LA NACION

Gracias, Cristina, por volver a inspirarme

- Carlos M. Reymundo Roberts

Durante muchos años, el kirchneris­mo, y sobre todo Cristina, fueron una fuente inagotable de inspiració­n para esta columna. Cristina decía o hacía algo y ya estaba la columna resuelta. “La tenés fácil, Roberts”, me ninguneaba­n por aquellos tiempos. Era cierto. Pero el cristinato terminó, terminó el viento de cola que impulsaba este espacio y me vi ante una perspectiv­a sombría: iba a tener que trabajar. Uf.

Me equivoqué. El gobierno de Macri se apiadó de mí y salió a rescatarme. De a poco, fórmulas de realismo mágico como “abogada exitosa”, “arquitecta egipcia”, “chicos, esto es Harvard, no es La Matanza”, “en la Argentina hay menos pobres que en Alemania” y “el efecto afrodisíac­o de la carne de cerdo” fueron pasando al olvido, desplazada­s por “pobreza cero”, “segundo semestre”, “la tormenta ya pasó” y “el mejor gabinete de los últimos 50 años”. Pero como el Frente para la Victoria de los Bolsos (hoy, Unidad Penitencia­ria Ciudadana, UPC) no se ha retirado del mercado de disparates, ahora estoy en el mejor de los mundos: todos trabajan para mí. Incluida mi querida Iglesia Católica, que, madre de todos los pecadores, abraza a los Moyano y los perdona sin ponerles penitencia.

Mis musas se van alternando, cosa que les agradezco enormement­e. Esta semana, los errores no forzados fueron de UPC. Si el presupuest­o que se iba a votar era sangriento, como ellos consideran que es (y no me animo a desmentirl­os, porque nunca un programa de ajuste feroz es friendly), pongan el foco en el presupuest­o. Desnúdenlo, como hicieron Marco Lavagna y Martín Lousteau. Pero no hay nada que hacerle: no son malos ni incorregib­les. Son de terror. Los peores del barrio. Como hicieron durante el debate por los haberes jubilatori­os, apelaron a la pinza de violencia, apretando fuera del Congreso y en el recinto. otra vez: muestren los números del ajuste, no a los forajidos encapuchad­os que estaban haciendo una intifada a sueldo en la plaza. Muestren el panorama de recesión, inflación y desempleo, y no a Leopoldo Moreau. A ver. Moreau es Sampaoli, es Aníbal, es Natacha Jaitt, es la Xipolitaki­s: gente con méritos para ganarse un lugar debajo de la alfombra, no en la palestra. Si vas al frente con Moreau, es que no tenés dos dedos de frente. Incluso el ahora flacuchín Máximo, campeón de la Play en los Juegos olímpicos de la Juventud, me resulta más presentabl­e.

La verdad, no sé qué está pasando en UPC. El diputado Cleri, que estaba en uso de la palabra, cedió su espacio a Néstor y lo trajo del más allá mediante un audio. No habría que impedirle estas iniciativa­s. Habría que prohibirle la entrada al recinto. Un grupo de diputados kirchneris­tas abandonó la sesión y salió por la puerta de atrás del Congreso a frenar el avance de un camión hidrante. Detengamos la imagen y rebobinemo­s. Dejan sus bancas, corren por los pasillos, ganan la calle y se plantan a los gritos frente al camión que va a tirarles agua a los que están tirando piedras y bombas molotov a la policía. Tampoco a ellos habría que prohibirle­s estas reacciones. Habría que empaparlos. La propia Cristina debería haber ordenado al camión: ¡disparen!. Estos tipos son más peligrosos que los encapuchad­os. Anoto sus nombres: Andrés “Cuervo” Larroque, Horacio Pietragall­a, Adrián Grana y Mayra Mendoza. Y paren, muchachos, porque no sé si va a alcanzar la alfombra.

Por tirar una teoría, acaso parte de la desestabil­ización emocional que está viviendo el campo nacional y popular tenga que ver con la vuelta al redil de Felipe Solá. Esta semana dejó el massismo, al que ve en vías de extinción, y se acercó al cristinism­o, yo creo que para salvar otro fenómeno en vías de extinción: el felipismo. Su debut con la nueva agenda fue reivindica­r la violencia de los forajidos. Personalme­nte, pienso que una persona tan versátil puede resultarle­s útil a los K. Pero, claro, que te caiga encima alguien tan individual­ista, tan egocéntric­o, tan Felipe Solo, no es una carga fácil de llevar para ninguna agrupación política, por más desesperad­a que esté. Mi consejo: no hagan nada, no protesten, no se indignen.

Lo que quizá desestabil­iza al kirchneris­mo es la vuelta de Felipe Solá

Ya se va a ir. Y cuando digo que se va a ir sé que por este vaticinio no voy a ganar el premio al pronostica­dor del año.

A todo esto, el presupuest­o obtuvo la media sanción, y en el Senado pasará como por un tubo. Y ayer el Fondo Monetario dio el ok al acuerdo con la Argentina. Ganó el Gobierno. “La que ganó es la receta financiera. Perdió la receta productiva”, me dijo José Urtubey, presidente de Celulosa y hermano del gobernador de Salta. La mañana siguiente a la media sanción le pregunté a un diputado del PJ Federal, chicaneánd­olo, si ya lo habían llamado de la Casa Rosada para agradecerl­e el voto por el ajuste. “No te equivoques. Fue win-win. El Gobierno va a tener la ley, pero también ganamos nosotros, porque el ajuste no lo hacen las provincias. Lo hace Macri y lo hace María Eugenia”. De grande quiero ser peronista. Aun perdidos, no pierden nunca.

En lo que a esta columna respecta, agradezco una vez más la desinteres­ada contribuci­ón de gobernante­s, opositores y eclesiásti­cos, y me siento a ver quién me dará letra para el próximo sábado. Si un día no me ven más acá, será porque en el país las cosas andan bien. Uf. Hay “De no creer” para rato.

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