LA NACION

EL EXPOLICÍA FRANCÉS QUE ESCRIBE NOVELA NEGRA

El escritor francés, que durante 18 años fue policía, visita por primera vez la Argentina para participar de la VI Edición de BAN! Festival Internacio­nal de Literatura Policial, que termina mañana

- Texto Gabriel Di Nicola | Foto Emiliano Lasalvia

Era el año 2011 y Olivier Norek, teniente del Departamen­to Judicial de Sena-Saint-Denis, en Francia, estaba en una escena de un crimen cuando le llegó un correo electrónic­o con una invitación a participar de un concurso literario. Lo primero que hizo al mirar la pantalla de su teléfono celular fue borrar el mail y seguir con el trabajo. Un rato después, cuando llegó a la oficina para escribir el acta del procedimie­nto, le volvió a llegar la misma invitación. La volvió a eliminar. A última hora de la noche, cuando estaba en su casa con muchas ganas de dormir, encendió la computador­a y en la bandeja de entrada, por tercera vez, se encontró con el mismo mail. En 30 minutos escribió un cuento de cuatro páginas. Tres meses después lo llamaron para comunicarl­e que había ganado el concurso literario.

“Los integrante­s del jurado me dijeron que tenía una sensibilid­ad muy femenina para escribir, y como tenía una vida y un trabajo muy viriles, si lograba combinar ambas cosas, podía ser un gran escritor de novelas policiales”, recordó a la nacion Norek, nacido el 2 de agosto de 1975 en Toulouse.

Los jurados no se equivocaro­n. Norek comenzó a escribir novelas policiales. Su debut fue en 2014 con Code 93, que fue muy bien recibida por los críticos y los lectores. En 2016 publicó Efecto dominó (editada en la Argentina por Grijalbo), obra con la que ganó el premio como mejor novela negra europea en el Festival Quais du Polar, galardón que en otras ediciones recibieron Pierre Lemaitre, Petros Márkaris, Philip Keer, Arnaldur Indridason y Víctor del Árbol. Este año, recibió el premio novela policial de los libreros franceses por su libro Entre deux mondes .

Norek, que vive en Pantin, en las afueras de París, está de visita en la Argentina. Es la primera vez que viene al país. Llegó para participar de la VI edición de BAN! Festival Internacio­nal de Literatura Policial, que se desarrolla hasta mañana en el Centro Cultural San Martín.

Lleva seis años en estado de disponibil­idad. Tiene otros cuatro para definir si vuelve a la función policial o deja la fuerza y se retira para continuar con su carrera como escritor. Parece que ya lo tiene definido y continuará escribiend­o novelas policiales.

–¿A qué se debe el éxito de las novelas policiales?

–La novela policial y la novela negra son textos sociopolít­icos que afectan a todo el mundo. La primera razón del éxito de las novelas policiales es que son las que están más cerca de su público. Hay una segunda razón: el autor de literatura blanca, cuando empieza a escribir, dice: “Voy a escribir una historia que me guste a mí y espero que al lector le llegue”. El escritor de novelas policiales piensa primero en el lector. Va a hacer un juego de gato que persigue al ratón. Va a intentar estafar al lector. Y la tercera razón del éxito es que la novela policial habla del monstruo que habita en nuestro interior. Tenemos la posibilida­d de ser un monstruo, un cabrón, un héroe y un cobarde. En realidad, somos todas esas personas al mismo tiempo. Según el momento de nuestras vidas, hemos sido héroes, cabrones, monstruos y cobardes. En realidad, la novela negra permite ver nuestro lado luminoso y nuestro lado oscuro. Y en un mundo totalmente injusto leer una novela en la que casi siempre el malo termina detenido hace bien al lector.

–¿Qué es más difícil: ser policía o escribir una novela? ¿Resolver un crimen o resolver el final de un libro?

–No es una historia de dificultad, sino de responsabi­lidad. Si escribo un mal libro, no tengo lectores y me vuelvo a casa. Si fracaso en un caso, hay una víctima detrás y a esas víctimas las llamo fantasmas y viven en mi departamen­to.

–¿Hay muchos fantasmas en su departamen­to?

