Serrat vuelve a sus fuentes con emoción y frescura
El mundo musical giraba alrededor de la separación de los Beatles, las secuelas de las experiencias de Ástor Piazzolla y el llamado “boom del folclore”, las renovaciones del jazz, las fusiones y el rock sinfónico y el comienzo de una explosión mundial de un subgénero que alguna vez se bautizó como “de cantautores”. Y fue por esa época, más precisamente en 1971, que el catalán Joan Manuel Serrat –que había logrado superar las críticas locales por cantar libremente en castellano– lanzaba al mundo la que sería su obra cumbre, Mediterráneo.
Diez títulos (uno de ellos, “Vencidos”, sobre texto de León Felipe) que constituyen una de las síntesis más acabadas, redondas, sólidas y contundentes que ha dado la canción popular de todas las épocas. Ese disco, que mostraba en la tapa a un Serrat muy joven con fondo del mar que le daría título, tuvo además una realización excelente, producto de arreglos y dirección, para una orquesta sinfónica, de Juan Carlos Calderón, Gian Piero Reverberi y Antoni Ros-Marbà. Y no solo el público y la crítica siguen pensando aquel álbum como lo más importante de su carrera; el propio cantante dijo hace tiempo en una entrevista que sabía que no le era fácil volver a escribir una canción como “Mediterráneo”.
De tal modo, rescatar completo aquel trabajo y ponerlo en presente “da capo”, una vez más, es un acto de plena justicia, para la obra y para su gestor. Aunque se cumplan 47 años y no un número redondo. Muy bien recuperado de algunas épocas difíciles de su salud, dijo que “la fragilidad de la vida” lo llevaba a no querer perderse esta posibilidad de festejarlo.
Y lo que pasó en el Gran Rex, colmado en el comienzo de una seguidilla de once funciones que se prometen iguales, fue una auténtica fiesta. El disco se escuchó completo aunque con el orden levemente cambiado respecto de su edición, comenzando y cerrando con la pieza que le da nombre. Quizá, los nostálgicos y puristas hayan extrañado los arreglos históricos y hayan sentido alguna extrañeza con el acompañamiento del formato más pop que ha respaldado a Serrat en las últimas décadas. Y algunos problemas en el retorno del sonido, en esa primera sección, lo llevaron a cometer algunos desajustes de afinación que no son habituales en él. Pero por la contraria, hizo versiones maravillosas y emocionantes –al punto de hacer lagrimear a muchos– de, por ejemplo, “Pueblo blanco”, “Lucía” o la citada “Vencidos”, que introdujo con un párrafo del Quijote, de Cervantes.
Allí llegó el primer cierre y arrancó la segunda parte del concierto, con mucho de tributo al mar que dio origen a todo esto. Llegaron una curiosa “La mer” de Charles Trenet en francés y “Plany al mar”, su monumental canción en catalán. Desfilaron las clásicas “Cantares”, con texto de Machado; “Penélope”, “Menos tu vientre” y “Para la libertad”, sobre poesías de Miguel Hernández, el “Romance de Curro el Palmo”, “Esos locos bajitos” –cambió hijos por nietos jugando con la letra–, “Fiesta” o “No hago otra cosa que pensar en ti”, ya como bis. Y alegró a sus fans algo más cercanos en el tiempo con “Algo personal” (la mención de la palabra “ajuste” despertó el entusiasmo antimacrista de un sector de la platea) o “De vez en cuando la vida”.
Por lo demás, salvo por lo apuntado y por un pequeño carraspeo en “Menos tu vientre” que lo incomodó y lo obligó a interrumpir, se lo notó físicamente bien y recuperado de una faringitis que lo llevó a suspender actuaciones hace unos días. Su grupo, impecable, mostró el doble comando de Ricard Miralles al piano de cola y José Mas “Kitflus” en los teclados. A eso se sumaron en renovación generacional la imprescindible viola de Uixi Amargos y los aportes pop de las guitarras, eléctrica y de caja, del muy expansivo David Palau, el bajo –y eventualmente el contrabajo– de Tomás Merlo y la batería de Vicente Climent.