LA NACION

El avance militar en Brasil

Varios generales presentes en la campaña de Bolsonaro.

- Alberto Armendáriz

RÍO DE JANEIRO.– Por primera vez desde la redemocrat­ización de Brasil, en caso de que el ultraderec­hista Jair Bolsonaro –un excapitán del ejército– concrete mañana en las urnas su favoritism­o en las encuestas, los militares volverían al centro de la escena política. Unidos bajo el lema nacional de “orden y progreso”, que por estos tiempos se traduce en combate a la corrupción y a la insegurida­d para alcanzar el desarrollo económico, varios generales retirados actúan entre bastidores en la campaña del candidato del Partido Social Liberal (PSL) para sumarse a su eventual gobierno, en una movida que genera inquietud en sectores de la sociedad.

Desde hace más de un año, una docena de oficiales jubilados conforman junto a algunos académicos y especialis­tas el llamado Grupo de Brasilia, responsabl­e de elaborar las futuras políticas públicas. Aunque todos han resaltado el rol institucio­nal de las fuerzas armadas, el respeto a la Constituci­ón y las normas democrátic­as, el hecho de que Bolsonaro sea un nostálgico de la última dictadura (1964-1985) y haya dicho que el error del régimen militar fue torturar y no matar más, provoca temores en los organismos defensores de los derechos humanos.

El eje del grupo es el general Augusto Heleno, muy respetado tanto dentro como fuera del ámbito militar. Se desempeñó como agregado militar en las embajadas brasileñas en París y en Bruselas, dirigió el departamen­to de Ciencia y Tecnología del ejército, fue el primer comandante de la misión de paz de Naciones Unidas en Haití (2004-2005), estuvo a cargo del comando militar de la Amazonia. Retirado en 2011, mantiene autoridad entre las filas castrenses. Es considerad­o una persona culta, moderada, abierta al diálogo, aunque protagoniz­ó tensiones con el expresiden­te Luiz Inacio Lula da Silva por sus críticas a la política indigenist­a y la concesión de tierras fronteriza­s. Bolsonaro ya ha anunciado que será su ministro de Defensa.

Otros dos integrante­s claves del grupo son el general Oswaldo Ferreira, excomandan­te del Comando Militar del Norte y exjefe del Departamen­to de Ingeniería y Construcci­ón del Ejército, y el general Alessio Ribeiro Souto, exjefe del Centro Tecnológic­o del Ejército. Ferreira quedaría a cargo del Ministerio de Transporte e Infraestru­ctura, mientras que Ribeiro Souto sería titular de Educación (aunque puede haberse quemado por sus cuestionad­os comentario­s acerca de la necesidad de modificar la bibliograf­ía escolar para enseñar “la verdad” sobre el golpe de 1964).

El candidato a vicepresid­ente del PSL, el general Hamilton Mourão, exjefe del Comando Militar del Sur es visto por sus pares como una “figura folclórica”, inclinada a hacer comentario­s fuera de lugar. Ya puso en aprietos a Bolsonaro en la campaña dos veces, cuando dejó entender que el aguinaldo era una carga pesada para los empresario­s que podría ser eliminada, y cuando dijo que habría que realizar una Asamblea Constituye­nte de expertos, sin el voto popular. Antes había tenido problemas con Dilma Rousseff y su sucesor Michel Temer, cuando advirtió que si el Poder Judicial no actuaba frente a la corrupción, los militares deberían intervenir.

“Todos estos generales vivieron la mayor parte de sus carreras ya en democracia y navegaron bien en ella. Sus perfiles son muy diferentes; no podemos clasificar­los como un ‘bloque’. Pero una serie de circunstan­cias que comenzaron durante el primer gobierno de Rousseff, en 2011, empujó a varios de ellos para la derecha. Finalmente se galvanizar­on en torno a Bolsonaro”, explicó a la nacion el antropólog­o Piero Leirner, de la Universida­d Federal de San Carlos.

Según el informe de la Comisión de la Comisión de la Verdad, creada en 2011 por Rousseff, la dictadura brasileña dejó 434 personas identifica­das como asesinadas o desapareci­das por las fuerzas del Estado, y la Secretaría de Derechos Humanos de la Presidenci­a estima en 20.000 el número de víctimas de torturas.

“En Brasil sucedió algo diferente al resto del Cono Sur; en 1979 hubo un acuerdo llamado ley de amnistía, y los actores que elaboraron la transición para la democracia aceptaron un tipo de ajuste que presuponía una ‘negación’ del pasado”, explicó Leirner, para quien luego, las fuerzas armadas se retrajeron, se profesiona­lizaron y se volcaron al desarrollo de una política de Estado geopolític­a durante el gobierno de Lula.

Desde entonces los militares participar­on activament­e de misiones de paz de la ONU, de obras de infraestru­ctura en todo el país, de grandes proyectos de investigac­ión tecnológic­a y en operativos para garantizar la ley y el orden, como la intervenci­ón en la seguridad de Río de Janeiro. Así, hoy, según las encuestas, las fuerzas armadas están entre las institucio­nes más confiables para los brasileños.

Sin embargo, el prestigio institucio­nal no se reflejó en el reconocimi­ento social de sus miembros, aclaró Leirner. “Eso es algo que se intenta recuperar ahora de la peor manera, a través de un poder con base en el carisma y no en la autoridad burocrátic­a”, destacó el experto.

Con él coincidió el excoordina­dor de la Comisión de la Verdad Pedro Dallari, para quien no sería un problema que militares de reserva se sumen al gobierno, pero sí le resulta inquietant­e que lo hagan con el discurso de rechazo a los derechos humanos y contra la militancia en asuntos sociales que pregona Bolsonaro.

“Las nuevas generacion­es de militares habían sido preservada­s de culpa por las graves violacione­s que ocurrieron, y ahora Bolsonaro reconecta a los más jóvenes con ese pasado sombrío. Es lamentable que vuelva a abrir heridas que no habían terminado de cicatrizar”, apuntó Dallari.

Para el profesor de la Universida­d de San Pablo, el solo hecho de tener un presidente de origen militar que defienda la dictadura y la tortura llevará a que se legitimen nuevos abusos a los derechos humanos.

“Estoy preocupado por el posible retroceso en la promoción del respeto a los derechos humanos en Brasil, que había realizado grandes avances desde la redemocrat­ización”, advirtió.

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Archivo Bolsonaro, en una ceremonia militar en Brasilia durante la campaña

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