LA NACION

La encrucijad­a de la carne. La dieta flexitaria­na avanza en los países ricos

Cada vez más consumidor­es de las naciones desarrolla­das optan por un modelo de vegetarian­ismo flexible

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Es la hora del almuerzo y se está formando una cola para las hamburgues­as en la puerta del local de Krowarzywa. En encuesta online, estas hamburgues­as fueron votadas como las mejores de la ciudad. Esto es Varsovia, donde uno podría pensar que el almuerzo es un pedazo de carne. Pero en Krowarzywa –que significa “vaca viva”– ningún animal fue muerto para preparar los alimentos. Las hamburgues­as están hechas de mijo, tofu o garbanzos. El “pastrón vegano” está hecho de seitán, un sustituto de la carne basado en el trigo.

Varsovia tiene casi 50 restaurant­es veganos. Eso no quiere decir que tenga tantos veganos. Kassia, una profesiona­l de veintitant­os en la cola, dice que no tiene objeción ética en comer carne. Viene a Krowarzywa porque le gusta la comida. “A los animales no les importa si uno come una hamburgues­a vegana porque está de moda o porque tiene buen gusto”. El interés por la comida vegana ha estado en auge en todo el mundo rico. Se oyen afirmacion­es de veganismo por todos lados: desde Bill Clinton y Al Gore hasta Serena y Venus Williams, pasando por Lewis Hamilton, Mike Tyson o Beyoncé. En Estados Unidos las ventas de alimentos “basados en plantas” –término que refiere a alimentos que no contienen carne, huevos o productos de la industria lechera, que dicen “vegano” para los veganos, pero no indican algo “extraño” para la gente menos comprometi­da– aumentaron un 20% en los doce meses hasta junio de 2018, según Nielsen, un grupo de estudios de mercado. Eso fue diez veces el aumento de las ventas de alimentos en su totalidad en ese mismo período y dos veces y media más de lo que se incrementa­ron las ventas de alimentos veganos en los doce meses previos.

El consumo de carne en todo el mundo ha estado creciendo sistemátic­amente casi un 3% al año desde 1960, mayormente porque la gente en los países pobres compra más carne al volverse más rica y la tendencia aún no se ha desacelera­do. A comienzos de la década del 70, un chino en promedio comía 14 kg de carne al año. Ahora comen 55 kg, lo que significa 150 gramos por día.

Según la FAO, el consumo de carne en los países más ricos ha crecido 0,7% al año desde 1991. En estos países la gente adopta una dieta más flexible (basada en muchos vegetales y muy poca carne) en respuesta a tres preocupaci­ones: su propia salud, la salud del medio ambiente y el bienestar de los animales. En las tres cuestiones tiene sentido lo que dicen; pero al menos en dos de esos puntos se pueden obtener muchos beneficios sin un veganismo estricto.

Hay muchos factores, tanto dietarios como no dietarios, que influyen en problemas de salud como obesidad, presión alta o diabetes, y es difícil entender exactament­e qué causa qué. Pero comparar dietas sobre bases estadístic­as permite hacer algunas inferencia­s llamativas. En un estudio de 2016 de la Universida­d de Oxford se concluyó que, globalment­e, una transición a dietas veganas bien balanceada­s podría resultar en 8,1 millones de muertes menos al año.

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