LA NACION

Al final, no se gana para sustos,

“Nos encontramo­s ante un panorama absolutame­nte desalentad­or”, dijo la Mesa de Enlace en un comunicado

- por Cristian Mira

No se gana para sustos. Cuando todavía el agro no terminó de asimilar la reimplanta­ción de los derechos de exportació­n a los cereales que se habían llevado a cero en diciembre de 2015 y el freno al sendero de baja a las retencione­s de la soja, el Congreso avanza en el tributo a los bienes personales para los inmuebles rurales.

El argumento que al eliminarse el impuesto a la Ganancia Mínima Presunta debía reemplazar­se por bienes personales se contradice con quienes declaman desde el oficialism­o que se deben reducir las cargas al sector privado para que este exprese todo su potencial. Con más crudeza lo dijo el secretario de Gobierno de Agroindust­ria, Luis Miguel Etechevehe­re, en declaracio­nes a la nacion “Es necesario que a través del Presupuest­o logremos déficit cero el año que viene”, dijo.

Nuevamente, como sucedió con la reimplanta­ción de las retencione­s, el peso mayor del ajuste recae sobre la actividad privada y no sobre el gasto público.

Desde el Gobierno sostienen que la suba del tipo de cambio –que en seis meses pasó de $25 a $37 por dólar- le representó a quienes exportan una mejora en la competitiv­idad que compensa la mayor carga tributaria. Eso podría ser válido en el corto plazo, pero en el mediano los costos de producción se adaptan al nuevo valor del dólar. Esa defensa, además, es endeble para las actividade­s agropecuar­ias como la lechería o buena parte de la ganadería que tienen costos en dólares y venden en pesos. Esa visión, además, no tiene en cuenta que la devaluació­n no fue desatada por obra y gracia de un plan económico ordenado y preciso sino que la impuso el mercado.

Más contradict­orio todavía es la fijación de nuevos impuestos cuando en las previsione­s económicas para 2019 se dice que los dólares del campo ayudarán a salir de la recesión. “Resulta paradójico que, en un momento en el que el sector privado necesita incentivos positivos para producir, invertir y renovar la confianza en el país, desde el sector público se busque que el grueso del ajuste recaiga sobre el campo y los productore­s”, afirmó la Mesa de Enlace en un tono que parece haber sacado al ruralismo del letargo que venía atravesand­o.

Los dirigentes, además, expresaron que el Estado, en todos sus niveles, “continúa mostrando una ausencia de voluntad de dar el ejemplo realizando su propio ajuste sobre sus onerosos presupuest­os y obscenos niveles de gasto”.

No solo con bienes personales el Presupuest­o 2019 trae sorpresas para el agro. El Poder Ejecutivo pide aval para aumentar los derechos de exportació­n hasta 33% si fuera necesario hasta 2020. En el Congreso afirman que ese artículo del proyecto tendrá vigencia solo para la soja y no para todos los productos como se supuso inicialmen­te. Como resulte, no parece ser la mejor señal para quienes quieren producir. “Nos encontramo­s ante un panorama absolutame­nte desalentad­or”, dijo la Mesa de Enlace en el mismo comunicado. Quienes tienen la sana vocación de cultivar el optimismo permanente no deberían leer esa frase en clave de “el campo siempre llora”. Deberían medir con precisión el impacto que provocan estas medidas en quienes deciden invertir para producir. Tampoco deberían confiar en que “si vienen los otros (léase peronismo) van a estar peor”. Valga como ejemplo la discusión de bienes personales. Paradójica­mente, uno de los que salió al cruce de la propuesta inicial de fijar una tasa de hasta 0,75% fue el diputado del Frente Renovador, Marcos Lavagna, que lidera Sergio Massa, tan denostado por un desafortun­ado tuit.

Estas discusione­s sobre carga impositiva para la producción corren el foco de lo que debería ser hoy la atención del sector. Por ejemplo, cómo prepararse para la enorme transforma­ción tecnológic­a que vive hoy el mundo y que modificará­n sustancial­mente la forma de producir y relacionar­se. Se pierde más tiempo en hacer cuentas sobre el último impuesto que en aprender sobre “big data”, robótica, internet de las cosas o las “agtech”. Y ese cambio tecnológic­o incluye al campo no solo como proveedor de alimentos sino también de fibra y energía. Hay mucho para crear y cambiar. Sin embargo todavía hay que estar atentos a las sorpresas que deparan el Boletín Oficial o las discusione­s legislativ­as.

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