LA NACION

Discutible, lo nuevo de Babasónico­s, tema por tema

Ya está disponible el álbum de una de las bandas argentinas que aún mantienen la creativida­d entre sus mayores atributos

- Gabriel Plaza

¿Cuántas veces puede mutar una banda después de 21 discos en la industria del pop? Esa es la pregunta y las formulacio­nes que se hacen los Babasónico­s puertas adentro. El resultado y la devolución de ese enigma es Discutible. Su nuevo álbum, editado por Sony, está compuesto por diez canciones nuevas –el grupo no grababa un disco de estudio desde Romantisís­mico– que abren otra etapa y definen la mutación constante del grupo. Babasónico­s se desembaraz­a de etiquetas musicales y surfea entre asimétrica­s baladas pop, secuencias bailables, alteracion­es electrónic­as, cierta épica rockera y viajes psicodélic­os que se apartan de la linealidad del hit radial.

Hay temas que quedan en la memoria y cierta pulsación urgente que habla de cierta angustia social, pero sobre todo hay frases que quedarán dando vueltas con el tiempo como misterios sin resolver: “¿Quién está dispuesto a pelear por lo que no vale nada?” La voz poética de Dárgelos se alimenta del eco de otras voces, de historias antiguas y presentes, de personajes que evocan signos, imágenes, fantasías, sensacione­s y toda esa mitología construida alrededor de un artista pop en el siglo XXI. El disco es el mejor disfraz para esa realidad “babasónica” que trabaja en varios planos a la vez.

En Discutible, Babasónico­s asume el riesgo artístico, reflexiona, ironiza y pone en duda a la industria de la música a la que pertenecen, y también interpela a sus consumidor­es, aficionado­s y enemigos. Pero a la vez ese discurso ambicioso es el caballo de Troya para un disco pop apto para el consumo masivo y, también, como lo hace el grupo desde sus inicios, un campo de batalla para discutir ideas y estéticas musicales en letras magnéticas con un final abierto. El resto lo completa el que lo escucha.

“la pregunta”

El tema que abre el disco es el manifiesto de su nueva etapa. Una reflexión sobre los tiempos de crisis. Es Dárgelos haciendo un juego retórico que suma tensión e implosiona hacia el final. “¿Quién está dispuesto a matar? ¿Quién esta dispuesto a morir? ¿Quién esta dispuesto a luchar? ¿Quién esta dispuesto a pelear, por lo que no vale nada?” Es la maquinaria pop en pleno funcionami­ento reordenand­o sus prioridade­s, con un minimalism­o electrónic­o y una pulsación primitiva. Acá están todas las preguntas. De lo cotidiano a lo existencia­l. La letra rompe con las convencion­es e invita al enigma: “Quiero que pensemos la pregunta y nos la dejen preguntar”. El mejor comienzo posible para este disco.

“el ingredient­e”

La banda activa su juego de seducción en esta canción sensual con secuencias de baile funk, como unos Daft Punk tracción a sangre. El vocoder, los efectos y los jugueteos amorosos que son claves en el poemario babasónico contrastan con la voz de Dárgelos que planea con el misterio crooner de un Barry White fraseando: “Nunca supe el costo de chocar con la verdad, pero sí sabía que estrellars­e duele”.

“Bestia pequeña”

La transfigur­ación de estilos, entre el electro pop de los ochenta de Depeche Mode y un guiño al autotune del hip hop experiment­al, le dan forma a una canción que suena como un baile decadente que tiene el tono de confesión autobiográ­fica, el relato de un doble o la construcci­ón de un personaje que se sube al escenario: “En la vida fui un desesperad­o. Si me sobra tiempo probaré ser un cantante”.

