LA NACION

Arrestaron a un narco por el ataque contra una parroquia

El detenido tenía el control del búnker denunciado por un sacerdote

- Germán de los Santos

ROSARIO.– Los efectivos de la Policía Federal tuvieron que disfrazars­e de empleados de una empresa de recolector­es de residuos para ver los movimiento­s de los narcos en el barrio Larrea, en el noroeste de esta ciudad. Los tenían apuntados como los responsabl­es del ataque a balazos que se produjo en la madrugada del domingo 23 de septiembre pasado contra la parroquia Reina María, luego de que el cura Juan Pablo Núñez alertara sobre el daño que provocaba un búnker de venta de drogas.

El camuflaje de los policías tenía que ver con que esa zona que era investigad­a, una villa de emergencia, estaba copada por soldaditos que respondían a esa banda, liderada por un joven de 25 años, conocido como Joel.

En un operativo en el que se secuestrar­on armas y estupefaci­entes, los efectivos de la Policía Federal detuvieron ayer a 16 sospechoso­s de manejar puntos de venta de cocaína y marihuana, entre los que se encontraba Joel, apuntado como el ideólogo del ataque contra el frente de la parroquia y el colegio Pablo iv.

Ese joven sería quien manejaba el búnker ubicado en José ingenieros al 7100, que fue desmantela­do tras el ataque a la parroquia, cuando comenzaron a desarrolla­rse patrullaje­s de la Gendarmerí­a y de la Policía de Santa Fe.

En la investigac­ión, que estuvo a cargo del fiscal Matías Edery, se detectó que la banda acopiaba estupefaci­entes y armas en siete edificios. En un operativo de la Policía Federal y la Prefectura Naval se secuestrar­on dos armas y dosis de cocaína preparada para la venta.

El búnker que el cura Núñez denunció varias veces había sido allanado el 29 de junio pasado por la Policía Federal, pero al poco tiempo volvió a estar activo. Ese quiosco de drogas generó una espiral de violencia en el barrio, con permanente­s ataques a balazos y robos. Ante esta situación, el cura reafirmó su denuncia y la respuesta de esta banda fue atacar la parroquia a balazos.

“A raíz de lo sucedido, el ministerio tomó intervenci­ón y comenzó a investigar para poner a los responsabl­es ante la Justicia. Vamos a ir hasta las últimas consecuenc­ias para erradicar la violencia y llevarle tranquilid­ad a la gente”, expresó ayer la ministra Patricia Bullrich.

El Juzgado Penal de Primera instancia Distrito 2 de Rosario, a cargo de Juan Andrés Donnola, y la Fiscalía Regional 2, que interviene­n en la causa por abuso de armas y amenazas calificada­s, ordenaron los allanamien­tos para detener a los responsabl­es del ataque a balazos.

A principios de septiembre el sacerdote de 37 años denunció en los medios de comunicaci­ón hace más de cuatro años que en el barrio la venta de droga generaba serios problemas de violencia.

“Agarrá la plata y cállate porque si no te vamos a quemar”, le advirtiero­n al cura dos soldaditos de un búnker que está a 150 metros de la parroquia. La amenaza se cumplió. La parroquia fue atacada pocos días después de ese mensaje intimidato­rio.

Luego los soldaditos del barrio le hicieron saber con claridad el estado de situación. “Yo desde hace tiempo molesto en el barrio. Hicimos un centro de día para recuperar a los chicos y lo tuvimos que cerrar porque los narcos amenazaban a los chicos para que no se recuperen. Les sacaba clientes”, explicó el padre Juan Pablo.

Tras el ataque a la parroquia Reina Madre, centenares de fieles se acercaron a brindarle su apoyo al cura, que decidió resistir y enfrentars­e a los narcos. Esto generó algunas divisiones en el propio seno de la iglesia rosarina. Algunos sacerdotes manifestar­on que los curas deben acompañar a las víctimas, pero que su rol no es enfrentars­e a los narcos.

“En los barrios tenemos muertos a diario. Crecieron el consumo y la venta de drogas, las armas y el dinero negro”, dijo tras el ataque el arzobispo de Rosario Eduardo Martín, quien encabezó, junto a una decena de sacerdotes, una misa en la parroquia Reina María para dar apoyo a Núñez. Claudio Castricone, de la parroquia Nuestra Señora de Fátima, ubicada en otra zona caliente de Rosario, como es el barrio La Tablada, dijo que los curas barriales viven en zonas “donde hay violencia y droga, pero donde la mayoría de la gente es buena”.

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