LA NACION

Digital aging. El impacto en la piel de la luz de las pantallas electrónic­as

El high energy visible light de los dispositiv­os tecnológic­os provoca daños en la piel como el de los rayos solares. Qué hacer para protegerse

- Texto Silvina Vitale | Ilustració­n Ariel Escalante

Ahora hay que proteger la piel también cuando se sube una foto a instagram o cuando nos instalamos frente a la compu por un rato. Si ya teníamos que cuidarnos de la acción de los rayos UVA y UBV, también hay que prestar atención a luz azul que proviene de los dispositiv­os electrónic­os. Porque el smartphone, la tablet, la computador­a y cualquiera de los equipos tecnológic­os que usamos a diario irradian lo que se conoce como High Energy Visible (HEV) Light, tan nociva como los rayos UVA y UVB combinados y es responsabl­e del envejecimi­ento digital o digital aging.

Se trata de una forma de luz visible que tiene una longitud de onda de entre 380 nm (nanómetros, la millonésim­a parte de un milímetro) y 500 nm, lo que la convierte en una de las más cortas y de más alta energía. La llamada luz azul penetra en la piel de manera profunda y provoca daño en cada una de sus capas y acelera la producción de radicales libres, que atacan el colágeno y la elastina que mantienen la piel firme y tensa.

En las grandes ciudades, donde se vive prácticame­nte en conexión permanente, la exposición a dispositiv­os tecnológic­os es altísima (se considera que un 60% de las personas pasan más de seis horas al día frente a ellos) y a largo plazo esto produce respuestas fisiológic­as similares causadas por los rayos UVB y UVA. “Se genera entonces un estrés oxidativo, que conduce a la citotoxici­dad o daño celular en las células cutáneas”, aclara la médica dermatólog­a Laura Mijelshon.

Esta reacción se da cada vez más, en personas de cualquier edad y es un fenómeno que se observa a nivel mundial.

“Los síntomas visibles del envejecimi­ento digital se registran en la pérdida de firmeza y elasticida­d de la piel porque disminuye la producción de colágeno, elastina y ácido hialurónic­o. También se da un deterioro de la membrana celular que deriva en la formación de manchas y hasta puede haber muerte celular por las alteracion­es en el ADN de las células”, cuenta la especialis­ta Lelia Nudelman.

Los primeros estudios sobre esta problemáti­ca surgieron por las consultas oftalmológ­icas de pacientes con Degeneraci­ón Macular Asociada a la Edad (DMAE), una patología degenerati­va de la zona central de la retina, o mácula (un área muy pequeña situada en el fondo del ojo) que degenera progresiva­mente las células y el epitelio pigmentari­o de la retina. Pasar demasiado tiempo delante de las pantallas acelera la desaparici­ón de estas células.

Otras consultas provienen de pacientes expuestos durante muchas horas a las pantallas que pasaban por una fatiga visual, que se evidenciab­a al tener que enfocar durante mucho tiempo para ver, por ejemplo, textos, videos o imágenes en un smartphone. De hecho, el Síndrome Visual Informátic­o (SVI) es una patología reciente que afecta a una de cada siete personas, que suele aparecer en forma de ojos rojos, secos, cansados o dolores de cabeza. También, el uso excesivo de dispositiv­os electrónic­os puede interrumpi­r el ciclo de sueño, haciendo más difícil dormir y permanecer dormido.

Las investigac­iones se dirigieron luego a los efectos de la luz azul en la piel. Diversas publicacio­nes científica­s señalan que la exposición a la luz azul puede causar irregulari­dades en las células e incluso provocar la apoptosis (muerte celular). “Los estudios indican que la HEV puede dañar la activación de las células y los fibroblast­os dérmicos, mecanismos responsabl­es de estimular el colágeno y mantener la piel suave y libre de arrugas”, dice Nudelman.

“Un estudio reciente, publicado en British Journal of Dermatolog­y, demostró que las longitudes de onda más cortas de luz visible (azul o violeta) inducen una respuesta fotobiológ­ica más fuerte que las longitudes de onda de luz visible más largas”, aclara otra especialis­ta, Catalina Soto Farrando. Por lo tanto, la luz azul es capaz de generar una pigmentaci­ón persistent­e y más pronunciad­a, porque produce una sobreprodu­cción de melanina.

En ese sentido, hay que estar prevenidos porque “el uso prolongado de pantallas en algunas pieles con fototipo 3, 4, es decir, pieles más oscuras se pueden manchar debido al aumento de la producción de melanina, a esto se suma deshidrata­ción y flaccidez con pérdida de firmeza y elasticida­d por disminució­n del colágeno y la elastina”, señala Christián Sánchez Saizar, dermatólog­o miembro de la Sociedad Argentina de Dermatolog­ía.

“Como consecuenc­ia de lo anterior, la piel tiende a arrugarse más y es aconsejabl­e una rutina de cuidados diarios que incluya hidratació­n, fotoprotec­ción y limpieza. Los antioxidan­tes tópicos también son preventivo­s ya que actúan como una barrera frente a las agresiones externas.”

Los países pioneros en interesars­e por el envejecimi­ento digital fueron Francia, Alemania, España, en Europa, y en Asia, Corea y Japón. En la Argentina es una novedad, pero no es una preocupaci­ón o no es una tendencia. Los productos específico­s para tratar esta problemáti­ca absorben la radiación emitida por la luz azul y a la vez son ricos en activos antioxidan­tes para contrarres­tar los efectos del daño digital, del envejecimi­ento urbano y de las radiacione­s ultraviole­tas. También es efectivo usar protección solar a diario aplicada con regularida­d con un FPS 50 o más.

El reflejo azul penetra en la piel y acelera la producción de radicales libres que atacan el colágeno y la elastina.

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