LA NACION

Detrás del oro, una dura historia

Su padre, remero también, perdió a su propio papá en un asalto, sufrió un accidente cerebrovas­cular y su compañero de bote fue baleado

- Claudio Cerviño

“Vamos a sacarlo Damián. Dale, dale. ¡Daleeeee!”. Son las 9 de la mañana del lunes 26 de julio de 1999 y el vozarrón de Walter Balunek moviliza a su compañero. Es la primera jornada de remo en los Panamerica­nos de Winnipeg, en el lago Minnedosa. El dos largos sin timonel argentino hace el último esfuerzo y llega al oro. Apenas 26/100 lo separaron de Brasil. Balunek, el stroker, el que lleva las riendas del bote, festeja. A sus espaldas, Damián Ordás levanta los brazos y mira el cielo. Grita con fuerza: “Sí, viejo, sí. ¡Ahora sí!”. Pasaron más de 19 años. Sol Ordás ni siquiera estaba en la cabeza de sus padres, Damián y Dolores Amaya, también remera de alma. Pero habrá escuchado una y mil veces la historia. El destino, la pelea de su padre en muchos momentos de la vida. Aquel bote argentino signado por la desgracia. Con la carga psicológic­a que acarrean experienci­as que marcan para siempre. Ese día, en Canadá, Damián se quebró al cruzar la meta. El oro ganado lo movilizaba, pero mucho más el recuer- do de su padre, Alberto. El año anterior, Damián estaba compitiend­o en España cuando le avisaron del asesinato de Alberto al resistirse a un asalto en Tigre. Catorce meses después, no pudo contener la emoción. Como le pasó a Sol ayer, Damián durmió mal la noche previa. Antes de subirse al bote, guardó debajo de su remera una foto de sus padres. Estaba al borde de las lágrimas cuando un compañero de equipo le acercó un rosario. Se lo puso. Rosario y foto fueron apretujado­s minutos más tarde, en medio del llanto y al cruzar la meta. ¡Campeón panamerica­no a los 21 años! El mejor tributo para Alberto. Winnipeg 99 le dio otro oro (en el cuatro sin timonel) y una plateada (en el 8 con timonel). Pero Damián pensaba en Sydney 2000, su primeros Juegos Olímpicos. Con la ilusión de seguir homenajean­do a Don Alberto, el abuelo del que Sol escuchó mucho, pero no llegó a conocer. Sabe también la flamante campeona que su mamá Dolores, que ya había participad­o en Atlanta 96 con solo 16 años, se quedaría sin ira Sydney por tenerla en la panza. Nació durante los Juegos. Aunque habría más infortunio­s. Varios meses antes, su padre sufriría otro golpe durísimo, al punto de que aquel bote mágico de Winnipeg quedó signado por la tragedia.

El lunes 14 de febrero de 2000, Balunek fue a cobrar una beca deportiva en la sucursal de General Pacheco del Banco Francés. Al salir, en un episodio confuso, un policía le disparó en el adbomen. Herido de gravedad, fue operado. Meses más tarde, se confirmó lo presumible: que no estaría en condicione­s de remar en Sydney. Sí viajó para alentar a Ordás, que compartió la embarcació­n con Diego Aguirregom­ezcorta. Sin mucho suceso.

Pasó el tiempo. En abril de 2008, Damián repartía sus jornadas como remisero y entrenador de remo en el club Canottieri italiani. iba en bicicleta controland­o la preparació­n física de sus alumnos cuando se sintió mal. Tuvo un accidente cerebrovas­cular que le demandó mucho tiempo de recuperaci­ón. Sol tenía 7 años y a pesar de los genes deportivos, el remo todavía no figuraba en sus planes. Entredolor­osashistor­iasfamilia­resyperson­ales,incluidoel­distanciam­ientoconsu padre, Sol pasó por muchos estados de ánimo, emociones y desafíos. Hasta que la vida la pintó de dorado.

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Walter Balunek y damián Ordás, en Winnipeg 99

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