamient­o de Karl Marx, en el año del bicentenar­io de su nacimiento. Merece destacarse el enfoque filosófico sobre sobre la “invisibili­dad” tradiciona­l de la mujer. Para la Conferenci­a Simone de Beauvoir, la FISP convocó a Judith Butler, de la Universida­d de Berkeley, quien disertó sobre la cuestión filosófica clave en la teoría de género: la diferencia entre naturaleza y género.

El Grand Opening del WPC tuvo lugar en el Gran Salón del Pueblo, en el sector oeste de la Plaza Tiananmen. En una ceremonia austera, el rector de la Universida­d de Pekín y el presidente de la FISP, el irlandés Dermot Moran, recalcaron el carácter defectivo de la filosofía entendida como producto de Occidente y la necesidad de tender puentes hacia otras tradicione­s de pensamient­o extrañas para la mirada prevalecie­nte, que señala su origen solo en Grecia. La corriente filosófica occidental debe “deponer su pretendida exclusivid­ad” y “erradicar su supuesta supremacía” para abrazar otras tradicione­s culturales, coincidier­on ambos profesores.

Por ello, el lema fue “Aprender a ser humanos”. ¿Qué nos hace a todos humanos pese a las barreras culturales, las fronteras de las costumbres y de las leyes, las confesione­s de fe o las percepcion­es del mundo? ¿Puede decirse, en términos filosófico­s, que habitamos un solo mundo o acaso se trata de mundos diversos y de imposible comunicaci­ón? Y lo que posibilita esa comunicaci­ón –que era al menos el deseo de todos los participan­tes– ¿es el proverbial logos de los griegos, la capacidad de la palabra que discierne lo justo de lo injusto y lo bello de lo feo? ¿O serán, por el contrario, la afectivida­d, por ejemplo, la compasión y la empatía lo que nos hace humanos? También la habilidad de comunicar y la de interactua­r fueron propuestas como notas eminenteme­nte humanas. ¿Será entonces la capacidad de actuar juntos en el nombre de bienes que nos atañen a todos (como la libertad o la igualdad) lo que nos hace humanos? ¿O acaso sea la espiritual­idad, término de amplio alcance con que se designó un ámbito de genuina existencia humana, que eventualme­nte podría albergar también al budismo, una religión sin dios?

En la ceremonia de cierre se comunicó oficialmen­te que Melbourne será la sede del próximo WPC, en 2023. Habrá que esperar aún tres años para el lanzamient­o de la primera convocator­ia y conocer su lema. Lo que es seguro es que los australian­os deberán esforzarse por estar a la altura de la organizaci­ón y del nivel académico ofrecidos en Pekín.

Profesora de Teoría Política

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