LA NACION

El conmovedor llanto de Acuña

el chico de plottier (neuquén) reaccionó con incontrola­ble emoción luego de perder la chance de pelear por una medalla en el taekwondo.

- Fernando Vergara

El llanto fue incontenib­le para José Luis Acuña. Dio vueltas sobre el tatami, se arrodilló, lo besó, pero le costó encontrar consuelo. El sueño de ser medallista olímpico había quedado trunco. En su cabeza tenía en claro que era una de las esperanzas argentinas para acceder al oro. Por eso, la emoción del taekwondis­ta después de la derrota en cuartos de final contra el nigerino Mahamadou Amadou fue una de las momentos más dramáticos del día en el Parque Olímpico.

El combate correspond­iente a la categoría de hasta 55 kilogramos fue intenso de principio a fin. Tras comenzar con un marcador adverso de 5-0, Acuña (15 años) remontó para igualar en 7 y forzó un round decisivo donde el primero en puntuar ganaría. El oriundo de Níger, de 17, lo hizo y alcanzó las semifinale­s, una instancia que aseguraba la medalla de bronce. “Fue un cruce parejo. Soy joven y espero tener revancha, porque mi gran sueño es conseguir alguna vez una medalla de oro para la Argentina”, aseguró el argentino a la nacion. “Lloré por todo, se me mezclaron la tristeza por la derrota y la alegría por ser olímpico”, agregó.

Acuña creció admirando a un emblema como Sebastián Crismanich. Y tienen una gran relación, al punto que el ganador de la medalla de oro en Londres 2012 lo alentó desde la tribuna. “¡Dale, José, arriba, golpeá arriba!”, se escuchó. El vínculo ya tiene 6 años, cuando el correntino dio una clínica en Plottier, la ciudad de nacimiento del juvenil, después de coronarse en Londres. “¿Alguien se anima a pelear conmigo?”, preguntó. Acuña fue el primero en levantar la mano. “Era mi ídolo. Él me inspiró cuando yo era chiquito”, confesó Acuña.

En el primer combate, Acuña derrotó a Sulayman Alqade, de Libia, por 13-4. Y luego llegó una cara conocida. En abril de este año Acuña fue subcampeón mundial junior en Hammamet (Túnez), y allí venció al rival que ayer le puso un tope. “Yo le había ganado en las semifinale­s por una buena diferencia, pero acá fue distinto”.

Para el cierre de la tarde, Acuña había recuperado la sonrisa. “Nunca me voy a olvidar de esto. Los Juegos Olímpicos son maravillos­os”.

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