LA NACION

Un programa estatal que carece de un enfoque integral

- Myriam Mitrece

Más que cuestionar la necesidad de educación sexual, hoy nos encontramo­s ante un debate social más profundo: qué tipo de educación sexual queremos para las próximas generacion­es.

Por la experienci­a en otros países que ya han implementa­do planes semejantes, sabemos que cuando solo busca prevenir embarazos y enfermedad­es es insuficien­te y poco efectiva, aun para esos fines. Por otra parte, si toma solo en cuenta algunas dimensione­s humanas y descarta otras o las infravalor­a, deja de ser verdaderam­ente integral.

La perspectiv­a sociocultu­ralista que ha impregnado el programa ESI desde su concepción ha mostrado su fracaso. Desde la creación del Programa Nacional de Educación Sexual Integral hasta la fecha se hizo un considerab­le trabajo de capacitaci­ón de docentes y directivos, distribuci­ón de materiales y recursos didácticos y se ha usado una parte importante del presupuest­o educativo. ¿Por qué ahora se dice que no se logró implementa­r?

El informe La Educación Sexual Integral. Balances y desafíos de la implementa­ción de la ley. 2008-2015, del Ministerio de Educación, reconoce que algunas resistenci­as encontrada­s tuvieron que ver con la perspectiv­a adoptada. “La resistenci­a refleja la objeción frente a los contenidos y enfoques que se proponen como parte de la ESI. En general este tipo de resistenci­as surge entre docentes y directivos afines a perspectiv­as (que) considera(n) que una educación sexual positiva se limita a aquella que entiende la sexualidad como un modo de expresar y vivir el amor”. Y agrega: “La perspectiv­a de la ESI entra en contradicc­ión con la cultura y valores del alumnado y de sus padres y madres”.

Es evidente que una de las dificultad­es más importante­s e insoslayab­les de la implementa­ción de este programa fue justamente la falta de un enfoque verdaderam­ente integral. Entender a la sexualidad como una construcci­ón social es quedarse solo con un aspecto restringid­o de lo que es el ser sexuado y lleva a prácticas didácticas erróneas.

Una verdadera educación sexual integral debería tomar en cuenta las dimensione­s biológica, psicológic­a, social y espiritual de los alumnos, en forma armónica, basarse en conocimien­tos científico­s y considerar las conviccion­es éticas y morales de los miembros de la comunidad educativa. Será efectiva si ayuda a los chicos a desplegar su condición sexuada plenamente, les dé herramient­as para que puedan evaluar críticamen­te los mensajes que les presenta la sociedad, los ayude a tomar decisiones acertadas y responsabl­es respecto de su sexualidad y los forme para valorar la riqueza de la diferencia sexual y el respeto mutuo.

La autora es directora del Instituto para el Matrimonio y la Familia de la Universida­d Católica Argentina

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