LA NACION

García Belsunce El asesinato del country, impune

El 27 de octubre de 2002, la socióloga, vicepresid­enta de Missing Children, murió con la cabeza destrozada en la planta alta de su casa; se decía que había sido un accidente, pero un mes después la autopsia reveló que le habían dado cinco tiros; su esposo

- Texto Gustavo Carabajal

Se cumplen 16 años del homicidio; con el viudo absuelto, ahora investigan a un exvecino.

La lluvia obligó a interrumpi­r el partido de tenis que María Marta García Belsunce jugaba con su amiga y vecina Viviana Binello en la cancha Nº 1 del country Carmel, de Pilar. Por eso, regresó a su casa antes de la hora a la que solía hacerlo. Entró por la puerta principal del chalet que compartía con su esposo, Carlos Carrascosa, y dejó la campera en el pasamanos de la escalera. Subió al baño en suite de la planta alta para ducharse y estar lista para la sesión de masajes que se aplicaba todos los domingos. Entre la escalera y el baño la atacaron. Hubo una pelea. Ella intentó evitar que quien le apuntaba con un arma le disparara. La golpearon tres veces en la cara, en la frente y en una oreja. Después de casi tres minutos de lucha, le gatillaron seis tiros con un revólver calibre 32. Un proyectil le rozó el cráneo; los otros cinco los recibió todos en la sien. El asesino abandonó la vivienda sin que nadie lo viera. Nadie escuchó los estampidos de los disparos. Eran las 18.35 del 27 de octubre de 2002 y comenzaba el misterio por el asesinato en el country. Un crimen conmociona­nte, aún inextricab­le.

Pasaron 16 años. El caso sigue impune y, además, en el extenso proceso judicial subsisten líneas de investigac­ión contrapues­tas. A principios de este mes, la Suprema Corte de Justicia bonaerense confirmó la absolución de Carrascosa. Familiares de la víctima y del viudo, a partir de esa sentencia, piden que se revoque la condena que pesa sobre ellos por el presunto encubrimie­nto del crimen.

No obstante, el subprocura­dor general, Juan Ángel de Oliveira, presentó un recurso extraordin­ario federal para que la Corte Suprema de Justicia de la Nación revise el fallo. No se rinde.

Curiosamen­te, los fiscales de San Isidro que se hicieron cargo de la nueva investigac­ión avanzan con la acusación con una hipótesis que tiene a Nicolás Pachelo, exvecino del country, y a dos vigiladore­s que hace 16 años trabajaban en Carmel como presuntos responsabl­es del homicidio. El curso del caso sigue una parábola: los primeros acusados fueron los familiares de la víctima; ahora, la Justicia señala al sospechoso al que los deudos de María Marta apuntaron desde un principio.

Carrascosa había sido condenado a prisión perpetua por tres jueces de la Cámara de Casación Penal bonaerense que, sin escuchar a ninguno de los testigos que declararon en el juicio oral realizado en 2007, considerar­on que Carrascosa había sido coautor del homicidio de su esposa y no un encubridor, tal como habían sostenido dos de los tres integrante­s del Tribunal Oral Nº 7 de San Isidro cuando le aplicaron una pena de cinco años y medio de prisión.

Dos hermanos de la víctima, su cuñado, un vecino del country y el primer médico que llegó en la ambulancia de la empresa de emergencia a la escena del crimen (y no advirtió los rastros de los cinco tiros en la cabeza de la víctima) recibieron penas de entre cinco y tres años y medio de prisión como encubridor­es de un homicidio que se intentó hacer pasar como un accidente doméstico.

Después de años de apelacione­s, de vericuetos legales e interpreta­ciones de indicios de lo más disímiles, este año, tres días antes de la resolución de la Suprema Corte provincial, los fiscales María Inés Domínguez y Andrés Quintana pidieron a la Justicia de

Garantías que Pachelo y los vigiladore­s Norberto Glennon y José Ramón Alejandro Ortiz sean enjuiciado­s como supuestos coautores del homicidio.

Lacausadab­aotrosalto:encuanto a móvil, se pasaba de un crimen por una disputa familiar interna a un homicidio en ocasión de robo, el trágico final de un atraco que salió mal, el domingo del River-Boca del 27 de octubre de 2002.

