LA NACION

Con la llama intacta

Shakira vuelve a Buenos Aires para recuperar su trono

- Dolores Moreno

PUNTA CANA.- “La música de Shakira tiene un sello personal que no parece de nadie más y que nadie puede cantar y bailar como ella, a cualquier edad, con una sensualida­d tan inocente, que parece de su propio invento. Se dice fácil: Si no canto me muero. Pero en Shakira es cierto: si no canta no vive”, señaló Gabriel García Márquez, en un entrevista que hizo sobre su coterránea en 1999. Shakira acababa de sacar su cuarto álbum, ¿Dónde están los ladrones?, y, con 22 años, la chica de Barranquil­la había logrado llamar la atención de Gabo, y sus canciones, “Ciega, sordomuda”, “Tú”, “Inevitable” y “Ojos así”, alcanzaban los primeros charts mundiales. De esa Shakira a la de hoy pasaron 20 años y, sin embargo, poco se nota: sigue moviéndose como si fuera puro cartílago, caminando por el escenario, meneando y haciendo sus clásicos quiebres de cadera y pectorales que hasta Britney Spears quiso imitar.

“Mis niños me han acompañado durante una parte del tour, y es inexplicab­le la sensación que me da verlos disfrutar del show. Ver las cosas a través de los ojos de un niño es un don”

No hay signos de agitación en su show, ni pausas. Tiene una setlist para nostálgico­s y para nuevas generacion­es. No parecen haber quedado secuelas de sus problemas en las cuerdas vocales, que la obligaron a suspender el tour, que estaba programado para 2017. Esos tiempos, según cuenta a la nacion, fueron “como un terremoto”. Aunque reconoce que está “agradecida” por todo lo que le pasó en la vida, incluso lo malo, porque la hizo evoluciona­r.

Ninguna chica latina aún la ha podido destronar: Shakira, a sus 41 años, lanzó el año pasado nuevo álbum, El Dorado –que ganó en la categoría Mejor Álbum de Pop Latino en los Grammy de 2018–, y ya retomó la gira promociona­l del disco que la trajo otra vez a América Latina, después de 7 años: sus shows en el país son el jueves 25 en el estadio Vélez Sarsfield y el sábado, 27, en el estadio de Rosario Central, y se sigue reconvirti­endo para no perder vigencia. De oruga a mariposa: cómo fue la transforma­ción de esta adolescent­e que soñaba con convertirs­e en estrella. Una semana antes de su desembarco en Buenos Aires (aún hay entradas disponible­s), la mujer de Gerard Piqué se presentó en Punta Cana, en el Hard Rock Café.

Los afiches con imágenes de Shakira reciben a los turistas desde el aeropuerto, las rutas y los hoteles de la paradisíac­a ciudad dominicana. Todos hablan de eso: en la playa, en el bar, los taxistas. Es todo un suceso. Vestida con una calza entre transparen­cias y brillos dorados y con una remera con una estampa de una cabeza de un tigre, la colombiana de rizos platinados y al viento sale a escena frente a un público extasiado. No hay un patrón de edades: están las mujeres que crecieron con sus primeros álbumes y también las chicas que la descubrier­on gracias a sus sencillos efectistas de los últimos años. Esos que lograron que nunca desapareci­era de la escena: desde aquel primer tema con Alejandro Sanz, “La tortura”, pasando por el bien caribeño que hizo con Carlos Vives, “La bicicleta,” hasta los hits reggaetone­ros que compuso con el pretty boy colombiano, Maluma (“Chantaje”, “Clandestin­o” y “Trap”). Shakira lo sabe y elige hacer un mix de canciones inclusivas: hay de todas sus épocas, desde temas como “Estoy Aquí”, “Si te vas”, y “Antología” pasando por “La La La”, “Waka Waka” hasta de su último trabajo discográfi­co, como “Amarillo” y “Me enamoré”, la canción que hizo para Piqué, a quien describe como una persona “tan apasionada como ella”. La energía se mantiene intacta en la hora y media que dura el show. Tras convertirs­e en madre de Milán y Sasha, la cantante había puesto en pausa su vida itinerante, hasta ahora.

“Mis niños me han acompañado durante una parte del tour, y es inexplicab­le la sensación que me da verlos disfrutar del show. Ver las cosas a través de los ojos de un niño es un don, porque lo hace todo nuevo y me conmueve ver esos ojitos brillando descubrien­do la música en vivo y viendo a su madre cantar”, señala. Además, cuenta que tenía “terror absoluto” de volver al trabajo: “Al principio me costó, tenía mis miedos de repartir mi tiempo entre mi carrera y ser madre. Pero una vez que superé el primer obstáculo, empezó a fluir. Ellos venían al estudio, y de hecho se convirtió en una nueva forma de conectar. Aprendí que no hay que elegir entre las cosas que uno quiere, pueden convivir en armonía”.

Shakira baila, atiende los pedidos del público cuando alguien le hace notar que se escucha baja la voz, salta. Y todo lo hace sola. Tiene una ajustada banda de cinco músicos, pero no es como otras estrellas pop: ella no tiene bailarines. El peso de la danza es todo suyo. Ese y el de su recurso vocal tan caracterís­tico, por el que de chica un profesor la rechazó para el coro y le dijo que parecía una cabra. También, las letras.

“Muchas veces siento que la canción se escribe sola. Me viene la letra y a veces escribo poesías que no tienen melodía y luego la melodía viene. Otras, viene la melodía y eso inspira la letra. Cada canción es un mundo en sí”, explica.

Con pelo moreno, con melena roja, con rastas o platinada con rulos endiablado­s, Shakira Mebarak logró reinventar­se década tras década. En los primeros años, se perfilaba como una cantautora con letras agudas, en las que ponía de manifiesto, entre otras cosas, el rol de la mujer y el deber ser (“las mujeres se casan siempre antes de 30”, gritaba en uno de sus interludio­s frenéticos en “Pies descalzos”) y también se animaba a hablar de aborto en “Se quiere, se mata” (“Y antes de que el vecino y la familia supieran fuiste donde el doctor a acabar con el problema”). Con una mirada oscura, la Shakira morocha hablaba de desamor en su tiempo de oruga. Más tarde fue encontrand­o otros caminos. Pasó de morocha a colorada y hurgó en sus orígenes para imponer su propio twerking. Desde los 8 años que practicaba danza árabe y desde los 4 que componía poesía. Se había preparado para eso.

La Shakira, colorada. ¿Dónde están los ladrones? fue lanzado el 29 de septiembre de 1998 y fue producido por Sony de la mano de Emilio Estefan, quien tuvo el desafío de, sin quitarle a esa joven su espíritu autobiográ­fico, rebelde y rockero, convertirl­a en una artista for export. Así concibiero­n juntos este disco en donde sumaron más géneros; al pop latino y al rock, le agregaron grunge y sonidos del medio oriente. Y vaya que lo consiguió. Con aportes de trompetas mexicanas y la oscuridad de sus baladas con trabalengu­as acelerados, se estima que se vendieron 10 millones de copias de ese disco y que fue su tobogán hacia el éxito internacio­nal. Por esos años, la joven promesa colombiana cumplió otro hito: fue la primera artista latina que grabó un MTV Unplugged en castellano. La oruga estaba empezando la transforma­ción a mariposa.

La Shakira, rubia. Lo que siguió fue el mercado anglosajón: Shakira entendió que si quería seguir expan-

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Ilustració­n pablo lobato
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Fotos de fenix El jueves pasado durante el recital en Punta Cana

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