–Algunos sí. Pero no tanto porque haya fracasado en las investigac­iones. Lo que pasa es que a veces termina siendo mal juzgado. Nuestro trabajo es detener al criminal, después entran en juego la Justicia y las cárceles.

–¿Por qué decidió ser policía?

–Cuando hice misiones humanitari­as descubrí que nunca me sentiría tan realizado si no hacía cosas por los demás. Como no me quiero mucho decidí querer al otro. El otro me remite una buena imagen mía. Pero entendí que el problema es dejarse de amar por la mirada del otro y en realidad hay que amarse por uno mismo.

–¿Hay algún caso policial que lo haya marcado a fuego?

–El caso más terrible en el que trabajé fue una investigac­ión sobre un caníbal que se había comido parte del cuerpo de su mujer y parte del cuerpo del perro. Fue el caso más asqueroso. Pero el caso que más me afectó emocionalm­ente fue cuando me llamaron para concurrir a una casa por el suicidio de una niña. Cuando estaba consolando a los padres, que lloraban y les estaba por decir que “todo era terrible, pero que juntos lo íbamos a superar”, un perito me avisó que la muerte databa de cuatro días, porque el cuerpo estaba muy frío. En ese momento me di cuenta de que se trataba de un homicidio y los padres eran sospechoso­s. El asesino había sido el padre. Advertí que no debemos ser parasitado­s [sic] por las emociones. Siempre debemos dar dos pasos hacia atrás. Me inventé una frase para protegerme: “No son tus allegados, no es tu pena, no es tu dolor, sos una herramient­a de la Justicia y de la verdad”.

–¿Cómo se imagina en un futuro: escritor y policía o solo una de las profesione­s?

–Puedo hacer las dos cosas, pero, como decía, hace rato que escribo diez horas por día. Cuando ejercía como policía trabajaba entre 12 y 14 horas por día. Entonces se hace difícil hacer las dos cosas: si fracaso con un libro es mi problema, pero si fracaso como policía hay una víctima detrás. Como policía me ponía en riesgo todas las semanas, y ahora voy a recepcione­s, tomo champagne y charlo con la prensa argentina sentado en un sillón. Entonces ya elegí.

–Sin su profesión de policía ¿podría haber escrito novelas policiales?

–No creo. Tuve la materia humana y emocional para contar historias. Cuando escribo una novela es como cuando investigab­a un hecho delictivo. Parto del principio de que no sé nada y me pongo a investigar. Para hablar de las cárceles en Efecto dominó fui a conocer al director de la cárcel, a los vigilantes, a los presos y a los expresos. Yo conocía ese trabajo porque iba a las prisiones a buscar y llevar presos, pero igual investigué. Cuando hacés una instrucció­n policial usás asesores, consultore­s y peritos. Cuando escribo, en todos los temas que abordo voy a buscar un asesor y un perito.

–¿Por qué se presentó en el concurso de cuentos en 2011?

–Es un poco tonta la respuesta. Nunca había pensado en escribir. Estaba en una escena del crimen con un pasante cuando vi el mail del concurso de relato y lo borré, porque yo no escribía. Cuando volvimos a la oficina para escribir el acta, el mail volvió a aparecer y lo volví a borrar. Cuando volví a casa, encendí la computador­a y apareció por tercera vez el correo. Entonces escribí el cuento en 30 minutos. Estaba cansado y solo tenía ganas de dormir. Pero tres meses después me llamaron para decirme que había ganado. Llamalo un conjunto de circunstan­cias o la aparición de una buena estrella.

–¿Cuándo se sintió escritor? ¿Después de su primera novela?

–Tengo una respuesta orgullosa: cuando con mi primer libro uno de los principale­s periodista­s literarios de Francia dijo que era la revelación de la novela negra francesa. En ese momento pensé que era posible contar otras historias. Pero la verdadera respuesta la encontré después de dar charlas en escuelas secundaria­s y facultades. En esos encuentros, los jóvenes me dijeron que no leían nunca y que después de haber leído mis libros se pusieron a leer otras cosas. Darles ganas de leer a los jóvenes es muy loco, sobre todo cuando yo considerab­a que no era capaz de leer.

–¿Ese es su mayor premio, darles ganas de leer a los jóvenes?

–Es el premio más lindo.

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