Joven imprenta old school
A diez años de los comienzos en un pequeño taller de Recoleta, los afiches de La Libertad ganaron un lugar en paredes públicas y hogareñas; restauración e investigación, base del proyecto
Tras 10 años de éxito, Federico Cimatti cuenta sus claves.
La primera vez que Federico Cimatti entró en una imprenta sintió una conexión que le hizo vibrar todo el cuerpo. El sonido de las máquinas, el olor a solvente y tinta, cierto desorden anacrónico, casi sepia; todo ese universo lo atrajo de inmediato: “Conecté, así de simple, sentí que eso que veía, yo lo podía hacer”. Fue el momento exacto en que nació Prensa La Libertad, que este año cumplió una década, en la que fue recuperando máquinas antiguas y tipografías olvidadas para crear piezas de arte gráfico y, ahora también, libros.
“Creo en la noción de que hay que ocupar la vida con el arte y yo creo que esto es arte. Es un campo de batalla muy interesante, me gusta discutir la idea del Keep calm and carry on”, dice Cimatti, 32 años, creador de afiches que, con mensajes como “Insista en construir desde el amor” o “Despierte, usted es parte de la realidad”, ha logrado su cometido: pelear por un lugar en las paredes hogareñas y en el espacio público.
De alguna manera, su taller funciona un poco como “galería de arte”: mucha gente va a ver los afiches antes de comprarlos (cuestan entre $200 y $400) y con su trabajo ha participado de varias exposiciones de cartelería y diseño en Londres, Dinamarca, Bolivia y Buenos Aires.
Cimatti es un imprentero tipográfico a la vieja usanza: trabaja con piezas
Reflexión. Sobre el trabajo independiente y autogestivo, la imprenta hizo este año este afiche
individuales, talladas en madera o plomo. En definitiva, la tecnología que emplea no difiere demasiado de la imprenta que inventó Gutenberg. “Esto me mueve algo, si no, no tiene ningún sentido”, reflexiona. Y agrega: “Estoy bastante orgulloso de hacer algo inútil en un contexto de aceleración de las formas de producción. Y no es con un tono nostálgico, para nada, lo hago desde una perspectiva ideológica, de la relación entre la técnica y el que produce”.
Su último proyecto, el libro La Reforma Agraria de la Poesía, con textos de Clara España, fue impreso íntegramente con tipografías artesanales y se presentó el mes pasado. El trabajo le llevó seis meses, tiene apenas 30 páginas cuidadas y fue ilustra- do con tacos de impresión, matrices con dibujos en zinc de Juan Andralis, el creador de la mítica imprenta El Archibrazo, que funcionó entre 1968 y 1994, vinculada a movimientos culturales como el Di Tella.
Cimatti supo que el acervo de Andralis estaba en riesgo de desaparecer, se puso en contacto con la familia y logró que lo autorizaran a incorporar esos dibujos al libro. “En los años 30, Andralis se fue a Francia y se vinculó con el núcleo que estaba creando el surrealismo; fue muy amigo de André Breton. De hecho, estamos armando una muestra con mi trabajo en la casa museo de Breton, en Francia. Todo por el trabajo con Andralis, estoy alucinado”.
En paralelo, está abocado a la recuperación de una enorme cantidad de tipografías de los años 20 que le llegaron de un taller de Wilde, que funcionó durante 50 años. El dueño vio el trabajo de Prensa La Libertad en un programa del Canal Encuentro y se emocionó: le hizo llegar dos bolsas de arena para la construcción con tipografías que perecían debajo de un toldo, repletas de barro y agua. “La investigación es una pata importante del proyecto; estas tipografías son de madera de peral, que es muy resistente, puede mojarse y no se hincha”.
En el taller de Prensa La Libertad, un espacio pequeño en un edificio de Recoleta, las paredes están recubiertas con los trabajos que fue creando en estos diez años y que recorrieron diversas muestras acá y en Europa, donde existe una extensa tradición tipográfica. El lugar está cargado con la profundidad que Cimatti le da a su trabajo, alejado de cualquier movida retro. Allí comenzó todo el 2 de junio de 2008, cuando hizo una serie de afiches con una pequeña máquina que todavía está en su taller.
Federico creció en una familia encabezada por un militar de la Fuerza Aérea, excombatiente de Malvinas, piloto de Mirage. “Haber tenido un interés artístico fue bastante difícil en ese contexto, diría que contracultural”, cuenta. De pequeño, tenía un hábito: ponía música clásica y pintaba sin ninguna consigna. Hoy es capaz de trazar líneas asociativas entre sus inclinaciones creativas y la profesión de su padre: “Creo que de ahí viene la conexión con las máquinas, los aviones y las balas, que son de plomo, al igual que la imprenta”. Es más, en un viaje hizo una pequeña investigación sobre un mito que había escuchado de la Segunda Guerra Mundial: “Había una gran demanda de plomo y se fundieron máquinas de imprenta para hacer balas y tanques, lo pude confirmar... es muy paradójico: una bala es el fin de la palabra; la imprenta, en cambio, las difunde”.
A Cimatti le interesa trabajar sobre la coyuntura desde un lugar poético, que “no adoctrine, ni que te diga lo que tenés que hacer”. El hecho de haber elegido como medio de expresión este sistema de impresión, en la era de la inmediatez, es un acto cargado de significado. “Son máquinas hechas para siempre y a mí me gusta pensar que el símbolo que produzco a través de ellas puede funcionar hoy o dentro de 20 años”, dice, mira hacia arriba y señala uno de sus trabajos. El afiche dice: “Deposite su alivio aquí”. “Es pura tensión, ¿no? Vivimos ansiosos”.