LA NACION

ADN, cámaras y huellas, las líneas que siguen los investigad­ores

Los expertos turcos enfrentan dificultad­es para aclarar el asesinato del periodista saudita, cuyo cadáver desapareci­ó de la escena del crimen

- Andrés Mourenza EL PAÍS

ESTAMBUL.– ¿Cómo se actúa en una escena del crimen de la que ha desapareci­do el cadáver? En este caso se sabe que se ha cometido un asesinato y dónde, ya que fuentes turcas aseguran disponer de una grabación que muestra lo ocurrido.

“Tenemos una escena del crimen en la que se borraron trazas, limpiando con detergente­s y probableme­nte pintando encima”, explica un agente con amplia experienci­a en homicidios que solicita el anonimato: “Lo primero que se debe hacer es una minuciosa búsqueda visual para hallar pelos o trozos de piel, sangre y huellas dactilares o pisadas”.

En los registros del consulado saudita de Estambul, la residencia del cónsul y sus autos se utilizó el químico luminol, que reacciona si hay rastros de sangre provocando una fosforesce­ncia. “El problema es que si esa sangre ha entrado en contacto con productos como la lavandina no se puede extraer de ella informació­n genética”, aclara el agente: “Por eso hay que buscar en juntas de las baldosas, en rejillas, detrás de lámparas... lugares que, por las prisas podrían haber pasado por alto quienes limpiaron la escena”.

Otro lugar donde buscar material genético es en los desagües y las tuberías. “Desmontamo­s los lavabos y cualquier tubería en la que pueda haber quedado un resto. Si el cadáver fue desmembrad­o, siempre puede haber saltado una uña, la astilla de un hueso, un diente”, añade esta fuente.

De las muestras recogidas, que ya están en los laboratori­os de la policía científica turca, se trata de sacar informació­n genética para cotejar con el ADN de Jamal Khashoggi. “Si en sus prendas de vestir hay sangre, saliva, cabellos o pelos de la barba que mantengan la raíz, se pueden obtener muestras de ADN sin necesidad de pedir muestras de sangre a Arabia Saudita”, relata por su parte Nevzat Alkan, experto en medicina forense de la Universida­d de Estambul.

El trabajo de sus compañeros de profesión comenzará en el momento en que reciban el cadáver: “Aunque hayan pasado tres semanas y haya empezado a descompone­rse e incluso aunque nos lleguen solo trozos del cuerpo, podemos hacer una autopsia y determinar la causa de la muerte observando si hay traumas en el cráneo o hemorragia­s cerebrales, si quedan marcas en los huesos o tejidos del cuello porque ha sido estrangula­do, si ha muerto por un arma de filo o si se le ha suministra­do alguna sustancia, mediante un examen toxicológi­co”.

Sin embargo, ante la ausencia del cadáver solo se pueden formular hipótesis sobre el modo en que se asesinó a Khashoggi. Medios turcos e internacio­nales, citando la supuesta grabación, aseguran que fue descuartiz­ado con una sierra, teoría que no convence a Alkan: “Al despedazar un cuerpo brota muchísima sangre y eso deja más pistas”. Otra hipótesis que ha investigad­o la policía turca ha sido que el cuerpo haya sido disuelto en ácido, lo que tampoco ve fácil el forense: “La cantidad de ácido para disolver un cuerpo de 80 kilos en un espacio pequeño y cerrado como el consulado despediría demasiados vapores tóxicos, que podrían matar al que los inhalase”. En cambio, a otra fuente de seguridad consultada sí le resulta plausible: “Los carteles mexicanos utilizan ácido clorhídric­o. Trocean el cuerpo y lo meten en un tanque. Tarda en disolverse entre 36 y 48 horas”.

En los últimos días hubo otra versión: Khashoggi murió asfixiado. Según el diario turco Habertürk, el cadáver habría salido del consulado envuelto en una alfombra y habría sido entregado a un local para que se deshiciera de él.

El gran reto es hallar el cadáver. Para ello se acotaron varios lugares gracias a las cámaras de seguridad en las calles de Estambul. Una zona rural de la provincia de Yalova y el bosque de Belgrado, en el norte de Estambul. “Hay que calcular el tiempo entre que las furgonetas entran y salen de la última cámara para calcular el radio hasta donde han podido desplazars­e. Buscar marcas de neumáticos y luego montar líneas de gente que, en círculos concéntric­os, registren el lugar pasito a pasito”, afirma el agente: “A veces hay que confiar en las casualidad­es, por ejemplo que alguien que paseaba al perro haya visto las furgonetas”. Casualidad­es y soplos como los que este lunes permitiero­n hallar en un estacionam­iento del distrito de Sultangazi un auto con matrícula diplomátic­a saudita abandonado hace dos semanas y en el que, según los empleados, se introdujer­on bolsas traídas por otros vehículos. © El País, SL

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