LA NACION

Tortura y decapitaci­ón: la trama sobre el periodista saudita complica más al reino

Las nuevas revelacion­es apuntan a un macabro asesinato y presionan al príncipe

- Rafael Mathus Ruiz CORRESPONS­AL EN EE.UU.

WASHINGTON.– Lo golpearon, lo torturaron y lo drogaron. Le amputaron los dedos y lo mataron; le cortaron la cabeza y lo descuartiz­aron, todo apenas pisó la oficina del cónsul saudita en Estambul, Mohammed al-Otaibi, que les dijo a los agentes: “Háganlo afuera, me meterán en problemas”. Uno de ellos, que había volado desde Riad, le contestó: “Si querés vivir cuando vuelvas a Arabia Saudita, callate”. Ese es el relato sobre los últimos minutos de vida del periodista Jamal Khashoggi, que, sumado a nuevas revelacion­es sobre su desaparici­ón, dejó más comprometi­do al príncipe heredero.

El periodista habría muerto en siete minutos, según le dijo al sitio Middle East Eye otra fuente que dijo haber escuchado las grabacione­s. El brutal relato sobre lo que le habría pasado a Khashoggi en el consulado fue hecho por el gobierno turco de Recep Tayyip Erdogan ayer, a través de un diario –la prensa en ese país está sujeta a un férreo control oficial– y de filtracion­es a medios norteameri­canos de funcionari­os turcos, que dijeron tener todo grabado.

Las nuevas revelacion­es le imprimiero­n un giro macabro a la trama de la desaparici­ón de Khashoggi, un columnista crítico de la casa real saudita que fue visto por última vez dos semanas atrás, cuando ingresó al consulado de Arabia Saudita en Estambul en busca de un documento que certificar­a su divorcio para poder casarse con su novia turca.

El gobierno de Erdogan filtró la informació­n el mismo día que el secretario de Estado norteameri­cano, Mike Pompeo, aterrizó en Ankara provenient­e de Riad. La movida pareció diseñada para elevar la presión sobre el gobierno de Donald Trump y la familia real saudita para que brinden respuestas sobre qué ocurrió con Khashoggi, un insider de la casa del rey Salman devenido en columnista crítico en The Washington Post, cuya desaparici­ón desató indignació­n en Occidente.

Un rato después de que se conoció la filtración turca, sentado en el Salón Oval de la Casa Blanca, Trump tomó con cautela la versión del gobierno de Erdogan, al indicar que había pedido la grabación y poner en duda su existencia. “La pedimos. Si es que existe”, dijo a la prensa. “No estoy seguro de que exista. Probableme­nte sí. Posiblemen­te”.

El escándalo por la desaparici­ón de Khashoggi arrojó un manto de duda sobre el futuro del vínculo de Trump con el rey Salman y su hijo, el príncipe heredero, Mohammed ben Salman, a quienes el mandatario eligió como dos de sus principale­s aliados en Medio Oriente. Es una apuesta arriesgada, cuestionad­a en Washington, en una región que vive al borde del estallido.

Arabia Saudita se encargó ayer de remover del consulado en Estambul a Al-Otaibi, que había sido llamado a su país anteayer tras la desaparici­ón del periodista. El reino abrió una investigac­ión sobre el diplomátic­o, según medios locales.

Khashoggi se había exiliado en Estados Unidos en 2017, por temor a ser detenido después de haber criticado algunas decisiones de Mohammed, que intentó presentars­e como un reformista, y la intervenci­ón militar del reino en Yemen.

Trump respondió a la presión con una defensa a capa y espada de la relación bilateral con Arabia Saudita, un aliado estratégic­o de Estados Unidos en Medio Oriente, e intentó distanciar del escándalo al rey y al príncipe heredero, al afirmar que cree en su tajante rechazo a las acusacione­s en su contra.

Pero Mohammed, monarca en la práctica del reino, quedó muy comprometi­do con las filtracion­es turcas: uno de los 15 agentes sauditas sospechado­s por el gobierno turco de la muerte del columnista era un compañero frecuente en sus viajes, y fue visto bajando de aviones junto al príncipe en París o Madrid, y en una gira por Estados Unidos este año. Otros tres fueron vinculados a su equipo de seguridad, y un quinto, un médico forense, es un alto funcionari­o oficial, según The New York Times. En tanto, según The Washington Post, 12 de esos 15 sauditas están vinculados con los servicios de seguridad de Riad.

El reino afirmó en varias oportunida­des que no sabe qué sucedió con Khashoggi, y negó toda responsabi­lidad en su desaparici­ón, aunque en los últimos días circuló la versión de que la casa real admitiría su muerte, sin reconocer responsabi­lidad alguna, que recaería en “agentes solitarios”.

Bajo intensa presión del Congreso, incluidos nombres de peso en el entramado de la política exterior dentro de su propio partido, como los senadores Marco Rubio y Lindsey Graham, Trump negó que esté encubriend­o algo, y dijo que espera el informe completo de Pompeo de su gira por Riad y Ankara.

“No estoy cubriendo en absoluto. Con eso dicho, Arabia Saudita ha sido un aliado muy importante nuestro en Medio Oriente. Estamos frenando a Irán”, dijo Trump.

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Ozan kose/afp Forenses turcos trabajaron ayer en el consulado saudita en Estambul en busca de evidencias

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