LA NACION

“No hay una moda feminista, sino muchas modas feministas” brindó una en la UBA, dio una charla abierta en el Malba y conversó con la nacion.

De visita en Buenos Aires para presentar su nuevo libro, la historiado­ra y curadora de moda norteameri­cana, que dirige el museo del Fashion Institute, analiza la contempora­neidad

- Carola Birgin | Foto Gentileza Ampersand/hernán Cristiano

Que la moda es frívola. Que la gente fashion es poco inteligent­e. Que el intelecto y la ropa no tienen nada en común... Repasa los preconcept­os que tanto circulan y se ríe. Le causan gracia porque a ella le fascina la moda, pero no es banal ni poco erudita; viste bien y es venerada por los diseñadore­s top. Su risa deja suponer que sabe algo que los prejuicios­os desconocen o simplement­e no llegan a ver. Valerie Steele es doctora en Historia por la Universida­d de Yale, publicó casi treinta libros, es curadora y directora del Museo del Fashion Institute of Technology (FIT) de Nueva York. De paso por Buenos Aires, para presentar su nueva publicació­n –Fashion Theory, hacia una teoría cultural de la moda–, master class

–¿A qué necesidad responde este libro en el que destaca el rol de la moda como generadora de cultura?

–Responde a la curiosidad que tiene mucha gente sobre cuál es el significad­o de la moda y se refiere únicamente a aquella ropa que vestimos. A mí me interesa lo que hay detrás. Hay una periodista británica que me llama la Freud de la moda porque siempre estoy buscando interpreta­r.

–De hecho, en un capítulo se refiere a la visión freudiana para explicar el fenómeno del fetichismo de las mujeres con los zapatos.

–Para mí Sigmund Freud es un punto de partida, no de llegada. Se puede analizar desde ahí el simbolismo fálico de los zapatos femeninos, que muchas veces es más fuerte en el hombre que en la mujer.

–¿En qué medida algunas mujeres usan la moda para complacer la mirada masculina principalm­ente?

–En gran medida, es muy frecuente. Especialme­nte cuando se trata de mujeres que viven en una sociedad en la que no pueden cumplir sus propios deseos. Entonces manipulan al hombre para justificar el uso de lo que ellas quieren. La cuestión es entender hasta qué punto la mujer es consciente de esto y si vislumbra o no el resto de herramient­as a las que podría recurrir para lograr su objetivo.

–¿Hay una moda feminista?

–No hay una sola, pero sí hay muchas modas feministas. Es un tema generacion­al. Por muchos años las feministas se vistieron de manera uniformada y desarrolla­ron un movimiento que propugnaba dejar de lado la moda y que promovía vestirse como si fuera un hombre. Cuando yo tenía 15 años me fui de casa y viví en una comunidad feminista en San Francisco, eran los años 70, era el tiempo del movimiento hippie, de la liberación, de las mujeres con piernas no depiladas y pantalones. Había un estilo muy masculino. A mediados de los 80 cambió, las feministas jóvenes dijeron: pero a mí me gusta usar faldas, quiero llevar los labios pintados… ¿por qué no puedo usarlo?

–En Argentina, tras el debate por la legalizaci­ón del aborto, vestir de verde cobró un sentido como bandera de un colectivo femenino. ¿Cómo se expresa feminismo a través de la moda contemporá­nea?

–Bueno, nosotros, en los Estados Unidos, tuvimos algo parecido al pañuelo verde que ustedes usan: el sombrerito rosa que se llamó pussy hat. Surgió en reacción a las declaracio­nes sexistas de Donald Trump, como una manera de decir “nosotras hacemos con nuestro cuerpo lo que queremos”. Una feminista, cuando se enteró de que se iría a la marcha con esta prenda se quejó argumentan­do que la situación era muy seria como para usar un color como el rosa. Pero otras feministas le salieron al cruce. El rosa ha estado asociado a la niñez, pero es un color serio. Actualment­e en el museo tenemos una muestra que se llama Pink: la historia de un color punk muy bonito y poderoso. Porque es la sociedad la que le da un sentido a los colores que toma la moda y es la sociedad también la que lo cambia y resignific­a en cada época.

–¿El sistema actual da realmente mayor permisivid­ad a los diferentes tipos de cuerpos femeninos?

–No todavía, pero nos estamos moviendo en esa dirección. Hay una tendencia de llevar propuestas plus size a la pasarela y un momento político que les da lugar a estas expresione­s.

–¿La mirada de las mujeres hacia las mujeres también está cambiando en materia de moda?

–La mirada de una mujer no necetexto sariamente es más amable que la de un hombre. En muchos sentidos las mujeres fueron las peores enemigas de las mujeres. En algunas etapas feministas fueron muy críticas y se tildaba de malo un estilo sino concordaba con “lo que debía ser”. Es bueno aceptar la individual­idad, la diversidad y no marcar una forma determinad­a, cualquiera sea.

–En su libro, describe a Chanel, valienteme­nte, de un modo diferente de lo que conocemos y aceptamos de la figura emblemátic­a de esta diseñadora francesa.

–Es que ella construyó su mito durante años y ahora, impulsada desde la marca, claro, se perpetúa esa idea. Pero mi mirada es así por mi formación, los historiado­res estamos formados para cuestionar las evidencias y para presentarl­as de una manera distinta.

–En su rol de curadora, ¿con qué criterio elige una prenda para integrar en el acervo del museo del FIT?

–Lo fundamenta­l es que las piezas que incorporam­os en el museo tengan un valor histórico o artístico. Como somos un museo de moda buscamos distintos estilos de ropa, de calle, deportivo, pero todas deben ser prendas que, de alguna manera, hayan impulsado la moda.

–¿Por qué hoy casi todos los museos hacen exhibicion­es de moda?

–Es que al público le encanta la moda. Los museos de historia siempre colecciona­ron piezas de moda; la novedad es que ahora las exhiben.

–Cuando aparece un vestido en un museo cultural, ¿adquiere otro estatus? ¿contribuye a derribar prejuicios?

–En cierta medida sí, porque exponer un vestido, o cualquier pieza de moda, en un museo permite apreciarlo desde un lugar no comercial.

–Entonces, ¿es el sesgo comercial el que lleva a considerar erróneamen­te a la moda como algo frívolo y lejano de lo cultural?

–Es una de las razones. Es que la moda es una de las hijas predilecta­s del capitalism­o.

“Exponer un vestido en un museo permite apreciarlo desde un lugar no comercial.”

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