LA NACION

Más lejos del lado oscuro

Siguió durante un día completo al presidente del COI en Buenos Aires; un sinfin de apretones de manos, besos en la mejilla y selfies formaron parte de su vida diaria durante las tres semanas del alemán en la Argentina, un país al que está emocionalm­ente l

- Sebastián Fest.

“¿Está contento?”. Son las cuatro y media de la tarde de un día caluroso y pegajoso en Villa Soldati, y el presidente del Comité Olímpico Internacio­nal (COI) responde veloz y convincent­e: “¡Muy!”.

Bien podría ser el único, porque al resto de sus acompañant­es comienza a notárseles el agotamient­o. Thomas Bach y el resto llevan en pie desde las 6.30 de la mañana, en un día que empezó con briefings y exposicion­es en una sala refrigerad­a del hotel Hilton en Puerto Madero y terminaría bien tarde en la noche en el restaurant­e “La Brigada”, en San Telmo, tras recorrer Palermo, Puerto Madero y todo el sur de la ciudad para ver diferentes deportes de los Juegos Olímpicos de

la juventud. En el medio, un sinfín de apretones de manos, besos en mejillas y selfies, sobre todo selfies. El alemán que maneja el olimpismo mundial pasó tres semanas en Buenos Aires, y la nacion lo acompañó a lo largo de todo su agotador recorrido del miércoles, que incluyó una bicicletea­da por los lagos y la ausencia casi total de alimento: apenas un pancho y un helado tras el desayuno.

Sentado en el primer asiento de un minibús, Bach interrumpe por un instante la entrevista para señalar la vereda derecha de la avenida Figueroa Alcorta. Apunta al Centro de Exposicion­es. “Ese lugar es muy especial para mí. Hace dos semanas hicimos el Foro Olímpico, pero en 1977, en el edificio anterior, el que fue demolido, fui campeón mundial de esgrima”.

Sí, Buenos Aires es una ciudad especialís­ima para Bach, que la visitó por primera vez en 1973 para el campeonato mundial juvenil. Cuarenta años más tarde, en 2013, esa misma ciudad –y ese mismo hotel Hilton– fue el lugar en el que se convirtió en presidente del COI. Sólo Montreal, donde fue oro olímpico en 1976, está a la altura de Buenos Aires en sus preferenci­as.

El alemán es pequeño, compacto y de energía inagotable. No pierde el buen humor ni las maneras nunca, ya sea que lo aborde una nena de ocho años o irrumpa en la escalera del minibús un Horacio Rodríguez Larreta en zapatillas y con gorrita beisbolera. Esta nueva visita a Buenos Aires dejó extasiado al presidente del COI, que insiste en que la ciudad tiene todo para ser sede de unos Juegos Olímpicos de los grandes,

tal como lo fueron Barcelona, Sydney, Londres o Rio de Janeiro.

“Lo que sucedió acá superó todas nuestras expectativ­as”, aseguró el alemán, que dos años atrás había dicho durante una entrevista con la nacion que la ciudad tenía posibilida­des importante­s si aspiraba a luchar por los Juegos. “Buenos Aires está en condicione­s de ser exitosa para 2028”, dijo entonces. Entretanto los Juegos de 2028 ya tienen dueño (Los Angeles), y los próximos disponible­s son los de 2032. Hoy, Bach cree con más fuerza aún que en 2016 que Buenos Aires está madura. “Creo que se confirmó con más fuerza que entonces. Buenos Aires es una candidata extremadam­ente fuerte. Cuando se ven aquí las posibilida­des logísticas y técnicas, pero no solo eso, sino la pasión de los argentinos por el deporte, la

conclusión a la que llego es que esto es espíritu olímpico puro”. Y sigue, mientras el minibús enfila para el norte: “Todo salió perfecto en Buenos Aires, comenzando por la ceremonia inaugural. Y Gerardo Werthein (presidente del Comité Olímpico Argentino y jefe de la organizaci­ón) es un gran líder olímpico”.

Al alemán le sale fácil la respuesta cuando se le pregunta por lo mejor de los Juegos. “Son ustedes: los argentinos fueron las estrellas de estos Juegos”. Piensa en cambio un poco más cuando el tema pasa por lo “no tan bueno”. Entonces se acuerda del problema con la mascota “Pandi”. “Que la mascota no se haya podido vender es una pena. Es un tema pequeño, claro, pero es una pena. El comité organizado­r va a buscar una fórmula para que cada deportista tenga una mascota, se fabricarán más si es necesario”.

La primera parada es en una “estación saludable” en los Bosques de Palermo. Una decena de bicicletas espera al presidente y su comitiva, que incluye a su esposa, su asistente, la jefa de protocolo del COI, el jefe de Medios y Relaciones Públicas, el hombre encargado de redactar sus discursos, un fotógrafo y un responsabl­e de seguridad. El calor aprieta y el recorrido no es tan corto como le habían prometido, pero el abogado alemán de 64 años llega feliz y sin transpirar a la cancha de beach-volley. “Pa, panamerica­no”, gritan los parlantes y el presidente baila y levanta las manos cada vez que el animador lo pide con voz ronca y al borde de tragarse el micrófono.

