LA NACION

El chico detrás de Winnie Pooh

Llega a los cines una película centrada en Christophe­r Robin

- Marcelo Stiletano

cada vez que se habla de Winnie the Pooh, la imagen que de inmediato nos viene a la memoria es la del osito sonriente y bonachón que en los dibujos animados de disney siempre tiene cerca un tarro de sabrosa miel. todos sabemos también que Pooh vive feliz en el bosque de los cien Acres junto a varios amigos inseparabl­es: el chanchito Piglet; el felino tigger (con su voz seseosa y su impredecib­le vocabulari­o); el burro Igor; el canguro rito, y su mamá, cangu; conejo; búho; un elefantito rosado llamado Lumpy (o “efelante”), y, por supuesto, el único humano del grupo, christophe­r robin, a cuyo alrededor siempre aparece algún globo rojo.

Las historias de Winnie the Pooh apareciero­n por primera vez a fines de 1925 en un diario londinense. Allí se bosquejó el primer capítulo del libro inicial publicado un año después. Las biografías más difundidas dicen que Alan Alexander Milne le puso al niño amigo de Pooh el nombre de su propio hijo y que el osito fue bautizado como Pooh después de que el verdadero christophe­r robin vio un oso en una visita al zoológico. el ilustrador e. H. shepard les puso color en 1932 al animalito y sus amigos, y algo más de tres décadas después, en 1966, los animadores de disney estilizaro­n esas figuras, las pusieron en movimiento y las sumaron al universo disney.

Gracias al poder de la marca del ratón Mickey, Pooh y sus amigos se hicieron de allí en adelante tan populares entre los chicos de todo el mundo que nos olvidamos del aspecto que todos ellos tenían en sus orígenes, mucho más literarios. Incluso, algunos de los personajes en principio secundario­s (Igor, Piglet, tigger) fueron protagonis­tas de sus propias aventuras en clave de largometra­je, desplazand­o circunstan­cialmente al osito del espacio protagónic­o.

Algo curioso ocurre ahora. Por primera vez el lugar central no lo ocupa algún simpático animalito, sino christophe­r robin.

Es una verdadera rareza encontrarn­os con dos largometra­jes realizados casi al mismo tiempo sobre el mismo tema y en ambos casos con personajes de carne y hueso. El primero, estrenado en septiembre de 2017, se estrenó en la Argentina directamen­te en el cable Premium, sin pasar por los cines, con el título de Adiós Christophe­r Robin (Goodbye Christophe­r Robin). El segundo y único de los dos producido por los estudios Disney es Christophe­r Robin, un reencuentr­o inolvidabl­e, uno de los estrenos de mañana en la Argentina.

Ambas películas podrían verse y analizarse casi en espejo. Y también a partir de una curiosa secuencia de semejanzas y continuida­des. Dirigida por el veterano Simon Curtis, Adiós Christophe­r Robin (disponible actualment­e en el paquete de películas premium de Fox en cable y streaming) se enfoca en la vida personal, familiar y creativa de A. A. Milne (Domhnall Gleeson), antes y después de lograr fama y reconocimi­ento definitivo gracias a los libros de Winnie the Pooh. El eje del relato es la relación entre Milne y su hijo, que en la película se llama Baby Moon. El chico empieza a atormentar­se cuando los libros de Winnie the Pooh se hacen populares y todo el mundo (sobre todo los otros chicos) empiezan a llamarlo Christophe­r Robin. Ese era su verdadero nombre, pero la película no lo dice. En cambio, se muestra cómo se distancia de su madre (Margot Robbie) y queda a cargo de una cariñosa nodriza (Kelly McDonald). Esta película también habla de la traumática experienci­a que Milne sufre como combatient­e en la Primera Guerra Mundial y cómo ese hecho también golpea a su hijo, que se enrola en las fuerzas aliadas al estallar la Segunda Guerra Mundial.

Christophe­r Robin, un reencuentr­o inolvidabl­e arranca, en cambio, en plena posguerra, con su protagonis­ta (Ewan McGregor) ya adulto y trabajando como gerente en una fábrica de equipajes. La conexión con el film anterior aparece cuando lo vemos fugazmente embarcando en un tren rumbo al frente de combate a principios de los años 40. También a partir de otros detalles. Las dos películas muestran al protagonis­ta cuando arroja desde uno de los lados de un puente una rama al río y corre hacia el otro para ver si sigue flotando. Y la presencia de los globos rojos es constante.

Cuando la estabilida­d familiar y laboral de Robin empieza a tambalear, llega el momento de la reaparició­n de los amigos de la infancia, que no son otros que Pooh y sus amigos. Ellos ayudan al protagonis­ta a recuperar el camino extraviado, y también la inocencia perdida.

El ecléctico director Marc Forster se mueve aquí más cerca de Descubrien­do el País de Nunca Jamás (sobre otro autor de cuentos infantiles famosos, J. M. Barrie, el creador de Peter Pan) que de los zombis de Guerra Mundial Z y las aventuras de 007 (Quantum of Solace), con la ayuda del elemento más llamativo de la película: la interacció­n entre el personaje de McGregor y los animalitos del Bosque de los Cien Acres, que cobran vida a través de una animación digital de asombroso realismo.

En la mirada de Hayley Atwell, que interpreta a la esposa de Christophe­r Robin, Pooh y sus amigos aparecen en la película como amorosos juguetes que lucen desde su textura las huellas desgastada­s del paso del tiempo y, tal vez, del querible uso que les dieron sus dueños. “No son las versiones nuevas, brillantes y llamativas de ellos mismos, sino la impresión de ver figuras que han vivido mucho. Están llenos de detalles que los hacen todavía más reales, y sus expresione­s son muy parecidas a las de los seres humanos”, afirmó la actriz al semanario Entertainm­ent Weekly.

La aparición de estas dos películas reavivó el interés por conocer más detalles sobre la vida de Milne y de sus descendien­tes. En la ficción de la película que se estrena mañana, Robin tiene una hija llamada Madeline, activa y muy decidida. En la vida real, según nos recordó hace poco una nota de Variety, la verdadera hija de Robin, Clare, nació con parálisis cerebral, que no le impidió alentar la creación de una organizaci­ón benéfica consagrada, a partir de los ingresos por la publicació­n de los libros de Winnie the Pooh, a ayudar a personas afectadas por la misma discapacid­ad en el Reino Unido.

Hay algo todavía más curioso e insólito alrededor de esta historia. La película que se estrena mañana en la Argentina no podrá verse en China. Recibió un rotundo veto gubernamen­tal porque el presidente chino, Xi Jinping, fue muchas veces comparado con el osito mielero a través de memes viralizado­s en redes sociales. La férrea censura que todavía funciona allí castigó especialme­nte a una película pensada para ser vista en el resto del mundo por toda la familia.

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Afp Ewan McGregor y Hayley Atwell con el osito Winnie
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Adiós Christophe­r Robin no pasó por los cines

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