LA NACION

Renato Gaúcho le puso un bozal a River

- Cristian Grosso

Renato Portaluppi es Renato Gaúcho, el ídolo más grande en la historia de Gremio. Entró en los últimos minutos en el superclási­co sudamerica­no en el Mundial de Italia 90 y entonces la Argentina le supo a hiel. ¿Karma? En 2008, cuando dirigía a Fluminense, en los penales perdió la final de la Copa Libertador­es ante la Liga de Quito que dirigía Edgardo Bauza. ¿Maleficio, embrujo albicelest­e? Burlón, vanidoso, se ríe de esos antecedent­es. Es un acorazado contra los equipos argentinos. E irremediab­lemente, los hunde. Implacable, jugó seis series y ganó las seis como entrenador. Eliminó a Boca en las semifinale­s de 2008 con Fluminense; sacó a Godoy Cruz en los octavos de final y amargó a Lanús en la final del año pasado; le ganó la Recopa Sudamerica­na a Independie­nte este año, y en la actual Libertador­es ya engarzó a Estudiante­s y a Atlético Tucumán.

River sufrió el hechizo en la noche del Monumental. Terminó aturdido, un estado desconocid­o. Esta vez no funcionó nada. Ni el equipo, ni los cambios, ni la estrategia. Nada. Marcelo Gallardo no puede con los brasileños en la copa que le roba el sueño. Perdió con Cruzeiro en 2015, empató con San Pablo en 2016 y también con Flamengo en esta edición. Una cuenta pendiente para el conquistad­or Napoleón. Vaya si las rachas encierran sarcasmo: el equipo de Núñez dejó la seguidilla invicta de 32 encuentros y en apenas cuatro días cosechó dos derrotas entre el viaje exprés a Santa Fe y el zarpazo de Gremio, el rey continenta­l.

Renato Gaúcho nunca ha perdido una serie contra equipos argentinos, Gallardo jamás derrotó a un equipo brasileño como local por la Copa Libertador­es. El brasileño gana la pulseada y se llevó la definición de la llave al Arena do Grêmio, la fortaleza donde ya ganó todos los partidos de la actual Libertador­es, cinco, con 16 goles a favor y apenas uno en contra, el que le convirtió Estudiante­s en los octavos de final. “Contra River será una pelea contra un perro grande”, había advertido Renato Gaúcho. El zorro de Porto Alegre le propuso a los millonario­s un partido espeso, rocoso, siempre incómodo, lejos del control. Lo domesticó, le cortó los colmillos. A River, un rottweiler acostumbra­do a mostrar los dientes, Renato Gaúcho le puso correa y bozal.

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