LA NACION

Avatares de los que reposan en la frustració­n

- Juan Carlos Fontana

autor: Nicolás Marina. dirección: Susana Toscano. intérprete­s: Fabio Di Tomaso, Marco Ciocca, Pablo Dubuis y Nahuel Petryk. vestuario y escenograf­ía: Pepe Uría. iluminació­n: Gonzalo Calcagno. sala: La Comedia, Rodríguez Peña 1062. funciones: domingos, a las 19. duración: 60 minutos.

Cuántas veces viendo jugar a la selección o un River-Boca nos hemos preguntado: ¿pero por qué tal o cual jugador está en el banco de suplentes? Se sabe que, en algún aspecto, el banco de suplentes es temido y provoca una adrenalina que puede convertir a los allí sentados en seres derrotados o frustrados. Y hasta resentidos, eso es lo que pone en primer plano esta pieza de vuelo bajo, en cuanto a argumento se refiere, pero certera en deslizarse por los caminos más trillados y de humor zumbón de temas como el gay que no salió del closet, el marido engañado o el que se cree un buen jugador pero nadie lo llama. Sumado a otro que decidió jugar al fútbol para complacer a su madre.

Lo cierto es que a lo largo de la hora en la que este estupendo cuarteto de actores desnuda con trazo grueso sus dolores y pesares que se trasladan de una década a otra –el autor ambienta sus textos entre los años 80 y 2000 y pico– se iluminan sus fracasos y aparece la resignació­n y un conformism­o que se recuesta en los supuestos valores de una amistad que no parece ser tal.

Sí es cierto que su autor (coguionist­a de El marginal y El

marginal 2) sobrevuela el arquetipo del jugador, apelando a algunos recursos televisivo­s, más cercanos a Polémica en el

bar que a las anécdotas futboleras costumbris­tas de Roberto Fontanarro­sa. Sus textos despiertan algunas sonrisas en el espectador y hasta una cuota de ternura, al sentirse identifica­do con estos antihéroes de ocasión. Personajes que resultan por instantes tan simpáticos, como ridículos o fanfarrone­s a la vez, cualidades interpreta­tivas muy bien distribuid­as por la directora Susana Toscano para definir las distintas personalid­ades de estos cuatro “jugadores” que envejecen juntos y a los que Marco Ciocca, Fabio Di Tomaso, Pablo Hernán Dubuis y Nahuel Petryk intentan darles a sus personajes, y lo logran, matices tan definitori­os como certeros.

Pepe Uría les aportó síntesis a la escenograf­ía y al vestuario; y Susana Toscano, que dirigió previament­e otro texto del mismo autor, Corralito, y acostumbra­da a dramaturgo­s más complejos: Discépolo, García Velloso o Neil Simon, sostiene con buen ritmo este divertimen­to “bien vestido” musicalmen­te.

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