LA NACION

Del fútbol mulato a Bolsomito

Ezequiel Fernández Moores

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El fútbol brasileño, rival de Boca y River en las semifinale­s de Libertador­es, cumple ochenta años de su primer gran golpe mundial, la Copa de Francia de 1938. Argentina y Uruguay boicotearo­n el torneo. Pero no Getulio Vargas, dictador unos años, presidente otros, líder carismátic­o hasta su suicidio, en 1954. Vargas percibió el poder de la pelota. Su hija Alzira era la madrina de la selección. El equipo se entrenaba como nunca. Un mes acarreando troncos y en aguas medicinale­s de Minas Gerais. Había dinero para un viaje de quince días en segunda clase a Francia, a bordo del navío inglés Arlanza. Y, más importante aún, el DT Adhemar Pimenta convocó por fin a los mejores. Negros incluidos.

De origen elitista, o futebol se jactaba de un fair play que podía ser valor exclusivo de la casta blanca, imposible para “verdaderos simios”, como descalific­aba a los negros brasileños un conde francés de mediados del siglo XIX. Irrumpió primero el gran goleador Arthur Friedenrei­ch, mulato pero de origen noble. Cuando aparecía algún otro negro, recibía el apodo inmediato de “Gradim”, por el uruguayo Isabelino Gradín, el primer negro extranjero que jugó en Río de Janeiro. También actuaban Telefone, Petroleo y Meia Noite, con apodos de la cultura racista de entonces. Eran tiempos de prohibicio­nes primero para Ponte Preta y Bangú, y luego para Vasco da Gama, todos con jugadores negros y mulatos. El plantel del Mundial del ’38 tuvo por fin dos líderes negros: el goleador Leónidas da Silva (ya en su segunda Copa) y el zaguero Domingos da Guia.

El debut en Francia ’38 fue triunfo por 6-5 en tiempo extra contra Polonia. Tres goles de Leónidas (uno, descalzo) y anuncio de fútbol anárquico, pero creativo y de ataque. En octavos, 1-1 en 120 minutos durísimos con Checoslova­quia y triunfo por 2-1 en el desempate, dos días después. Brasil sentía que podía ser campeón. Vargas decretó fiesta nacional. Instalaban altavoces en plazas y espacios públicos. Pero Leónidas, agotado o acaso reservado para una hipotética final, no jugó la semifinal ante Italia, campeona vigente y de saludo fascista y que ganó por 2-1, favorecida por un penal dudoso. El relato radial de Leonardo Gagliano Neto, de tonos dramáticos y cómicos, quedó bajo sospecha, por italobrasi­leño o porque el gobierno le había sugerido un tono amigable hacia Italia. Ary Barroso dijo por Radio Tupy que el partido había sido anulado y que se volvería jugarlo. La gente celebraba con banderas en las calles. Era mentira. Ahora le dicen fake news.

“O Diamante Negro”. Así comenzaba la samba Deixa falar que popularizó Carmen Miranda. Era para Leónidas, el máximo goleador del Mundial, con siete tantos, modelo de chocolates Lacta, primer garoto de publicidad del fútbol brasileño. Seis años antes, sus compañeros blancos de América se negaban a jugar con él. Pero la vuelta de Francia fue gloriosa. Diamante Negro y “Divino” (Domingos da Guía) eran líderes de la primera selección brasileña de “fútbol mulato”, con gran número de “pretalhoes” (negrazos) y un juego de “capoeira”, una forma de “danza dionisíaca”, de “fútbol-arte”. Lo escribió el 16 de junio de 1938 en Diario de Pernambuco el sociólogo y antropólog­o Gilberto Freyre. Fue un artículo profético, recuperado 20 años después, cuando Pelé y Garrincha lideran la conquista de Suecia ’58, el primer Mundial del pentacampe­ón. Brasil –escribe Pablo Alabarces en su último gran libro, Historia mínima del fútbol en América Latina– pasaba “a ser reconocido en el mundo por su fútbol, una expresión artística popular que debía ser, además y obligatori­amente, mulata”.

Casi 80 años después, Jair Bolsonaro habla ante empresario­s en el club Hebraica, de Río. Dice que los afrobrasil­eños que viven en las reservas de descendien­tes de esclavos no sirven siquiera “como reproducto­res”. Reniega de 354 años de esclavitud. Esa, y muchas otras de sus mentiras, forman parte de su campaña. Las redes que prometían democracia difunden mentiras. En la web está Bolsomito 2k18. Bolsomito golpea a negros, mujeres y gays, “títeres del Ejército Rojo”. No es una denuncia. Es un “juego”. Bolsomito es un “héroe”, un “ciudadano de bien cansado de la reciente corrupción y subversión de valores” y que “libera a Brasil de la miseria” y derrota a “los malos del comunismo”.

Bolsomito-Bolsonaro es firme candidato a convertirs­e este domingo en presidente de Brasil. Su rival, Fernando Haddad, recibió el lunes el apoyo de 69 hinchadas, entre ellas, las de los semifinali­stas de la Copa, Palmeiras y Grêmio, como también las de Flamengo, Corinthian­s, Cruzeiro y Vasco da Gama. Pero Bolsonaro arrasa en los sondeos. Allí están, además de Ronaldinho, Rivaldo, Felipe Melo y muchos otros, los jugadores de Atlético Paranaense, Lucho González incluido, posando antes de un partido con una camiseta pro-Bolsonaro. Son locales en el Estádio Joaquim Américo Guimarães, nombrado en honor a un nieto de un delegado policial que traficaba esclavos en el siglo XIX en Curitiba, hoy tierra rica del juez Sergio Moro, fortín electoral de Bolsonaro. En casi tres décadas de diputado, el candidato presentó 198 proyectos, solo uno referido a la educación. Dicen que el fútbol suele ser una versión diferente acerca del mundo. No tanto. A veces, eso sí, apenas es un espejo algo más generoso.

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Sebastián Domenech
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