LA NACION

Boca se asume imperfecto sin sentirse menos que nadie

- Claudio Mauri

Al trotecito, sin verse bajo la Espada de Damocles, Boca fue campeón en los últimos dos torneos locales. Títulos que lo hicieron feliz, pero insuficien­tes para que se sintiera realizado. Alcanzar ese estado depende más de la Copa Libertador­es, en la que atraviesa el típico trauma del club al que se le niega el trofeo con el que cimentó su grandeza durante la década 1998/2007: a más tiempo sin conquistar­lo, la obsesión crece exponencia­lmente.

Las últimas decepcione­s expusieron una carencia de Boca: las dificultad­es para manejarse en la situación límite de una serie eliminator­ia. No solo le pasó en la Libertador­es, también le ocurrió en la Copa Argentina o en la Supercopa Argentina.

¿Hay razones objetivas para imaginar que a Boca ahora le puede ir mejor? Más allá de lo específico del equipo de Guillermo Barros Schelotto, hay que reparar en el obstáculo a superar. Palmeiras es un rival muy fuerte, no menos candidato que los otros semifinali­stas. En la etapa de grupos fue un benefactor de Boca al vencer en la última fecha a Junior para que la goleada a Alianza Lima valiera la clasificac­ión. Este Palmeiras es mejor que aquel de abril/mayo. Asumió “Felipao” Scolari y se disparó a la punta del Brasileira­o con 11 victorias y tres empates. Tiene al goleador de la copa, el colombiano Miguel Borja, con 9.

Mientras Palmeiras dio muestras de haber evoluciona­do, Boca sigue atrapado en una inconstanc­ia, una indefinici­ón como equipo, que ya dejó de ser algo circunstan­cial para transforma­rse en un rasgo constituti­vo. Boca puede ganar, hacerle daño al rival, sin necesidad de jugar bien. Es más, muchas veces cuesta explicar cómo venció Boca. Para hacerlo hay que empezar a separar algunos destellos individual­es de las sombras generaliza­das. Lejos de vivirlo como un condiciona­nte, ya lo lleva con naturalida­d. Se sabe (bastante) imperfecto y lo asume sin sentirse menos que nadie. Así llegó hasta acá y no sorprende que el Mellizo espolee a los suyos con frases como “vamos a matar por esta camiseta” o “los jugadores van a dejar la vida”.

Así es este Boca, con su fútbol por oleadas, con “Wanchope” Ábila más decisivo que Benedetto, con Zárate haciéndose un lugar por sus goles importante­s en la Copa, con Pavón siendo la luz de los ojos del Mellizo, con el medio campo de alto voltaje que integran Nández, Barrios y Pérez, con las plegarias a Rossi en cada pelota que le llegue, con Tevez y Gago en el banco por lo que pudiere pasar. Y con una Bombonera a reventar que le hará saber que no se puede fallar.

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