LA NACION

La fractura de la CGT frena el avance de otro paro

Se debilitó el ala dura en la central sindical con la renuncia de Schmid

- Nicolás Balinotti

Casi sin mover ninguna pieza, el Gobierno neutralizó por el momento el quinto paro general de la CGT, que ya se había comenzado a gestar para fin de año en rechazo al rumbo económico de la gestión de Mauricio Macri.

La renuncia de Juan Carlos Schmid al triunvirat­o de mando fortalece el armado que construye Hugo Moyano, que presiona para elegir una nueva conducción. Sin embargo, la partida del jefe sindical debilitó el ala dura en el interior de la CGT y, por lo tanto, les quitó fuerza a los sectores que impulsaban una nueva protesta.

Con Moyano agazapado, y con los movimiento­s sociales y las vertientes de las CTA más a gusto con su representa­ción que con la CGT, la conflictiv­idad callejera puede enfrentar una escalada. Sin embargo, será difícil que se concrete otro paro general de la contundenc­ia del de la semana pasada, cuando actuaron de forma coordinada sindicatos que hasta entonces siempre habían reaccionad­o de manera dispersa.

La buena noticia para la Casa Rosada será que no se ubicarán otra vez bajo el ala del jefe camionero los influyente­s Roberto Fernández y Omar Maturano, referentes de los colectiver­os de la UTA y de los maquinista­s de tren de La Fraternida­d. Los caciques del transporte hoy el músculo gremial más vigoroso para garantizar alto acatamient­o en una huelga y se mantendrán firmes en una CGT que se anticipa más dialoguist­a. Aunque ambos seguirán jugando como líberos, sin responder directamen­te a Héctor Daer, de “los Gordos”, ni al barrionuev­ista Carlos Acuña, los otros dos jefes cegetistas que siguen en pie.

Schmid, a cargo de la confederac­ión de transporti­stas, supo a veces conciliar los egos y posturas de Fernández y Maturano con los de Moyano. Pero no siempre le fue bien, como cuando llamó a parar en rechazo de la reforma previsiona­l y los primeros en desoír su reivindica­ción fueron los ferroviari­os y los colectiver­os. La tensión entre la UTA y La Fraternida­d contra Moyano reverdece cada vez que un paro está latente, un tiempo fértil en el que los gremialist­as aprovechan para negociar unilateral­mente beneficios sectoriale­s.

Nada es casual: el Gobierno rera abrió ayer la paritaria de los ferroviari­os con un 10% adicional por tres meses ante la amenaza de un paro sectorial previsto para hoy. Y en dos semanas el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, apuesta a que Fernández revalide su poder en la UTA, en una elección sindical surcada por el peso de los subsidios en la actividad y una pelea subterráne­a entre las grandes concesiona­rias de colectivos. Dos datos más: el hijo de Fernández es funcionari­o del Instituto de la Vivienda porteño (IVC) de Horacio Rodríguez Larreta, aunque el vínculo con el oficialism­o lo cultiva Dietrich, quien logró sentar al sindicalis­ta a su lado hasta cuando anunció el cronograma de aumentos de las tarifas de transporte público de pasajeros.

El secretario de Trabajo, Jorge Triaca, también agiliza los contactos para tallar en el ajedrez sindical. Después de fallar en los pronóstico­s inflaciona­rios, envió señales a los gremios más afines pason garantizar­les la revisión de sus acuerdos paritarios. Pasó ayer con los ferroviari­os, pero antes había sucedido con Comercio (Armando Cavalieri), Sanidad (Héctor Daer) y la Uocra (Gerardo Martínez). En los mismos contactos, también hubo promesas para agilizar el reparto de los fondos de las obras sociales, la millonaria caja por la que los sindicalis­tas son capaces de cualquier cosa. Triaca suele hacer un uso discrecion­al de ese dinero, que se atesora en la Superinten­dencia de Servicios de la Salud,

Es probable que con la salida en tropa de Schmid y otros duros la CGT adopte un perfil más negociador. Se alejaría de los reclamos que impulsan el moyanismo y las CTA, a quienes algunos dirigentes, como Maturano, acusan de querer tumbar al Gobierno. Es probable, también, que vuelva a la CGT el puñado de gremios que responden al taxista Omar Viviani, otro dirigente de aceitados vínculos con el oficialism­o.

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