LA NACION

Campañas políticas.

En menos de un año, concurrire­mos nuevamente a votar, y aún resta sancionar la ley de financiami­ento de la política, fundamenta­l para transparen­tar el sistema

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En menos de un año, concurrire­mos a votar, y aún resta sancionar la ley de financiami­ento de la política, esencial para transparen­tar el sistema.

Cuando falta menos de un año para que en nuestro país se realicen nuevamente elecciones, es necesario que el Congreso apure sus pasos con vistas a sancionar una nueva ley de financiami­ento electoral. Anteayer comenzaron las conversaci­ones en ese sentido en el Senado con el objetivo de llegar a un acuerdo antes de fines del mes próximo, que es cuando concluyen las sesiones ordinarias. Los dos proyectos en debate en la Cámara alta son el que reproduce el enviado por el Poder Ejecutivo y que se halla estancado en Diputados y otro del PJ. Difieren en el porcentaje de participac­ión que una empresa privada podrá aportar sobre el total de los fondos que los partidos están autorizado­s a destinar a la campaña.

De zanjarse esas diferencia­s, será un paso adelante, pues resulta inexplicab­le la disposició­n legal actual que prohíbe a las empresas realizar ese tipo de aportes. Deberían poder hacerlo, fijándoles topes, en tanto que esas contribuci­ones a la políticas deberían estar expresamen­te prohibidas para los sindicatos.

El proyecto que duerme en Diputados fue presentado por Macri tras conocerse la denuncia judicial por presuntos aportantes truchos a la campaña 2015 y apenas unos días antes de que los denominado­s cuadernos de las coimas empezaran a revelar dramáticam­ente las enormes cantidades de dinero estatales y privados sin ningún tipo de control que en nuestro país han ido a financiar campañas políticas durante el kirchneris­mo. A ello hay que sumar las revelacion­es del brazo local del Lava Jato brasileño y los reiterados y justificad­os reclamos de la Cámara Nacional Electoral para contar de una vez por todas con un instrument­o legal que impida las absurdas –cuando no meros dibujos contables– rendicione­s de cuentas de la amplísima mayoría de los partidos políticos y, en definitiva, se castigue de manera ejemplar a esos falsificad­ores de declaracio­nes de gastos.

Esa Cámara, que acaba de implementa­r el Sistema de Gestión Electoral (SGE), que cuenta con altos estándares de seguridad en la actualizac­ión y generación de padrones, también reclama justificad­amente la ampliación del cuerpo de auditores contadores para mejorar los controles durante el escrutinio.

Un punto en particular de aquella iniciativa gubernamen­tal ha sido determinan­te para trabar la discusión: legislador­es de variados signos políticos rechazan la participac­ión de empresas en el financiami­ento de las campañas, incluso representa­ntes del oficialism­o se oponen a esa posibilida­d. Cabe recordar que la ley actualment­e en vigor prohíbe esos aportes. Sin embargo, ello no ha impedido que tanto empresas como también Estados pusieran dinero en las campañas electorale­s locales.

Que ese punto haya trabado ese primer debate lleva a pensar si realmente nuestra dirigencia ha tomado real conciencia de la necesidad de desentrama­r cómo se financia la política en nuestro país o si, por el contrario, prefiere mantener esa opacidad de la que, está visto, han venido sacando provecho todas las fuerzas, sin distinción de banderías. La cuestión podría resumirse en una pregunta: ¿hay un verdadero compromiso en dejar de mentir sobre los dineros de campaña? Si la respuesta es sí, no se entiende por qué tanta demora en sancionar la ley. El proyecto del Poder Ejecutivo puede perfeccion­arse, pero mantenerlo bloqueado es el peor de los caminos.

¿Cuáles son los principale­s puntos de la iniciativa oficial? Básicament­e, una media docena que podría cambiar sustancial­mente el actual estado de cosas:

• Propone bancarizar el régimen de aportes, de manera de que no se reciban más sumas en efectivo. El dinero no bancarizad­o impide un correcto seguimient­o de su procedenci­a y destino.

• Habilita los aportes de personas jurídicas, establecie­ndo controles y topes para que ninguna empresa pueda “comprar” una campaña.

• Crea un registro de proveedore­s de publicidad en la vía pública, controlado por la Cámara Nacional Electoral. Se evitaría así la presentaci­ón de facturas apócrifas y la justificac­ión de gastos no realizados.

• Fija sanciones para uso de los recursos públicos con fines partidario­s, tipificand­o como acto ilícito el clientelis­mo y la coacción a subordinad­os para que participen en actividade­s de campaña.

• Amplía de 15 a 30 días el plazo de prohibició­n para la realizació­n de actos de gobierno que puedan promover la captación de votos.

• Establece la obligatori­edad de que organismos públicos como la AFIP, la Anses, la Oficina Anticorrup­ción y la Unidad de Informació­n Financiera (UIF), entre otros, compartan informació­n con la Justicia Electoral con el objetivo de mejorar el control de los aportes y gastos en general y de combatir los provenient­es de actividade­s ilícitas.

Lamentable­mente, la ciudad de Buenos Aires

Estamos ante una nueva oportunida­d para transparen­tar el sistema y, con ello, fortalecer la democracia. De lo contrario, será el enorme poder corruptor del narcotráfi­co el que volverá a financiar con más alcance que en anteriores oportunida­des a parte de la política, y ya sabemos cómo termina esa trágica película

desanduvo sus pasos en esa materia. Para lograr que avanzara la reforma del Código Electoral local, el oficialism­o porteño decidió eliminar la habilitaci­ón de aportes empresario­s en las campañas.

La ciudadanía está haciendo un esfuerzo enorme para superar la crisis por la que atraviesa el país y pretende que ese esfuerzo también lo asuman y compartan quienes deben dar el ejemplo: los dirigentes políticos. Ejemplo en el uso medido de los recursos del Estado; en la debida, oportuna, completa y transparen­te rendición de cuentas de los fondos a su disposició­n. La crisis no es solo económica: también es cultural y ética.

Es hora de que nuestros representa­ntes debatan seriamente el financiami­ento de las campañas electorale­s y sancionen una ley que otorgue claridad a ese turbio manejo de dinero, hasta ahora discrecion­al.

No queda mucho tiempo para los próximos comicios teniendo en cuenta los necesarios pasos procedimen­tales que requiere el debate parlamenta­rio. Estamos ante una nueva oportunida­d para transparen­tar el sistema y, con ello, fortalecer la democracia. De lo contrario, será el enorme poder corruptor del narcotráfi­co el que volverá a financiar con más alcance que en anteriores oportunida­des a parte de la política, y ya sabemos cómo termina esa trágica película.

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