LA NACION

“Feminista no se nace, pero se hace”

La actriz de Un gallo para Esculapio acaba de inaugurar un local de su marca de piyamas mientras milita por los derechos de las mujeres

- Texto Laura Reina

Hay una Julieta Ortega actriz, su cara más conocida, que por estos días vuelve a ponerle el cuerpo a Nancy, el personaje de Un gallo para Esculapio en la segunda temporada de la exitosa serie; una Julieta emprendedo­ra, que acaba de inaugurar en Palermo su primer local Jota & Co., su marca de piyamas que pasó de la virtualida­d de la venta online al contacto cara a cara con sus clientas; una Julieta feminista, que encabezó, junto con otras actrices, la lucha por la legalizaci­ón del aborto; también hay una Julieta mamá, una Julieta hija, una Julieta hermana, una Julieta enamorada; una Julieta lectora y hasta una escritora. ¿Cuál de todas son las que definen mejor a la Julieta que es hoy? Probableme­nte todas. Tal vez ninguna. –¿Por qué abrir un local en plena explosión de la venta online?

–Yo quería tener un lugar físico porque hay mucha gente que no se anima todavía a comprar por internet y necesita ver, tocar el género.

–¿Te sorprendió algo de la Julieta emprendedo­ra?

–No. Yo sabía qué iba a poder hacer y qué no. Me largué a hacer algo que conozco en profundida­d porque amo la ropa para estar en casa, es lo que más uso, lo que más consumo. Me estaba metiendo en algo que no me era ajeno. Vacié todo mi cajón de piyamas, agarré mis favoritos y dije hagamos esto con una vuelta de tuerca. Algunos los podés sacar a la calle y nadie se da cuenta de que dormiste con eso. Yo salgo con algunos que se notan que son piyamas y no me importa. Los llevo con mucho orgullo. En general yo pienso que si me gusta le tiene que gustar a la gente. El problema es cuando vos no estás convencido. A veces me pasa como actriz que me doy cuenta en la mitad del viaje de que me embarqué en algo que no va. Y tenía que hacerlo igual (risas).

–¿Sos muy intuitiva?

–Tengo mucho olfato, pero no se puede elegir todo el tiempo y también hacés cosas que te gustan menos. Lo que sí puedo decir es que cada vez me equivoco menos, creo mucho en los grupos de trabajo, tiene que haber alguien a quien yo respete mucho y confíe. Todos hacen fracasos y todos la pifian alguna vez pero sabés que algunos directores o productora­s por lo menos apuntan alto. –¿Undergroun­d es una garantía de eso que buscás?

–Sí, hay gente ahí que apunta alto, que tiene buenas intencione­s. Y eso que he hecho fracasos ahí pero hay una búsqueda de cierta excelencia. Igual cambió todo tanto que hoy no se piensa en términos televisivo­s, los seis capítulos de la segunda temporada son pequeñas películas. Estuvimos tres meses para hacerlos, filmando en el conurbano profundo. Bruno [Stagnaro, el director] hace 200 planos en una escena. Él busca todo el tiempo la excelencia y cuando después ves el capítulo entendés que hay mucha poesía en su ojo. Era un director con el que requería trabajar y dije que sí de una.

–¿Cómo lograron contar una historia que sorprenda después del éxito de la primera parte? –Cuando matás a uno de los protagonis­tas cualquiera sabe que hay una puerta que se abre. Ahí generás la intriga. Peter [Lanzani] toma el lugar del protagonis­ta y esta mujer que interpreto y que se quedó sin marido pasa al frente porque se encuentra sola. Y de repente se le corre un telón. Las mujeres en general pasan al frente en esta temporada. Una de las cosas que yo le criticaba a Bruno era que era una historia muy masculina contada por y para hombres. Yo en general si no hay una mujer fuerte contando algo no me engancho y él me dijo ‘la segunda temporada vas a tener revancha’.

–Y cumplió.

–Sí. Yo tenía muchos problemas con la primera Nancy. Antes de empezar a grabar tenía una idea mucho más extrema de su estética y no fue tomada. Querían que sea una especie de maestra jardinera y yo quería que fuera más la mujer de Tony So- prano. En la primera parte Nancy es prudente, nada de su ropa cuenta nada. Yo decía ‘qué embole’. Pero en esta segunda temporada se despierta y actúa a partir de eso.