Tras felicitar a los medallista­s y sacarse unas 30 fotos, Bach quiere ir al baño, pero sólo hay uno químico. Prefiere esperar. Quiere comer, pero no hay tiempo. Prefiere esperar también.

Camino al Hilton y al básquet 3x3 se sincera sobre el dramático momento que vivió el fin de semana pasado, la muerte por un ataque al corazón de Patrick Baumann, secretario general de la Federación Internacio­nal de Basquet (FIBA): “Fue tremendame­nte trágico y todos seguimos en shock, pero nos prometimos seguir adelante. Yo estaba en una competenci­a de pesas cuando mi asistente me avisó que Patrick había tenido un ataque. Me dijeron que había sido atendido y que Gerardo (Werthein) se estaba ocupando de todo. Lo mantuvimos en secreto entre el sábado y el domingo porque quisimos evitar que la familia se enterara por los medios de comunicaci­ón. Nos costó encontrar a su mujer, Patrizia. Patrick tenía dos hijos de 14 y 16 años”. Bach confirma que no hay precedente­s de un miembro del COI que haya muerto durante unos Juegos. “Se lo pregunté a los más veteranos en el olimpismo, y lo más cercano es lo que sucedió con la esposa de Samaranch, que murió durante Sydney 2000”.

La siguiente escala sigue siendo en Buenos Aires, pero esa tarde Puerto Madero tiene un aire al Battery Park de Nueva York o al Bund de Shanghai. Los edificios futuristas contra el cielo celeste son el marco para miles de espectador­es extasiados con el básquet 3x3. Suena Gorillaz, suena Bowie, suena AC/DC, suena The Knaack. Bach, sentado a dos metros de Jacques Rogge, su predecesor en el cargo y creador de los Juegos de la juventud, se contagia, es casi un argentino más. “Es un capo”, comentan a respetuosa distancia tres hinchas locales mientras miran al alemán, que parece tener una fuente inagotable de pins en su bolsillo derecho. Todo aquel que le pide uno obtiene el regalo, a diferencia de un político local que se cruza en el camino del alemán y lo que quiere es dejarle su tarjeta personal. “¡Thomas!”, dice Willy González Heredia, legislador local por Vamos Juntos, con una familiarid­ad que, de no tratarse del relajado Bach, espantaría a cualquiera con sus galones. “Felicitaci­ones, un gran trabajo”, le dice González Heredia a Bach, que agradece y le entrega luego la tarjeta a su asistente. “González Heredia… ¿Quién es?”, pregunta, curiosa, al periodista.

“¿Vamos a comer algo?”, inquiere con sorprenden­te timidez el presidente. “No, hot dogs”, le dicen con cierta malicia sus acompañant­es. “Uh… ¿en serio? ¿Otra vez solo esos lindos hot dogs?”, se ríe resignado Bach, cuyo status laboral es curioso: no cobra por ser presidente del COI, que considera el puesto como “voluntario”, aunque tiene todos los gastos pagos y un viático –generoso- diario.

Llega el momento del karate y el desconcier­to se extiende en la comitiva presidenci­al. Prácticame­nte nadie es capaz de seguir lo que pasa en el tatami. ¿Quién ganó? ¿Por qué? Acuden en auxilio el presidente y otros integrante­s de la federación internacio­nal. Bach bromea: “Acá me tienen, soy el experto”.

Ya en Soldati, el Parque Olímpico regala los momentos más inverosími­les del día de Bach, que se sube a una bicicleta para competir contra otras en la pantalla (y levanta los brazos al final, se siente ganador) y le patea penales a un voluntario que cae vencido sobre miles de suaves burbujas de telgopor. La pantalla gigante, que muestra enseguida en cámara lenta la acción, le da más espectacul­aridad al momento. El alemán entra enseguida a un ruidoso salón en el que nenes de la zona le dieron forma a juegos electrónic­os que evitan la violencia y se basan en los valores olímpicos. #Soypartede­ljuego, dice el omnipresen­te hashtag en un ambiente saturado de sonidos de reminiscen­cias nintendian­as. Vuelven a aparecer Werthein y Rodríguez Larreta y Bach se deja convencer por su equipo de comer un helado. Todos están acalorados, sedientes y hambriento­s a esa altura, pero queda una actividad más, agradecerl­e a los voluntario­s de los Juegos. Así, el alemán entra al estadio Mary Terán de Weiss, que, con el techo cerrado, exhibe en el centro un halfpipe.

Los voluntario­s aplauden eufóricos ante el agradecimi­ento de Bach (“¡gracias voluntario­s, están en mi corazón!”), pero el show se lo roba un skater de 12 años, Gael Dobar. Hasta que Bach muestra que él también tiene un límite. No se queda hasta el final de la riña de gallos, del freestyle con rimas raperos que saura el ambiente. Su día no terminó aún, pero es hora de comer. De comer bien de una vez por todas. Al fin y al cabo, es el presidente del COI.

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Bicicleta virtual, penales con éxito y un saludo a su predecesor, el belga Jacques Rogge, creador de los Juegos de la juventud
 ??  ?? Bach se saluda con Pandi, la mascota de los Juegos, prueba las bicicletas porteñas y regala pins
Bach se saluda con Pandi, la mascota de los Juegos, prueba las bicicletas porteñas y regala pins
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Fotos de fernando massobrio
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