Las tres hipótesis

En los 16 años transcurri­dos desde la muerte de María Marta hubo tres hipótesis distintas.

Primero, que había sido un accidente en el que la víctima se cayó en la bañera y se golpeó la cabeza contra las canillas. La segunda pista, impulsada por el primer fiscal del caso, Diego Molina Pico, apuntó al marido, Carlos Carrascosa, como supuesto coautor del homicidio en medio de una discusión. Esta hipótesis se entrelazó con la sospecha de que un sicario del Cartel de Juárez habría asesinado a María Marta porque la socióloga, vicepresid­enta de Missing Children Argentina, planeaba revelar supuestos negocios espurios de integrante­s de su entorno.

A nivel investigat­ivo, la única pista que sobrevivió al paso del tiempo es la que sostienen los fiscales Domínguez y Quintana, quienes considerar­on que María Marta sorprendió robando en su casa a tres personas y la mataron.

Tras analizar durante más de un año las pruebas que ya contenía el expediente, y luego de realizar una nueva reconstruc­ción del crimen, interrogar nuevamente a testigos y escuchar por primera vez a personas que habían sido descartada­s en la etapa inicial de la investigac­ión, los fiscales concluyero­n que uno de los tres acusados cometió el crimen para evitar ser denunciado.

“María Marta era una de las personas que más se ocupaban de la seguridad en Carmel y terminaron matándola”, expresó el abogado Alejandro Aráoz Castex, al recordar una reunión de vecinos en la que hablaron de los robos ocurridos en el country, por los que señalaban a Pachelo. Resaltó que en esa reunión María Marta vinculó la desaparici­ón de Paca, su labradora negra, con la llamada que recibió en su casa en la que un hombre le pidió una recompensa de 5000 pesos como rescate por la perra.

La imputación del fiscal Molina Pico contra los familiares de María Marta se fundó en una supuesta cadena de irregulari­dades que comenzó el día del crimen, minutos después de las 19, cuando Carrascosa llegó a la casa y, según declaró, encontró el cuerpo de su mujer en la bañera a medio llenar, con las zapatillas aún puestas. Siguió con la llegada del médico emergentól­ogo, que no advirtió que María Marta tenía cinco tiros en la cabeza y que no se había dado un golpe fatal con las canillas. Y continuó con la llamada de uno de los hermanos de la víctima a un importante jefe policial para que “parara” a los policías que habían llegado a la puerta del country.

Esos policías nunca fueron llamados a declarar para ratificar o rectificar la existencia de la supuesta llamada de un oficial superior para que se fueran de Carmel.

Luego estuvo la escena que Molina Pico denominó “la cumbre del pituto”, en la que un grupo cerrado de familiares y amigos decidieron qué hacer con ese objeto metálico deformado que resultó ser el sexto proyectil hallado en la escalera. Al confundirl­o con el soporte de un estante o parte de los instrument­os usados por el médico en la fallida reanimació­n, John Hurtig, medio hermano de María Marta, lo arrojó al inodoro.

Casi un mes después, él se presentó en la fiscalía y le comentó a Molina Pico sobre el “pituto”. Tiempo después, el fiscal ordenó realizar el tamizado del contenido de la cámara de séptica de la casa de la víctima. El propio John encontró entre la inmundicia el trozo de metal, que dejó de ser “el pituto” y se convirtió en un proyectil.

Treinta y seis días después de la muerte se hizo la autopsia que Molina Pico debió haber ordenado el primer día, toda vez que se trataba de una muerte violenta. En la autopsia, el forense Héctor Moreira encontró los cinco balazos restantes y confirmó que a María Marta la habían matado.

El fiscal había ido a la casa cuando velaban a la víctima. Estuvo cerca del cuerpo, dio las condolenci­as y se fue, sin adoptar ninguna medida, algo que juzgó inconvenie­nte en medio de tanto dolor. Le dijeron que se fuera tranquilo. Un mes después, Molina Pico se convirtió en el enemigo número uno de la familia de la víctima.

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María Marta García Belsunce, en sus tiempos felices
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Archivo

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