–Recién decías que no te enganchan las historias que no tienen una mujer fuerte. ¿Siempre fue así o es a partir del feminismo en el que militás?

–No sé... feminista no se nace pero sí se hace. Desde lo que yo leí hasta las cosas que fui eligiendo en mi vida personal y en mi trabajo tuvieron que ver con encontrarm­e yo como mujer. –Al principio eras una bomba sexual. Te podías haber quedado en eso...

–Estaba muy incómoda, a los 18 años no tenía idea de quién era. Después me fui a estudiar a Los Ángeles, desaparecí y cuando volví, volví convertida en otra persona. Me operé, me saqué esas tetas grandes que tenía y que sentía que me condiciona­ban como actriz. Era otra época, era muy difícil trabajar cuando lo primero que veían era eso. Además no era armónico con mi cuerpo, no las podía llevar bien.

–¿Qué recordás de esa etapa en Los Ángeles?

–Ahí estuve mucho tiempo sola, no había internet, ni llamadas de Whatsapp ni nada para ver. Estaba sola para comer, para todo. Fueron mis años de más estudio porque además era una lectora voraz. No tenía hijos, amigos cerca ni distraccio­nes y entonces leí un montón. Hoy me cuesta mucho concentrar­me en un libro con tantas redes sociales, notificaci­ones... -¿Qué leías?

–Simone de Beauvoir y a muchas mujeres que me interesaba­n. Volví siendo otra persona. Si me remonto a esa época puedo decir que sí, que ya había algo feminista en mí. Hay algo del feminismo que hoy me resuena de toda mi historia, no en los últimos años. Incluso esos libros que leía en esa época, cuando hoy los abro y miro lo que está marcado digo: ‘¿Será que soy lo que soy por lo que leí o porque ya lo era en ese momento? Hoy lamento no poder leer como leía en esa época. La literatura te forma, todo lo que elegís como consumo cultural te convierte en la persona que sos. –Escribiste un cuento para chicos. ¿Cómo fue la experienci­a? –Fue una propuesta de Editorial Orsai. Buscaban gente que no fuera escritora. Me dijeron: ‘Escribí algo que te gustaría leerle a tu hijo’. Empecé a pensar y todo me llevaba a la historia de una chica. ‘Pero yo no sé si esto le va a gustar a Benito’, pensaba. Terminé escribiend­o “Un año con Amanda” que es una chica que tiene que ver con mi infancia. No es pretencios­o, lo mantuve simple, nada rebuscado. Me gustaba la idea de una niña y las infinitas posibilida­des.

-¿Te resulta difícil ser mamá de un varón en esta época?

–No, creo es más fácil ser mamá de un varón. Si hubiera tenido una nena no sé cómo hubiera hecho, hubiera sido un agujero negro (ríe). Para las nenas la madre es un espejo insoportab­le. La mujer te enfrenta, el varón es más amable con la mamá. Eventualme­nte va a enfrentar al padre. Que tenga problemas Iván [Noble, su ex], yo quiero que mi hijo me quiera. Benito tiene conmigo eso que con el padre no tiene. Viene y me dice ‘que hermosa, cómo te quiero’. Y eso me parece muy lindo, que alguien sea así de bueno con una. Es el día de hoy que mis hermanos tienen una relación con mi mamá que es amor puro. Hay menos interferen­cia.

–Tu mamá alguna vez reconoció que había sido mejor madre para tus hermanos que para vos...

–Es que yo también siempre tuve un carácter fuerte. Y siempre fui muy libre de expresar mi punto de vista. A veces le echaba en cara a mi mamá ciertas cosas. Y ella mi respondía ‘yo siempre tuve la sensación de que vos ibas a estar bien, si había alguien que se iba a saber defender eras vos’. A las mujeres con los papás les pasa al revés: el canal está más limpio. La culpa de todo era de mi mamá. En cambio a mi viejo lo salvé siempre. Es callado, opina poco, no se mete. Obviamente está y estuvo en un lugar muchísimo más cómodo. Por eso la guerra siempre fue con mi mamá. En un punto es una mirada superinjus­ta. Pero a la larga hay revancha porque de grande la hija es la que te acompaña.

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Gentileza

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