Calasso, un intelectual en la era de la inconsistencia
“P ara quien vive en este momento, la sensación más precisa y más aguda es no saber dónde se están poniendo los pies. El terreno es quebradizo, las líneas se desdoblan, los tejidos se deshilachan, las perspectivas oscilan. Entonces, se advierte con mayor evidencia que nos hallamos en la actualidad innombrable”, escribe Roberto Calasso (Florencia, 1941) en su último libro, un intento de leer este presente donde todo lo sólido se desvanece en el aire.
Con títulos como K o La folie Baudelaire, Calasso, ensayista erudito además de director de la prestigiosa editorial Adelphi, ha dado forma a una profunda obra de indagación que –a través de la religión, la filosofía, la pintura y la literatura– explora un problema clave: la relación que los hombres establecieron con lo divino. Con La actualidad innombrable cierra una página abierta en Las ruinas de
Kasch (1983), donde por primera vez mencionaba el concepto .
La actualidad innombrable se divide en dos partes: una está dedicada al terrorismo contemporáneo; la otra, a la memoria del ascenso del nazifascismo. En la primera sección, asistimos a una original interpretación del mundo actual, basado en la contraposición entre terroristas y turistas. Calasso está convencido de que la violencia islámica refleja, más que una trama sociopolítica, una reacción religiosa contra la sociedad secular. Para los terroristas dispersos por el globo, formados en Internet, el mundo diseñado por occidente es el lugar ideal para consumar un sacrificio capaz de asegurar una vida eterna, infinitamente más apetecible que la terrenal. El problema, según el intelectual italiano, es que la sociedad secular –la que desde hace siglos se dedicó a cuestionar, deslegitimar y aniquilar lo divino– no alcanza a comprender cómo, habiendo muerto Dios, pueda todavía subsistir un sentir anclado en el sacrificio exterminador.
Los objetivos del terror son precisamente los lugares cotidianos (el bar, el teatro, el mercado de Navidad, la rambla) o los “templos” irreligiosos sobre el pasado (los museos), aquellos que signan la alianza del Homo secularis, como llama irónicamente Calasso al hombre occidental de hoy, con la desacralización del mundo.
Lo más grave, en su opinión, es que hombre secular y turista son lo mismo. Turista es quien, ya casi sin desplazarse fuera de su entorno, recoge minúsculas porciones de saber y de historia ajenos, fija fotogramas estandarizados del mundo y construye edificios conceptuales como castillos de naipes. Todos, en cierto modo, nos hemos convertido en turistas; es decir, en hombres inconsistentes en la era de la inconsistencia. Inconsistente no significa superficial, sino aquello que no tiene espesor, aquello que no es.
Para Walter Benjamin, el siglo XIX fue el responsable de convertir la narración – forma arcaica de transmitir saberes milenarios – en información, la noticia que habla del presente y sepulta la memoria. Calasso, por su parte, considera que el siglo XXI es responsable de pasar de la información a la inteligencia artificial, que lee, clasifica e interpreta a individuos y sociedades por medio de algoritmos.
La segunda parte del libro, “La Sociedad Vienesa del Gas”, consiste en una sorprendente sucesión de citas de muchos de los actores, espectadores y víctimas del ascenso de Hitler y del estallido de la guerra. En este deslumbrante coro de voces – Klaus Mann, Joseph Roth, Stefan Zweig, Céline, Simone Weil, pero también Goebbels, Himmler, Mussolini–, el escritor recompone cómo se fue enrareciendo el clima en Europa hasta dejarlo todo en ruinas. El estilo de Calasso recuerda las iluminaciones de Benjamin. Cada fragmento, encadenándose con el siguiente, van componiendo un mosaico caleidoscópico. La página final de La actualidad
innombrable evoca un sueño de Baudelaire, en el que el francés ve desmoronarse una torre, y con ella, todo lo que la rodea. Al gran poeta de la modernidad, Calasso le adjudica lo que nadie se animó hasta hoy: la premonición de las Torres Gemelas, que reflejan el derrumbe de un proyecto, cuyo fin muy pocos acaban de comprender.