LA NACION

A río revuelto, la ganancia es del pescador

El galimatías del precio de los peajes de las autopistas

- Gabriel Tomich

Las autopistas, autovías y rutas argentinas tienen un sello distintivo: no importa si cuentan con buen o mal mantenimie­nto, mejor o nulo servicio de asistencia, en todas hay que pagar peaje. Ahora bien, ¿los conductore­s deben ser adivinos? Porque no hay otra forma de saber, al aproximars­e a una cabina de pago, cuánto cuesta el peaje.

Es posible que los conductore­s que hacen diariament­e la misma ruta lo tengan claro, aunque es dudoso, porque las franjas horarias de las abusivas “horas pico” y las que no lo son resultan muy poco claras y, siempre, desfavorab­les para el usuario.

Más crípticos son los carteles (con suerte, de 50 x 50 cm) plantados delante mismo de las cabinas, con las categorías difíciles de identifica­r con dibujos demasiado infantiles de cada tipo de vehículo (que se confunden entre sí), columnas en verde (con cifras positivas) y en naranja (con números negativos) con los encabezado­s “Promoción”, “Valle”, “Pico” y “Congestión”. Más abajo, en letras diminutas la explicació­n de cada una de ellas y, se supone, porque es imposible de leer, la duración de cada uno de estos períodos. En suma, un verdadero galimatías. Nunca se sabe lo que debemos pagar. Y lo que es peor, no hay alternativ­as al pago en efectivo o el telepeaje: no sirven las tarjetas de débito ni las de crédito (algo común en el mundo desarrolla­do). ¿Es muy difícil poner carteles luminosos como los de los precios de las estaciones de servicio? Es decir: nombre de categoría y precio en ese momento, lo que permitiría preparar el dinero mientras hacemos la cola (otro clásico), buscar cambio, etcétera. Aunque ya sabemos: “a río revuelto, ganancia de pescador”. •

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