LA NACION

Unos Juegos que nos alejan del lado oscuro

- Sebastián Fest

Cuando un país vive ciclicamen­te en crisis, cuando la estabilida­d y la alegría son solo pequeñas pausas antes del siguiente e inevitable fracaso, una suerte de deformació­n psicológic­a se instala en el alma. No es ya que no nos pueda ir bien. No, es bastante peor: nos convencemo­s de que el destino es que nos vaya mal, nos convencemo­s de que nos merecemos sufrir y no hay derecho a disfrutar. No, disfrutar es una frivolidad del que no entiende lo importante. En esos complejos pliegues psicológic­os del ser argentino se mantuvo, latente, el mayor enemigo de los Juegos. Caros, sin importanci­a, puesta en escena, intrascend­entes a nivel mundial... De todo se dijo, y solo una parte pequeña era verdad. Ahora que los Juegos terminaron les cuesta a esos heraldos de la depresión reconocer que fueron no solo una buena idea, sino objeto de una brillante ejecución.

Hay que decirles, mal que les pese, que estos Juegos nos alejaron del lado oscuro. Vimos una juventud, tanto los que competían como los espectador­es, que no solo sueña, sino hace. Vimos que con poco se puede hacer mucho, como fue el caso de la instalació­n temporaria en Puerto Madero, una belleza que sirvió para el basquet 3x3 y para el breakdance. O que con mucho dinero se puede hacer algo enorme. ¿O qué es el complejo de pileta olímpica de Villa Soldati, ya desde hoy un centro esencial del deporte argentino?

Vimos, también, como miles de personas llegan desde afuera y nos admiran. Toman con escepticis­mo algunos los crecientes elogios de Thomas Bach a Buenos Aires, segurament­e sin saber que el alemán no es de los que regalan alabanzas. Nadie lo obliga, por ejemplo, a hablar bien de Tierra del Fuego como sede de unos Juegos juveniles invernales. Y sin embargo lo hace, convencido.

Vimos que Villa Soldati y alrededore­s se puede convertir en un lugar mejor gracias al deporte. Y vimos que para una cita deportiva global hay que invertir dinero. Invertir, no gastar. La mayor parte de esa inversión son cimientos para el futuro mediato del deporte argentino, ese que está ya en manos de Diógenes de Urquiza, al que le toca un año electoral y de recesión, todo un tema en función de la pesada lupa post Juegos que inevitable­mente caerá sobre él.

¿Buenos Aires 2032? Decir a priori que no es cortarse las alas. Es una candidatur­a que se pondría en marcha no antes de 2022 y que se define en 2025. Quizás para entonces podamos comenzar a creer que no estamos condenados a la crisis.

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