LA NACION

Preocupan a los padres los días perdidos por los paros

El atraso en los planes de estudios es la gran inquietud ante otra medida, que empieza hoy

- María José Lucesole CoRRESPoNS­AL EN LA PLATA

LA PLATA.– Enzo, de siete años, alumno de segundo grado de la Escuela Primaria Nº 67 de esta capital, esta semana solo tuvo dos días de clases: el martes y ayer. Ni hoy ni mañana asistirá al colegio, por un nuevo paro docente. Así, por la sucesión de medidas en lo que va del año, Enzo sumará 26 días sin tener clases.

Él es uno de los 4,5 millones de chicos que estudian en las 12.000 escuelas públicas y las 6000 privadas que se distribuye­n a lo largo de la provincia de Buenos Aires. En los establecim­ientos trabajan unos 280.000 docentes en conflicto con el gobierno desde que se inició el ciclo lectivo. En ese contexto, este año se perdieron más días de clases que en los anteriores años escolares desde el comienzo del milenio.

El nuevo paro, que se extenderá por 48 horas, fue convocado por el frente sindical para rechazar la última oferta salarial del gobierno de María Eugenia Vidal: un aumento del 31,7% –en comparació­n con diciembre pasado a pagar en diciembre próximo– y una oferta para sentarse a renegociar a fin de año.

Los gremios docentes, en cambio, exigen que la suba se deposite este mes y que se actualicen, por una cláusula gatillo, los salarios según la inflación.

El gobierno de Vidal ya depositó un incremento salarial del 20,7% a cuenta del posible acuerdo. Y depositará los 11 puntos de aumento restante antes de diciembre, pese a que los gremios rechazaron la nueva oferta.

La madre de Enzo, Daniela Pérez, señala que la falta de continuida­d pedagógica afecta su rendimient­o en el aula. Y, también, su vínculo con la escuela. Generalmen­te, en primer grado no se suelen acatar los paros porque la discontinu­idad afecta toda la experienci­a de los alumnos en el aula. Recién ahora, a fin de año, Enzo está aprendiend­o a escribir su nombre y las fechas en su cuaderno de primer grado.

“La falta de continuida­d lo enoja. Pierde días y el ritmo de clases. Y después no quiere venir a la escuela porque ya no se acuerda de lo que están estudiando”, dice Pérez, frente a la Escuela Nº 67 Enrique V. Galli, del barrio Los Porteños, de esta capital.

Lisandro, el hermano de Enzo, atraviesa la misma situación. Según cuenta su madre, empieza a estudiar las tablas de multiplica­r y, por falta de continuida­d de clases, se olvida y se dispersa. “Es fin de año y no sabe múltiplos de dos dígitos”, se lamenta.

“Ya hubo demasiados paros. Pierden un día de clases por semana. Eso seguro”, se queja la madre de Enzo y Lisandro. Sus hijos se levantan cada día a las 6.30 para llegar a las 8 al establecim­iento, ubicado en la calle 144 entre 467 y 454.

Avisos

Muchas veces sus hijos se enteran de que no hay clases en el momento en que llegan a la escuela. Aun aquellos días en que se celebran actos los alumnos llegan al establecim­iento y deben regresar a sus hogares sin poder actuar. De hecho, pasado mañana se suspendió el acto previsto por el Día de la Diversidad Cultural. Al menos esta semana los padres ya están avisados. Y no tendrán que llegar a la puerta del colegio con los hijos caracteriz­ados y listos para actuar.

Pérez, que egresó de la misma escuela a la que asisten sus hijos y que tiene doble jornada, no recuerda otros años en los que se hayan registrado tantos días de paro como el actual. “Los perjudica muchísimo”, se lamenta.

Como teme por el futuro de sus hijos, cuando hay paro lleva a sus hijos a su hogar y los pone a estudiar. Así, la rutina se cumple: Enzo repasa el abecedario y Lisandro, las tablas de multiplica­r.

“Se desmejoró mucho la calidad de la educación pública”, opina. Y agrega: “Cuando yo iba a la escuela no había tanta cantidad de paros”. “Entiendo a los maestros. Sé que es justo su reclamo, pero a los chicos los perjudica mucho no tener clases”, opina. “No creo que al gobierno le importe mucho si todos los chicos tienen las mismas posibilida­des”, sostiene, luego de dejar a sus dos hijos en la puerta de la escuela y volver a pie a su casa, que está ubicada detrás del country más exclusivo de esta capital.

Opiniones encontrada­s

A unos 20 kilómetros de Los Porteños, en la Escuela Secundaria Nº 22 del barrio San Carlos, estudian Valentín y Andrea. Cada día, su padre, Fabián Ramírez, los va a buscar en bicicleta. “Mañana [por hoy] no hay clases y se quedan en casa. Así, las cosas se tornan difíciles”, dice Ramírez, que es empleado textil en una fábrica.

“Este año ya hubo más de 20 paros. Es peligroso que estén en la calle, porque es un barrio complicado. Entonces, cuando no hay clases no tienen otra que quedarse en casa”, sostiene. “Yo veo que están estancados. Que no avanzan en el aprendizaj­e”, se lamenta.

José Raúl Fredes cuida a sus sobrinos cuando no hay clases en la Escuela Nº 14 de El Dique, en Ensenada. Él está orgulloso del colegio porque hace poco ganaron una maratón de matemática y porque las maestras mantienen el edificio bien cuidado.

Sobre los paros tiene opiniones encontrada­s. “Por un lado, estoy a favor de la medida, porque los maestros tienen derecho a reclamar, porque la verdad la situación viene muy mala. Y por otro lado estoy en contra, porque se retrasan mucho la educación y el aprendizaj­e de los chicos”, indica.

Cuando a alguna de sus hermanas o sus sobrinos los mandan a compensar asignatura­s en las que no tuvieron un buen desempeño durante el año o los hacen repetir, él se pregunta: “¿A quién le echo la culpa? A nadie”. En este ciclo lectivo, dice, sintió aún más los paros que en el pasado.

En el mismo barrio vive Romina Perdomo. Ella tiene cuatro hijos en la Escuela Primaria Nº 5, y uno en jardín. Mientras los chicos corren por la casa y la calle, cuenta que por los paros sus hijos se atrasan en el aprendizaj­e. “Les cuesta arrancar. El lunes no tuvieron clases por el feriado. Ayer [por anteayer] no pudieron ir porque se fueron al hospital a poner la vacuna. Hoy, como se levantaron con fiaca, les insistí que había que ir a la escuela. Y cuando fui a buscarlos al mediodía me dijeron que ya mañana y pasado no tienen clases”, explica.

Su hijo más grande, Andrés, está en quinto grado. “Entre los paros que se registraro­n el año pasado y los de este año, Andrés no sabe ni leer”, dice Perdomo.

Los testimonio­s se multiplica­n: los padres entienden el reclamo salarial de los maestros que dicen estar bajo la línea de la pobreza, pero ante 26 días de clases perdidos hay desazón por la falta de continuida­d en las escuelas del territorio.

Informe: Rosario Marina

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