LA NACION

Pequeño manual de la colisión frontal

- Ariel Torres

Escribo esto un rato después de bajarme del coche. He manejado 500 kilómetros de regreso de Trenque Lauquen, donde, el lunes a la noche, di una charla sobre inteligenc­ia artificial. Fue una experienci­a magnífica. La sala estaba repleta, surgieron preguntas muy interesant­es y, al final, un ensamble de saxos local remató, armonioso, la velada.

Ahora bien, el tránsito en general, y el de las rutas en particular, sigue siendo para mí un verdadero misterio. Luego de mucho rumiarlo, he llegado a la conclusión de que algunas de las conductas que he observado estos últimos dos días, y las que me pasman a diario por la panamerica­na e, incluso, en las calles opresivas de la ciudad, solo pueden ser fruto de la falta de informació­n. Quizá sea un intento pueril, lo digo con entera honestidad, pero no puedo sino aclarar una breve pero sustancios­a lista de cuestiones.

Verán que, en ocasiones, las rutas tienen dos rayas amarillas continuas que dividen los carriles. No son, como algunos conductore­s parecen sospechar, una forma de arte ni tampoco una súbita escasez de pintura blanca. Son señal, en realidad, de que en ese tramo no se puede sobrepasar al auto que tenemos adelante. No por capricho. Las encontrará­n con frecuencia en curvas y desniveles. Lógico. Si rebasamos durante una curva o en una subida, podemos encontrarn­os de frente, sin la menor posibilida­d de evitar la colisión, con un auto, un ómnibus, un camión, algo de maquinaria vial, una motociclet­a y hasta un vehículo detenido por un desperfect­o. Lo que me lleva al siguiente asunto.

Cuando dos objetos viajan en sentido opuesto, su velocidad relativa resulta de la suma de sus dos velocidade­s. O sea que si vamos a 100 kilómetros por hora y enfrente viene hacia nosotros un coche a la misma velocidad, la cita fatal se dará a 200 kilómetros por hora. Lo que quiere decir dos cosas. La primera es obvia. un choque frontal a 200 km/h (y, por lo que he visto, este número es casi seguro muy conservado­r) no deja lugar a esperanza alguna.

pero hay algo más, más perturbado­r, que hay que considerar al tomar la decisión de rebasar a otro conductor. En la vida cotidiana no estamos habituados a velocidade­s de 200 kilómetros por hora o más. dicho de modo simple, el vehículo allá enfrente, aun si viaja a la velocidad máxima permitida, se aproxima a nuestro coche con una celeridad que no estamos en condicione­s de digerir. de pronto se agranda más rápido de lo que esperábamo­s, así que aceleramos, lo que aumenta la velocidad relativa, y solo conseguimo­s así que se acerque a una tasa mayor. Escalofria­nte.

Otro asunto. Las leyes de Newton no son como las leyes de tránsito. Quiero decir: podemos ignorar las líneas amarillas, los semáforos y las velocidade­s lícitas. Si nos pescan, bueno, nos aplicarán una multa más o menos severa. Con Newton, en cambio, no tenemos esa opción. En general, con las leyes de la física, no hay discusión que valga. Ayer, un sujeto nos pasó a una velocidad demencial y con el espacio a duras penas justo para no impactar de frente contra un camión. No golpeó contra nuestro coche, en su desenfrena­da desesperac­ión, por unos 15 centímetro­s (y porque anticipé su maniobra suicida y frené a tiempo). pero cuando consiguió volver a su carril, justo ahí adelante, su utilitario deportivo vaciló varias veces entre volcar sobre la banquina o sobre el carril contrario, hasta que, por fortuna, se equilibró. Tal vez tenía una urgencia, no lo sé. pero estuvo a punto de terminar con todas sus premuras.

Lo que ocurrió frente a nuestros ojos tiene que ver con que un gran número de vectores actúa sobre un objeto toda vez que abandona una trayectori­a rectilínea; no lo duden, el control que creemos tener sobre los vehículos es una ilusión grande y vana. Cierto, en este caso tal vez fue destreza. pero si me lo preguntan, preferiría que empleara sus habilidade­s en algo más productivo. Fui y volví de Trenque Lauquen, y un poco fue por milagro.

Con las leyes Newton y, en general, con todos los principios de la física, no hay discusión que valga

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