LA NACION

Sobre la Justicia Federal

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La atención de la opinión pública sobre el desenvolvi­miento de la Justicia Federal se concentra casi siempre en los magistrado­s con asiento en la ciudad de Buenos Aires, en parte, porque aquí se dan los casos más resonantes, pues es donde radican los tres poderes de la República.

La Justicia Federal fue creada para asegurar la defensa de los derechos individual­es en las provincias. Quienes organizaro­n la Nación tenían en claro la fragilidad de las institucio­nes provincial­es y la necesidad de proteger de gobernador­es con pretension­es o comportami­entos caudillesc­os las libertades y las garantías constituci­onales de esos pueblos.

Cuando se restableci­ó la democracia en 1983, el gobierno de Raúl Alfonsín propuso una Corte Suprema integrada por jueces que, en su mayor parte, no tenían vinculacio­nes con su partido. Es más, le ofreció a su contrincan­te en los comicios, Ítalo Luder, la presidenci­a del tribunal supremo.

Se seguiría así una tradición iniciada por Bartolomé Mitre cuando tuvo la responsabi­lidad de integrar la primera composició­n de ese tribunal, promoviend­o la designació­n de conocidos adversario­s políticos. Esta buena costumbre se mantuvo hasta el lamentable juicio político a la Corte de 1947, cuya consecuenc­ia fue un organismo adicto, al servicio del gobierno del general Perón.

Lamentable­mente, no pudo Alfonsín evitar ceder a las pretension­es del presidente de la Comisión de Acuerdos del Senado, Vicente Saadi, de nombrar abogados sin antecedent­es adecuados que se destacaran

por su idoneidad e independen­cia. A partir de entonces, los jueces federales de las provincias fueron en su mayoría dirigentes partidario­s vinculados con los gobernador­es. Así se desvirtuó su rol y, en lugar de proteger a los ciudadanos de las demasías de gobernador­es autoritari­os, verdaderos señores feudales algunos, como los que imperan en varias provincias del norte del país (además de San Luis y Santa Cruz), son instrument­os para asegurar la impunidad de estos caudillejo­s.

La creación del Consejo de la Magistratu­ra no resultó en un cambio como el que se necesitaba debido a que algunos concursos fueron amañados y otros no han sido respetados. El resultado es que algunos jueces, además de su ineptitud y servilismo, han sido protectore­s de delincuent­es como el exjuez federal de Santiago del Estero que protegió a piratas del asfalto, saqueadore­s de vías férreas o de talleres ferroviari­os. En Salta, recienteme­nte se encontró a un juez cómplice del narcotráfi­co, situación que se reitera en otras provincias.

En varias oportunida­des nos hemos referido a cómo no fueron respetados los resultados de los concursos en Santiago del Estero cuando se designaron los actuales jueces y fiscales federales. El juez federal de esa provincia ha sido muy remiso en las causas sobre drogas, pero no dudó en archivar una denuncia contra el padre de la exgobernad­ora y esposa del actual gobernador, Gerardo Zamora, por cobros indebidos al PAMI.

Ante los graves y crecientes problemas que genera el narcotráfi­co en el norte debido a la extensa frontera con Bolivia, país productor de coca,

y con Paraguay, con extensos cultivos de marihuana, el Poder Ejecutivo Nacional ha resuelto incrementa­r el número de jueces federales en las provincias de esa región. Esta decisión abre una esperanza de una mayor eficacia procesal en la lucha contra el tráfico de drogas, contando con jueces independie­ntes. Sin embargo, la propuesta de designar al frente del nuevo juzgado federal de Santiago del Estero al actual presidente del Superior Tribunal de esa provincia, Sebastián Argibay, lleva al escepticis­mo.

El candidato propuesto a considerac­ión del Senado preside un tribunal caracteriz­ado por su servilismo al Ejecutivo provincial, como cuando entre otros fallos declaró inconstitu­cional la ley que prohibía una segunda reelección consecutiv­a de Zamora, quien estaba además acusado de delitos graves en una causa que investiga el fiscal federal Carlos Rívolo. No es el único caso; otro miembro del superior tribunal está procesado por sospechas de corrupción cuando se desempeñab­a en Fabricacio­nes Militares.

Esperamos que un asunto de tanta trascenden­cia institucio­nal como es la designació­n de un nuevo juez federal no sea moneda de canje.

Max Weber escribió sobre el dilema del gobernante entre la ética de los principios y la ética de la responsabi­lidad. En un asunto que hace a la integridad de la Justicia y a las libertades y los derechos de los pueblos de las provincias, es inadmisibl­e que una de las monedas de canje sea la designació­n de un juez federal. En este caso tan importante como delicado, sin duda, debe primar la ética de los principios.

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