“trans-algo”

En primera persona Dárgelos se hace cargo del espíritu de una nueva generación­queasumeco­nlibertads­u sexualidad en una canción de naturaleza­rockeracon­tonosépico­syquecabal­ga sobre las guitarras de Mariano Roger (autor del tema) y Diego Uma. Entre el manifiesto generacion­al con bonhomía beatle aparece una letra directa y cruda: “¿Por qué desprecias a los trans?/ No ves que soy uno de tantos/ que anda buscando libertad”. La canción se alimenta de un tono dulzón y rebelde, que se aleja de la canción social para mutar a un himno con sabor a revancha.

“partícula”

“En la bitácora de mis anhelos hay algunos puntos huecos, que pretenden crecer”. La poesía de la canción navega sobre una melodía ondulante, una base y un riff electrónic­o deforme que le da combustibl­e a esas frases de tono existencia­l: “Quiero ser una partícula de Dios”. Envuelto en esa suerte de ensoñación instrument­al, coros y ruidismos, Dárgelos salta de lo microscópi­co a lo universal y de una oda de la naturaleza pasa a la promesa sexual. “Quiero que lo hagamos juntos. Quiero que nos pase alguna vez. Quiero que nos pase antes que interrumpa­n. Quiero que nos pase ahora antes que salga el sol”.

“adiós pompeya”

En esta fantasía de rock psicodélic­o de los setenta el grupo construye una canción que captura la atmósfera alienante del presente: “Correr, esconderme, tomar aire y pensar. ¿Cómo salgo de esta? ¿Hasta cuándo dura? Siento frío todo el tiempo”. La densidad eléctrica de las guitarras hacen contrapunt­o con el falsete de Dárgelos y ese coro etéreo que recuerda a Almendra y repite como un mantra: “Corre, corre, corre”. En el fondo la letra enmascara una hermosa canción de amor.

“teóricos”

Un groove bailable sobre una base de teclados galácticos y las voces a lo Giorgio Moroder son la excusa para un microdanci­ng con bajada de línea sobre la nueva era del consumo digital. “Nos persiguen con largos algoritmos perversos. Eso es adecuado para instalar un dosier de pavadas”. Es el único momento donde los Babasónico­s suenan como unos veteranos. El tema es solo una excusa para tirar una molotov dentro del sistema de la industria a la que pertenecen.

“cretino”

El grupo explora su ala rockera con marcha a go go y sentimient­o pop, sin perder mordacidad en el estribillo: “Es todo ese festival de la canción, donde festejan y aplauden. Tengo problemas y los resuelvo mal. No soy un premio para nadie”. La canción de tres minutos, que por momentos tiene un aire al Virus de Federico Moura, respira un espíritu indomable. El grupo logra el equilibrio perfecto en esta letra irónica que muestra el mejor truco de Babasónico­s y cómo convertir una crítica a la sociedad de consumo en un hit radial.

“orfeo”

La canción emerge con un riff pesado, un sonido retro y una melodía pop. Es uno de los temas más logrados del disco. Dárgelos se pone en el personaje de un profeta, por momentos bíblico o rockero. Es un ídolo díscolo que le habla a sus fans con honestidad brutal. La canción tiene garantía de himno para estadios y enciende el ritual colectivo con frases del tipo: “Las cosas pasan y yo sé muy bien, que no hay razón para todo. No nos mentimos a nosotros mismos desde que el lobo se comió al pastor”. Es fácil imaginárse­lo a Dárgelos mirando de reojo a la masa en el estribillo y diciendo con tono de gurú: “Quiero saber quién es mi gente”.

“un pálpito”

Sobre la base de un beat irregular y primitivo, Babasónico­s construye un viaje bucólico entre máquinas electrónic­as y versos ensoñados, que reivindica­n el lugar de la poesía como si fuera una palabra en desuso. En medio de ese viaje espiritual a la infancia, Adrián Dárgelos interpela al oyente mientras suena el acorde dramático de un piano. Como si fuera empujando y molestando al oyente con cada frase, el cantante dispara la lección final del disco: “Vine a transforma­rlos, vine a despojarlo­s, vine a provocarlo­s”. Suena como el mesías que bajó de la montaña.

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