La argentina gana, pero el triunfo sobre la discriminación es el más importante
El seleccionado argentino, donde juega facundo rojas, uno de los máximos impulsores del torneo, disputará la final
Apiñados en el corazón del polideportivo de Racing Club, la Selección Argentina de Talla Baja y sus familiares celebran el logro deportivo, pero el fútbol es una excusa, un vehículo para transmitir un mensaje infinitamente más importante que su victoria circunstancial.
“En la parte inclusiva ya triunfamos todos cuando anunciamos que íbamos a celebrar este gran evento y seguimos triunfando. Hemos ganado a nivel mundial y eso es lo más importante”, explica Facundo Rojas, Presidente de la Asociación Civil Talla Baja, 10 y capitán de la Selección Argentina, a la nacion.
La Copa América, que se celebra desde el 26 de octubre y finalizará este domingo con el duelo entre Argentina y Paraguay en la final es un sueño que Rojas encumbró hace una década, después de ser marginado de la primera división de un club de su Corrientes natal.
“Comenzó cuando se dio cuenta de que no iba a jugar al fútbol profesionalmente como los demás. Era una época de depresión, la adolescencia, y al darse cuenta de la situación difícil de las personas de talla baja por las burlas y la discriminación, me dijo que su sueño era hacer un equipo con personas como él”, recuerda Silvia Muñoz Velcheff, madre de Rojas y un pilar fundamental en el crecimiento del combinado nacional. Su mamá alimentó su ilusión y su papá se convirtió en el director técnico: Mariano Rojas es el entrenador albiceleste.
La piedra basal del proyecto se instaló en 2010. Rojas empezó a buscar jugadores sin demasiado éxito. El aislamiento voluntario por el miedo a la ridiculización y la sobreprotección de los padres complicaban la tarea. “Muchos tenían a los chicos como en una burbuja, para cuidarlos de las burlas”, analiza mamá Silvia.
El estigma es inherente a la enfermedad. “El fútbol es la vidriera en la cual están mostrándose, pidiendo respeto en busca de un mundo más justo. Siempre fueron personas utilizadas para la burla. Algunos todavía sufren de bullying en la escuela. Lo más triste es la risa, el dedo que señala, cuando les tocan la cabeza o les dicen enanos. Sabemos que generan empatía, pero lo que ellos quieren es la risa compartida”, precisa Muñoz Velcheff, que debió lidiar con los estereotipos del mundo.
Ocho años después, el progreso es abismal: “Arrancamos siendo siete y ahora somos más de sesenta”, detalla Facundo. Martín Antúnez es uno de los que se sumó al proyecto. Ayer fue la figura frente a Brasil: anotó los dos goles del triunfo argentino en el clásico. “Siempre jugué al fútbol con personas de talla promedio hasta que llegó una edad en la que no podía competir más por la condición física. Esto nos abre mil puertas, en el deporte y en la vida”, reflexiona.
“Martín jugaba desde chiquito pero a los 11 supo que no iba a crecer más. Esto le levantó la autoestima. Cumplió el sueño de todo pibe y lo acompañamos para luchar juntos por la inclusión”, agrega Claudia Liliana Alvarenga, la madre de la estrella.
Una misma palabra se repite en la boca de todos: inclusión. El fútbol es, más que nunca, una excusa para quebrar estereotipos, porque la inclusión es real y evidente. En la cancha juegan siete contra siete durante dos tiempos de 20 minutos, todos de talla baja, de diferentes países y culturas. Afuera, alientan familias completas de talla baja, padres promedios con hijos de talla baja, familias de alturas convencionales.
Argentina, que este domingo disputará la final, tendrá la oportunidad de coronar un proyecto que va más allá del fútbol y de los títulos: el premio es cumplir sueños y el sueño es la inclusión.